More than you know

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❝CAPÍTULO 3: PRESUNCIÓN❞

Mi Hazza ❤️: ya sé quien eres

Sin fuerzas que pudieran sostenerlo, se dejó caer en el asiento totalmente sorprendido. Su móvil cayó sobre la mesa y sus manos descansaron sobre su rostro destrozado.

—Lo sabe.

El otro omega, incrédulo, revisó la conversación en el móvil de su amigo. Y sin resistirse escribió una respuesta en su lugar. No podía ser cierto.

Louis: quien soy?

Mi Hazza ❤️: deja de hacerte el tonto

Louis: no me hago el tonto. Hasta que no digas mi nombre no ganas la apuesta

Mi Hazza ❤️: Dan...

Louis: uff por un momento pensé que lo habrías acertado pero no estás ni cerca

—Deja de sufrir. No lo sabe —afirmó devolviéndole el dispositivo a su aún desconcertado amigo.

—¿No? —Y tras detenerse a leer la nueva conversación, continuó descontento—. ¿Dan? Ya le gustaría a ese idiota tener mi cuerpo.

Zayn lo meditó.

—Es posible que lo haya dicho al azar para ver si le dabas alguna pista porque en realidad él no tiene ni idea.

—¿Y lo de sentarse detrás?

—Simple casualidad. —Le restó importancia encogiéndose de hombros.

—Espero que tengas razón, porque si consigue adivinar quién soy a tiempo a saber lo que me pedirá.

—No haber apostado tu dignidad. De todas formas si lo supiera ya lo habría dicho, tranquilo. —Louis apenas se alivió, sin embargo él sabía que decir para que se olvidara del tema—. Vamos a las máquinas por favor, necesito comer algo.

—Si me lo pides así no puedo negarme —cedió, recogiendo sus pertenencias—. Además también tengo hambre.

El camino se vio envuelto en conversaciones banales dedicadas a las clases, los exámenes y el nuevo interés amoroso de Zayn, el cual trataba de negar una y otra vez sin mucho éxito. Uno de los mayores talentos de Louis era hacer que su mejor amigo confesara todo lo que a él le interesaba. En una ocasión cuando ambos tenían nueve años Louis había insistido tanto en saber qué era lo que Zayn intentaba esconderle tras la espalda que este, harto de la constancia desagradable sobre él, se vio forzado a decirlo todo y mostrar la chocolatina que pensó no tendría que compartir. Aprendió ese día que su comida también era de Louis y que nunca podría ocultarle nada.

—Muy bien, sí, me gusta. Ahora, ¿puedes callarte y cambiar de tema?

—Puedo ayudarte —ofreció, recogiendo el paquete de galletas que la máquina había arrojado tras pagar el precio justo.

—No, gracias. Es un profesor, no espero que surja algo. —Marcando el código el mismo paquete cayó—. En una semana se me pasará.

—¿Y si no lo hace? Yo pensé lo mismo con Harry.

—Lo hará.