1. Zorrito

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El pitido suave y repetitivo del ascensor llegando a su destino la hizo despertar del ligero adormecimiento.

Había estado pensando en uno de sus alumnos de secundaria que asesoraba los martes. La señora Jeon le había endulzado la oreja con palabras alentadoras sobre su hijo: "Kookie recibirá una beca por el inteligente alumno que es. Por favor, enséñale más cosas" decía con aquella voz chillona. Claramente todo fue una mentira cuando en la práctica de dos horas de inglés que le tomó, el mocosito obtuvo tres puntos de cien.

Las puertas mecánicas se abrieron dejando a la vista el inmenso pasillo de los departamentos, este tenía de piso una suave alfombra color marrón que hacía juego con las paredes blancas y los adornos dorados, sobre todo el gran espejo sin bordes al costado de la puerta que tenía un zorrito acurrucado a sus pies. Además de los ventana...

Un zorrito.
Un zorrito durmiendo en la puerta de un departamento.
¡Un zorrito durmiendo en la puerta de su departamento!

Casi suelta un aullido de frustración. Eran pasadas las doce de la noche, había salido de hacer horas extras en su trabajo, el bus no vino vacío como pensaba y se tuvo que acoplar como sardina en lata, tenía que preparar clases para sus alumnos de secundaria, tenía que ir a su universidad a primera hora de la mañana y ahora había un jodido zorro durmiendo en la puerta de su departamento.
Si esa era una broma, pues qué broma tan de mierda.

Yoongi conche**mare. Pensó la alfa mientras trataba de regular su respiración. Lo mataría cuando se lo encontrara. Su primo era el único idiota capaz de comprar o adoptar algún animal con tal de que lo haga feliz. Y joderle la vida a su única prima alfa era sinónimo de hacerle feliz.
Tomó su teléfono de su bolsillo y buscó el nombre de su primo para llamarle. Esperó solo un pitido, pues le habían cortado.
Arrugó la frente cuando le llegó un mensaje.

"Espero te guste mi regalo de cumpleaños para ti, Hav. Te mando saludos de Holly."

Holly era aquella rata blanca que se había encontrado en una pizzería cuando el muchacho recién llegaba a Seúl; ni siquiera le plantaría el visto. Se frotó la frente y se puso de cuclillas; usó el celular para dar ligeros golpecitos contra su mano libre mirando al zorrito que no había captado su presencia. Pensaba qué rayos hacer, a quién rayos acudir cuando en medio del plan que consistía en tirarle un pedazo de carne procesada que tenía en su mochila hacia un lugar contrario a su puerta, paró. El animalito acababa de ser adoptado y no podía solo dejarlo en la calle. Claramente, no se lo iba a quedar pero por esa noche podía quedarse en su piso. Se acercó lentamente al animal plomo para no asustarle en su siesta.

— Hola, cachorro — susurró

El zorrito levantó sus orejitas felpudas y abrió los ojos. Irguió su lomo para mirarle.

— No te haré daño, zorrito. No te preocupes. — dijo mientras acercaba la mano al hocico cautelosamente.

Dejó que la naricita negra olfateara su mano todo lo que quisiera, que la reconociera para que luego no le entierre los colmillos en el brazo. Se relajó cuando ladeó la cabecita hacia la izquierda, dejando que aquellas orejitas se cayeran de forma natural al mismo lado; el dulce aspecto causó punzones en el corazón de la alfa. Que lindura pensó.

— Es hora de entrar. Te morirás de frío aquí.

Yoon Havva podía asegurar que el ligero ronroneo que estaba escuchando del zorrito, por estar acariciando detrás de las plomas orejitas, era el más dulce que se había cruzado por su vida.
Se paró y comenzó a sacar su llave de su mochila, sonriéndole a su nuevo visitante cuando imitó su acción.

— Pasa y siéntete como en tu casa — dijo burlona abriendo la puerta.

El zorrito, captando la acción, entró al departamento.

— Te traeré una manta para que duermas encima del sofá.

Finalmente, dejó al cachorro, no tan cachorro, en el sofá con un polo encima de su sofá y una calentita manta encima del cuerpecito peludo para que no pasara frío. Apagó las luces y se durmió rápidamente.

Havva debió prever que un regalo de Yoongi, cualquier objeto de Yoongi o el mismísimo Yoongi eran motivos suficientes para vetar a algo o alguien de su departamento

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Havva debió prever que un regalo de Yoongi, cualquier objeto de Yoongi o el mismísimo Yoongi eran motivos suficientes para vetar a algo o alguien de su departamento. Sin embargo, nunca se esperó que el día siguiente a la adopción del cachorro, se encontrara a un omega preparando el desayuno a las seis de la mañana completamente desnudo.

— Entonces... —  canturreó la alfa casi burlándose de lo hilarante que resultaba la escena — Tú eres un omega cambiaformas y quieres quedarte conmigo, por eso contactaste con Yoon.

El asentimiento de cabeza causó que las orejitas se movieran de una manera adorable, haciéndole reconsiderar la opción de negar la oferta. Era de suponer que sus planes de tomar al omega para sus necesidades carnales no iban a funcionar completamente. No cuando el zorrito tenía una sonrisita rectangular que iluminaba más que el sol, una colita que se movía y se enroscaba de una manera dulce, un olor a melocotones y fresas que provocaban burbujas en su vientre y unos movimientos encima de su regazo que igualaban a la de una estrella porno. Porque así era, el lindo cuerpecito canela se movía como un experto encima de su alterada y emocionada amiguita.

— Mmm — gruñó la alfa apretando con sus manos la fina cinturita — Muévete así, bonito.

Los jadeos de su omega y la sensación de algo chorreante cayendo sobre su falo erecto hacían estragos en su cabeza.

— Alfa — gimió — Te... te quiero d-dentro.

— ¿Ah sí? — canturreó provocativamente en la orejita rojiza derecha; otro gemido fue su respuesta —  Espera un poco, mi amor. Aún no te preparo.

Havva sabía lo que hacía.
Sabía que cuando su precioso omega se nublaba de suficiente placer no podía negarse a ninguna proposición.
Por esa razón probó, y lo seguiría haciendo, todo tipo de fetiches en Taehyung. Aún podía ver las marcas de las cuerdas en las piernas canelas si bajaba la vista, muestras de la gran diversión que tuvo con el dulce cuerpo de su pareja; además, ellas le recordaban las increíbles vistas del cuerpecito doblándose y sonrojándose ante el placer y la desesperación.
Una belleza, pensó. Una belleza como la que tengo justo arriba.

— No me prepares. Solo... Solo entra, alfa.

— ¿Seguro, mi amor? ¿Podrás soportarlo?...

Antes de que pudiera continuar con su parloteo de convencimiento, su hermoso omega se enderezó, inclinándose hacia atrás para apoyar una mano en una de sus piernas y la otra tomar su pene erecto. Soltó un siseo cuando vio que el moreno trataba de alinearlo con su rojiza entrada hambrienta.

— Si no... ¡Ah! —  gimió el omega.

El falo se le había corrido de su agujero cuando trató de bajar y tomarlo, causando una deliciosa fricción.

— Si... Si no me lo d-das tú, m-me lo daré yo... alfa —  susurró

La alfa rió tratando de captar los ojitos avergonzados de tanto deseo.

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