Capítulo 4.

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Era demasiado tarde para arrepentirme de lo dicho. Él estaba frente a mí, con sus manos sobre mi mesa y su mirada irradiando enojo. Corrí mi asiento hacia atrás y me puse de pie, dando pasos en reversa. Sentía que golpeaba contra algo duro mientras retrocedía, cerrando con fastidio los ojos porque estaba por vivir un cliché. 

Giré mi cabeza y observé que era la pared. Luego, con una cara de terror, dirigí mi mirada a Dallas, notando que, por mi hermosa suerte, estaba demasiado cerca de mí.

¡Madre mía, me estaba acorralando! ¿Qué se suponía que debía hacer? ¡¿Debía besarlo, golpearlo o sacarle una selfie?!

—¡¿Qué dijiste?!—exclamó.

—¡Yo no...yo no he querido decir eso!—respondí con nerviosismo.

—¡Pero lo has dicho!—Tragué saliva.

—Yo...—Daba vueltas en mi cerebro, intentando idear un plan. Me sentía intimidada en ese momento de tener a mi mejor amigo tan cerca; sentía como mi corazón latía con fuerza y mi garganta se secaba momentáneamente. La sensación nombrada me parecía enormemente típica, a causa de que siempre había sufrido ésta. Intentaba, mientras pensaba un plan en simultáneo, creer que ese sentimiento era mayor por lo intimidada que me sentía a causa de la cercanía de nuestros cuerpos. 

Fui interrumpida afortunadamente por el ruido de la puerta. El profesor que nos había atrapado horas atrás se hizo presente en la sala, abriendo los ojos como platos al ver la situación en la que nos encontrábamos. Y de ese modo, al instante, se me ocurrió un plan. 

Empujé a Dallas hacia atrás, y acto seguido miré con asco. 

—¡Profesor, él me quería violar!—exclamé, fingiendo tener miedo. El profesor observó a Dallas con el ceño fruncido, intentando capaz analizar la credibilidad de mis palabras.  Probablemente, la falta de lágrimas ante la situación que planteé y el hecho de que todos los profesores nos conocieran a ambos como los mejores amigos fuera algo que hiciera las cosas menos creíbles. 

—¿Usted qué ha hecho?—cuestionó el docente, dirigiéndose a Dallas. 

—Yo no lo he hecho nada—respondió con sinceridad mi mejor amigo, levantando sus manos en señal de inocencia.

—Dallas Conelly—llamó— Será mejor que esté en la oficina en menos de 5 minutos para plantear bien lo sucedido—Él chasqueó la lengua, mirándome con una expresión de pocos amigos—. Señorita Kaplan, puede irse a su casa.

Asentí con felicidad.

—Será mejor que lo encuentre allí, Conelly—avisó. Se dirigió a la puerta y, cerrando la puerta, se fue, echándonos una mirada a ambos de desaprobación.

Era irónico que se fuera, luego de que supuestamente la persona junto a mí haya intentado hacer semejante atrocidad. Pero, dejando el tema de lado, caminé hacia mi mesa, buscando mi mochila. 

Era mentira, por lo que no debía preocuparme. 

Al encontrar la mochila tirada en el suelo, guardé mis útiles, que no sabía por qué los había sacado, y me colgué la mochila en el hombro, dispuesta a irme. Sin embargo, el hermoso Dallas seguía allí, observándome. Parecía tener otros planes conmigo si se tratase de la mirada que me estaba dedicando. Porque,  si las miradas mataran, yo ya estaría bajo tierra. 

Causaba tanto miedo la manera en la que me observaba, por lo que decidí irme antes de que se cometiera un homicidio.

—Deberías estar asustada, Kaplan—susurró su voz enojada, y lo único que pude hacer en ese momento fue apretar con dramatismo el pomo de la puerta. 

Oía como sus pasos se acercaban a mí. Y, cerrando los ojos por un instante, sabía que aquel era mi final.

Mom Is Cool. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora