Hoy era domingo, y estábamos de compras con mi madre.
Ella tenía pensado ir de compras para distraernos un rato, y no me oponía.
El local en el que nos encontrábamos estaban reproduciendo la canción Hold Me Down, y por eso mismo, no podía evitar moverme al ritmo de de la música, mientras mi madre buscaba un par de blusas a mitad de precio. Sabía que, cada día que íbamos de compras, además de volver con miles de bolsas con ropa en descuento, aparecía parte de la población masculina de mi escuela.
Ellos daban asco.
Eran un grupo de hombres que se encargaban de coquetear con mi madre. Muchos de ellos me llamaban "hijastra" cada vez que me los encontraba en los pasillos de la escuela.
Y de ahí crecía mi odio inmenso a ellos.
Lo más frustrante de todo, aparte de aguantarse esos idiotas, era que mi querida madre no me creía. Cada día le decía a ella lo que ellos decían sobre su persona, sus tontitos flirteos y cada palabra que decían sobre el cuerpo de ella.
Y ella aún no me creía.
Lo único que hacía era soltar una carcajada y decir: "Dallas te ha enloquecido". Y, sinceramente, odiaba que ella no creyera mis palabras.
Pero en cierto modo lo ignoraba.
—¿Te gusta esta blusa, cariño?—preguntó mi madre.
Asentí sin prestar atención.
—¿Te has enfadado?—Se dirigió hacia mí, dejando la blusa a un lado—. Hija, discúlpame si te he hecho enfadar.
—No me he enfadado.
—¿Segura?
Asentí.
—Bien—respondió, mientras agarraba la blusa nuevamente—. Será mejor que volvamos a casa, Kelestine.
—¿Por qué?
—Hay que limpiar la casa para la familia Conelly.
—Ellos vendrán mañana, madre—respondí con un toque de fastidio.
Y así fue como mi último día de descanso estuve limpiando la casa, como mi madre lo hacía cada día como una loca de las bacterias que era.
(...)
El olor a café inundó la casa. Sabía perfectamente que era recién preparado por mi madre, y eso disminuyó un poco mi malhumor matutino.
Me puse de pie y me vestí, no sin antes pasarme una fina línea de delineador en mis ojos. Hoy mi cabello estaba ondulado; no era necesario cepillar mi melenita.
Bajé las escaleras y me dirigí a la cocina, mientras dejaba mi mochila a un lado de la puerta principal.
—Hola—saludé mientras sonreía como cada mañana.
Mi madre dejó una taza de café frente a mí. Tomé la taza y la observé dándole las gracias con una sonrisa tierna.
Me sentía de buen humor, porque sabía en el fondo de mí que sería un buen día. Mi mejor amigo vendría por mí y, aunque esté algo enfadada con él, estaba dispuesta a impresionarlo. Aunque sabía que lo impresionaría de cualquier manera.
Bueno, eso sonó mal de cierto modo.
Me tomé la taza de café en un trago, con demasiada sed. Y no, no me quemé. Eso era lo bueno de los cafés de mi madre: con ellos nunca te quemabas.
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Mom Is Cool. (Sin editar)
Teen FictionHey, ahí. Me llamo Kavelynn Kelestine Kaplan. Y vengo porque me siento robada. ¿Y eso por qué? , preguntan ustedes que son el gran público. Y entonces, aquí viene mi respuesta: Madres. Las suyas pueden ser panes de cada día, hermosas, geniales pers...