❝The monsters were never
under my bed.
Because the monsters
were inside my head.
I fear no monsters,
for no monsters I see.
Because all this time
the monster has been me.❞
━━ metanoia series book 2
━━ remus lupin x fem! oc
━━ original de casually
━━...
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—capítulo diecisiete— DOS DESHEREDADOS, UNO MUERTO
—
—NO ES DEMASIADO tarde.
La ceja de Remelda se arqueó mientras pasaba la página de su novela muggle. Por supuesto, estaba disfrazado como uno sobre los peligros de los hombres lobo en la sociedad (¡madre estaría tan orgullosa!) Para que nadie lo cuestionara. ¿Pero quién estaba allí para hacerlo? La sala común estaba vacía, era demasiado tarde y ella estaba sentada con Demetri. No era ideal de ninguna manera, pero él quería hablar y ella no tenía ganas de moverse en ese momento, así que se quedó.
Ella sintió la necesidad de reírse de él por decir eso. Él no lo entendía, aunque ella no esperaba que lo hiciera. Remelda fue una de las afortunadas con alguien que sabía toda la verdad y tenía la cabeza despejada, alguien que le enseñara a distinguir el bien del mal. Demetri no tenía eso, no muchos otros en su casa lo tenían. Y aunque despreciaba los pensamientos corruptos de aquellos con quienes compartía una habitación, no odiaba a los individuos. No, para la gente envenenada con las creencias que tenían, sintió una inmensa lástima porque era más probable que nunca lo entendieran, nunca verían la luz.
—No tengo ni idea de lo que estás hablando, Demetri —jugó inocentemente. Fue más fácil. Dijo cosas antes que no quiso decir. Bueno, lo decía en serio, pero no quiso decirlo en ese momento.
Demetri suspiró fuertemente. —No te hagas la tonta conmigo, Remelda. Recuerdas la conversación tan bien como yo.
Sus ojos recorrieron la página antes de darse cuenta de que realmente no comprendería nada de lo que estaba leyendo mientras tenía la conversación; tomaría cada pensamiento y no quedaría nada para la novela. Lo cual fue una verdadera lástima, le gustaba mucho El gran Gatsby. Marcó la página, colocándola en la mesa de café frente a ella, recordando en silencio que la dejó allí antes de irse.
Miró el libro. —Estás leyendo algo así y sin embargo... ¿dices estas cosas?
—¿Qué quieres que me quede? —Remelda cuestionó, sus ojos marrones mirándolos intensamente—. ¿Qué fue un mal día? ¿No quería decir nada?
—¡Si! —exclamó, pellizcando el puente de su nariz mientras dejaba de caminar por un momento—. No es tan difícil. Escuchaste algo de otra casa - ¿verdad? ¡Tiene que ser eso!
Remelda no lo miró a los ojos, optando por mirar al Profeta en la mesa, levantándolo para ver la cabeza. —¿Todavía lees las noticias? —preguntó, ella asintió con la cabeza (era cierto, lo hacía)—. Todo es basura - no creas nada.
—Solo dices eso por Alfred y todo ese escándalo —señaló Remelda—. En realidad no crees eso.
