capítulo 14

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El rey Harald Hadrada estaba sentado en su trono después del largo viaje de vuelta a casa desde España en donde había mantenido las conversaciones con el jeque árabe y le proporcionaba más aliados para la guerra. Se encontraba pensativo después de lo ocurrido con Liv, el tío de ésta, le informó todo lo sucedido en Francia y como había logrado el rey Roberto I aliarse con ella.
En su momento cuando se lo estaba explicando, supo al instante que debería haber sido más astuto y menos arrogante con ella, no debería haberla mentido, no hubiera debido guardarse información, y mucho menos de que habían vikingos protegidos en Francia, escondiéndose de él, escondiéndose de todos.
Se arrepentía ahora de ello, mantenía la mente fija en esa idea y algo de temor tenía, ya que, después de haberla visto hacer ciertas cosas, dudaba ahora de ganar la guerra contra Roberto.

En su día, pensó en quitarle su país, pero para aquel entonces, eran aliados y no le beneficiaba hasta ahora, viéndose apoyado por el árabe que le brindaba la oportunidad de ganar la guerra.
Aunque, ahora tampoco le importaba mucho Francia como nación, por su mente, solo tenía las ganas de ganar, era esa ambición que no lo dejaba descansar, quería con todas sus fuerzas ser el mejor, pasar por encima del francés, que la historia hablara del gran Harald Hadrada, de como derrotó a los franceses y puede que incluso, a la gran domadora de lobos vikinga de la cual estaba seguro que sería recordada.

Los libros hablarían de ella, eso estaba claro. Se reconocía a si mismo que la respetaba en demasía y le hubiese gustado hacer las cosas bien, pero a veces los consejeros no deben ser escuchados, eso también lo tenía mosqueado.
Tendría que haberlo echo todo a su manera, haberle dicho las cosas, algo que en su momento, ella misma le advirtió, que nunca le mintiera.
Ahora más que nunca, comprendía que era una mujer de palabra y que si un aliado la traicionaba, no dudaría en romper esa alianza por la traición.

Suspiró impaciente, ahora faltaba esperar, y eso lo mataba, no le gustaba la idea de quedarse sentado esperando. Podría atacar, ir directo a Francia, empezar la guerra hoy mismo, pero la paciencia era una virtud, aún no estaban preparados. El árabe era quien tenía la última palabra en esto, por eso todo iba más despacio y eso lo empezaba a tener más tenso, más nervioso y más ansioso que nunca.

— mi señor.

Lo sacó de sus pensamientos justamente el tío de Liv, lo miró.
— dime Jorge

El hombre dió unos pasos hacia él para estar más cerca y no tener que elevar la voz demasiado.

— todo el norte de Noruega está viajando hacia el sur.

Ladeó la cabeza — ¿ qué quieres decir?

Soltó aire impaciente mientras apretaba los dientes con dureza .

— los norteños, han dejado sus tierras.

Fruncía el ceño confuso — ¿ hablas de los vikingos?

Asintió — si excelencia

Parpadeó más confuso — ¿ porqué?

— hasta donde llegan los rumores, parece ser que mi sobrina está armando alianzas.

— es lista — decía mientras con su mano le señalaba una silla.

Jorge fue hacia ella, la cogió y la llevó cerca de él, se sentó y soltaba de nuevo aire nasalmente — si — hacía mueca con mala gana.

— ¿ de cuántos estamos hablando?

— no puedo asegurarlo al cien por cien, pero por lo que hablaban las malas lenguas, eran casi diez mil vikingos.

Se lo quedó mirando a los ojos fijamente, más de lo establecido y luego se levantó de golpe, yéndose hacia los ventanales y mirando caer la lluvia en su jardín.

LA ERA VIKINGA ( cuarta temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora