V.- Empujoncito.

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V.- Empujoncito.

Inuyasha estaba acostado sobre el tatami de su recámara pensando, desde hacía días notaba a Kagome algo extraña cuando él se le acercaba, podían decirle loco pero, le daba la impresión que ella al verlo se ponía triste. También estaba el hecho de que parecía que ella lo evitaba, no duraba mucho tiempo en el mismo lugar que él y eso le preocupaba. No sabía si había hecho algo que la molestará.

Se levantó y de su armario sacó una caja, era el regalo que hace tiempo le había comprado a Kagome. Ahora se debatía en dárselo o no, el día que originalmente iba a dárselo era algo de poca importancia, pero ahora, de solo pensar en que si a ella no le gustará o se lo aceptará, le ponía nervioso. Tomó la caja y bajo las escaleras, vio a Kagome sentada en el tatami de la sala, no lograba ver que hacía, dio unos pasos y apenas logró esconderse cuando escucho que la chica saludaba a Kaede. Así que regreso a su habitación cual vil cobarde y guardo de nuevo la caja.

Después de que Kaede le llevará un té volvió a leer su libro, pero aún no podía concentrarse, ya iba hacer medio día y no había visto a Inuyasha, volteo a las escaleras esperando verlo bajar pero ni señales de él. Era consciente que últimamente lo evitaba, para suprimir lo que sentía por él, pero tenía la enorme necesidad de verlo y nada ayudaba que ese día fuera San Valentín.

Escucho que tocaban a la puerta y fue a atender, ya que Kaede estaba en el jardín trasero. Cuando abrió se llevo una gran sorpresa, frente a ella estaban Sango y Miroku.

― ¡Sorpresa!― gritó emocionada Sango y abrazó de inmediato a Kagome.― Perdón por no venir antes.

― No te preocupes, me alegra mucho que vinieran.― y no mentía para nada, esperaba que con esa visita las cosas entre ella e Inuyasha volvieran a la normalidad.

― ¿Cómo esta señorita?― saludo Miroku.

― Muy bien, pasen.

― Deja te veo.― pidió Sango al rodear a Kagome.― Eres tan linda, ya se te nota la pancita.― ante ese comentario Kagome se sonrojo.― Te traje algo, pero vayamos a la sala para que te lo muestre.

― Pues yo las dejo señoritas, voy a buscar a Inuyasha.― dijo Miroku al subir la escaleras.

― Tenemos mucho de que hablar, cuéntame ¿cómo te trata?― preguntó refiriéndose a Inuyasha.

Kagome se quedo pensativa, Inuyasha la trataba de maravilla, no podía quejarse e incluso se podía decir que ahora eran más unidos, ya se tenían más confianza.

...

Al no encontrar a su amigo en su cuarto fue al jardín, encontrándolo entrenando Karate, golpeaba un costal como si ese pobre le hubiera hecho algo.

― ¿Qué te hizo para que lo golpees así?― Inuyasha sonrió al identificar la voz de su amigo y dejo de golpear el costal.― ¿Te debe dinero o quien imaginas que es? Espero no ser yo.

― Soy yo y que bueno que estas aquí.

― ¿Sucede algo malo?― preguntó desconcertado― ¿Por qué dices que eres tu?

― Por más que lo intento, no puedo evitarlo.

― ¿Qué cosa?

Inuyasha hizo una breve pausa, la llegada de Miroku era como una bendición, le urgía hablar con alguien que no fuera Kaede, necesitaba con urgencia un consejo.

― Kagome me gusta.

― No me extraña, es una chica muy linda.― contestó como si fuera una pequeñez.

― No entiendes, me enamore de ella.

Eso sí que no se lo esperaba, Inuyasha lo había tomado con la guardia baja.

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