4 | Prendas inusuales.

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—¿Y bien? ¿Dónde está? —preguntó el castaño, caminando junto a Armin.

—¿Qué?

El más alto se cruzó de brazos—: ¡El suéter!

Armin miró el que llevaba. Era el grisáceo que usaba con normalidad.

Después de haber llegado a casa y notar a su madre ahí, se sintió aliviado. Le habló sobre que Mikasa había regresado y como junto con un compañero más, habían salido al centro comercial. No sabía si llamarla una salida de amigos, pero fue lo más cercano a ello que ha tenido en lo que recuerda.

Su mamá lo escuchaba con una sonrisa, mientras preparaba la cena, y el hombre que vivía con ellos se abstuvo de decir algo al momento en que el menor entró a casa con una bolsa inusual. Su contenido sólo lo mostró a la mujer, desechando el empaque, para guardar la prenda junto a varios pares de calcetines largos, bastante coloridos.

No sabía qué cosas eran de parte de quien, pero estaba agradecido.

Se probó el suéter, sin embargo, no pudo ponérselo esa mañana.

—¿Por qué estás aquí tan temprano? —el rubio cambió de tema. Acababa de llegar a la escuela y en segundos, el de ojos verdes apareció entrando junto a él.

Ambos se detuvieron en el momento en que Armin llegó a su casillero y lo abrió. Eren recargó su espalda en la taquilla de junto.

—Tengo reunión del equipo de nuevo.

—¿De nuevo? —repitió el bajito, buscando el libro adecuado a su primera clase.

—Hemos estado muy movidos últimamente. Es posible que tengamos juego pero hay problemas con los nuevos miembros y esas cosas.

—Ah... —respondió Armin con suavidad, metiendo las cosas en su mochila y cerrando su casillero.

Empezó a seguir a Eren, por inercia, quien se dirigía al suyo.

Se podría decir que la escuela estaba vacía. Aún quedaba más de una hora para que las clases empezasen. Era raro, pues la mayoría de veces en que Jaeger estaba ahí para alguna reunión de equipo, se encontraba a una que otra persona.

—¿Cuándo usarás lo que te dimos? —habló el castaño, parando frente a su taquilla. Quedaba a la vuelta de donde estaba el de Arlert, notándolo apenas—. Quiero decir, no es mucho per-...

—Estoy muy agradecido por ella, en serio. Aún no la puedo usar pero encontraré el modo de pagarles, lo prometo—interrumpió, farfullando.

El más alto cerró de portazo el casillero que acababa de abrir, asustando al chico a su lado. Recargó su brazo en la pared de taquillas, inclinando un poco su cabeza para quedar frente al rubio.

—No necesitas pagarlo, te lo dijimos ayer: son un regalo. —Acercó su dedo índice al rostro del otro y levantó el flequillo para ver sus orbes—. ¿De acuerdo? —Pudo ver con claridad cómo el rostro de Arlert se tornaba rosado y desviaba su mirada al instante.

Los iris azules hacían un lindo contraste con las mejillas rojizas del niño. Una risa se escapó de la boca de Eren, al momento en que su acompañante cubrió sus ojos una vez más, poniendo sus manos sobre el flequillo.

—No hagas eso —murmuró, con un puchero involuntario en sus labios.

El castaño abrió de nuevo su casillero, sin dejar su sonrisa—: Lo dejaré de hacer cuando se puedan ver tus ojos.

—Oh, por favor, sólo cállate, Connie. —La voz de su compañera de equipo resonó en el pasillo.

—¿Qué? Mentira no es —contestó el mencionado.

Quiero ser bonito || EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora