DEJAR EL ORGULLO A UN LADO
SAMANTHA
—¿De verdad?— Preguntó Jack con un brillo en sus ojos aún sin creerlo. —De verdad.— Afirmé. —Bueno yo...— Jack comenzó a hablar pero fue interrumpido por su madre, quien llegó repentinamente hacia donde estábamos. —Hey chicos, ya se hizo un poco tarde, será mejor que volvamos al Hotel.— Sugirió Regina a lo que Jack bufó. —¿Mamá nos podríamos quedar un rato más? Estamos en algo importante.— Habló este a lo que su madre hizo una mueca negando levemente. —Lo siento Jack, pero los padres de Samantha de veras están insistiendo que volvamos al Hotel, no pensábamos que se nos haría tan tarde.— Lamentó a lo que Jack desanimado asintió y los dos nos dirigimos con nuestros padres para después llegar al lugar antes mencionado y adentrarnos en el ascensor que nos dejó en el pasillo donde se encontraban nuestras habitaciones. —Espera Sam.— Sentí como Jack tomó mi mano impidiendo que entre a mi habitación. —¿Qué te parece si mañana luego del desayuno paseamos un poco fuera del Hotel? Seguro tendremos más espacio para nosotros y vamos a poder charlar tranquilos.— Sugirió a lo que yo lo miré con una sonrisa de labios para después asentir levemente. —Me parece bien.— Respondí. —En ese caso, te veo mañana, duerme bien.— Se despidió de mi dejando un beso en mi mejilla para después retirarse. Yo por otro lado con una boba sonrisa en mi rostro me adentré a mi habitación y me dirigí hacia mi cuarto metiéndome por debajo de las sabanas de mi cama. No iba a cambiarme de ropa, tenía mucha vagancia y sinceramente no podía dejar de pensar en que mañana tal vez mi relación con Jack podría mejorar, aunque sinceramente no estábamos tan mal, a veces nos peleábamos, pero en otras ocasiones hasta nos podíamos llevar realmente bien. Finalmente el sueño me ganó y caí rendida en los brazos de Morfeo. Como era de costumbre no soñé con nada y si es que lo hice, no me acuerdo en lo absoluto. Las horas pasaron y maldigo internamente al sentir los rayos de sol reflejados en mi rostro. ¿Por qué cuando uno duerme la cantidad de horas necesarias siente que aún no son suficientes? Si fuera por mi seguiría descansando lo que queda del día, pero lastimosamente ya se me había ido el sueño. Solté un bufido y me dirigí hacia el baño comenzando a darme una ducha, al terminar salí de ahí con una toalla envolviendo mi cuerpo y me dirigí hacia el armario tomando un conjunto de ropa para después colocármelo, me cepillé un poco mi cabello y ya satisfecha tomé mi celular colocándolo en mi bolsillo trasero. —Buen día hija, ¿Lista para desayunar?— Preguntó mi padre con una sonrisa al verme, yo simplemente asentí. Mi madre no tardó en alistarse y los tres ya preparados nos dirigimos hacia el comedor del hotel encontrándonos a los Ryder, nos saludamos y todos nos sentamos en una misma mesa. Decidí desayunar una ensalada de frutas, no tenía mucha hambre. El desayuno transcurrió en conversaciones por parte de nuestros padres, por otro lado Jack y yo estábamos en completo silencio, no decíamos absolutamente nada. Pero no por un estado de incomodidad, simplemente no teníamos ni la menor idea de que hablar, tal vez eran los nervios que nos consumían , no se Jack pero yo estaba bastante nerviosa, pues no sabía que cosas me diría el. Al terminar Ryder y yo pedimos permiso para salir, al escuchar que estaban de acuerdo nos dirigimos hacia la salida del hotel. —Jack cariño, ¿No quieren mejor que salgamos todos juntos?— Preguntó Regina acercándose hacia nosotros a lo que el maldijo en forma baja, yo sonreí con ternura. —¿Mamá te acuerdas que ayer estaba en algo importante con Samantha?— Preguntó Jack a lo que ella asintió levemente aún sin entender muy bien. —Pues de verdad necesito hablar con ella, y a solas.— Explicó. —Oh claro, vayan, no vuelvan después de las doce eh.— Nos miró con burla para paso seguido retirarse a lo que Jack rodó los ojos. —Ya me tiene harto.— Musitó una vez fuera del hotel. —Solo te quiere cuidar, es tierno.— Me encogí de hombros. —Ya no es muy tierno que me siga tratando de esa manera con la edad que tengo.— Se quejó a lo que yo lo miré divertida. —Oh, pues cuanto lo siento señor Ryder.— Hablé de forma burlona a lo que el soltó una pequeña risa, sonreí ante mi logro. —Ya mejor dejemos de hablar sobre mi madre y concentrémonos en nosotros.— Habló cambiando de tema. —Pues entonces en ese caso, ¿A dónde estamos yendo?— Pregunté con intriga. —¿Ya volviste a tener curiosidad de todo pequeña Parker?— Musitó con una amplia sonrisa a lo que yo rodeé mis ojos. —Pues si, siempre.— Admití a lo que él tomó mi mano y me dirigió hacia un parque muy bien cuidado con un pequeño lago. —Sinceramente me hubiera gustado arreglar las cosas de noche en la playa, pero al menos estamos en un parque de México.— Se encogió de hombros. —No me puedo quejar, eso no pasa todos los días.— Admití elevando mis dos brazos hacia arriba con una sonrisa de labios en mi rostro. Los dos nos sentamos en el césped y Jack me dio una mirada como si me estuviera pidiendo permiso para hablar primero a lo que yo asentí, ya no tendríamos mas interrupciones. —Bueno, antes que nada lo siento.— Musitó Jack comenzando a jugar con sus manos a lo que yo lo escuché con atención. —Lo siento por las lágrimas que derramaste por mi culpa, lo siento por borrarte esa sonrisa preciosa que siempre llevas en tu rostro, lo siento por hacer una apuesta a tus espaldas, lo siento por todo.— Soltó un suspiro. —Yo no quería hacerlo, no quería hacer ninguna apuesta, pero tenía miedo, tenía miedo de solo pensar que te perdería por el simple hecho que Sabrina y Thomas estén en la misma escuela que nosotros, me ponía los pelos de punta. Una tarde, cuando salía de la escuela, fue cuando aún no éramos novios tu y yo, Sabrina se cruzó en mi camino y me preguntó si yo estaba enamorado de ti. Yo se lo había negado ya que en ese momento no era capaz de admitir mi sentimientos hacia ti. Entonces ella me propuso una especie de apuesta, en la que consistía que si yo realmente no estaba enamorado de ti, yo sea quien te enamore y después hacerte sufrir, ella a cambio se iría de la escuela junto a Thomas y no volverían a molestarnos. Pero todo fue en vano, pues ellos se salieron con la suya, como siempre. Se supone que tu nunca ibas a enterarte de la apuesta, Thomas y Sabrina me tendieron una trampa. Este último tiempo me estuvieron amenazando con que te dirían lo de la apuesta, es por eso que a veces actuaba de forma extraña o preocupado.— Soltó un bufido. —Quiero que sepas que esto no lo hice con ninguna maldad, todo lo contrario, lo hice por nosotros. Y se que todo fue para peor, pero estoy realmente arrepentido, tendría que haber buscado otra solución, pero estaba desesperado.— Musitó con sus ojos aguados, yo por otro lado, ya estaba soltando pequeñas lágrimas. —Samantha, te adoro. Gracias a ti cambié, lograste que dejara de ser un completo idiota engreído, o bueno, tal vez no del todo.— Habló de forma divertida lográndome sacar una pequeña sonrisa de labios. —Te quiero pequeña Parker, te quiero con todo mi corazón, siempre lo hice, me encantas desde el primer día que llegué a la escuela y te conocí en mi salón, me encantas desde que derramaste tu café en mi camisa.— Pequeñas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre nosotros, sonreí ante eso. —Y aunque probablemente ahora me odies y detestes con todo tu ser, yo te amo, te amo con todo lo que soy, no quiero que esto termine, no quiero darle fin a este hermoso sentimiento que tengo por ti. Y aunque suene como un loco adolescente enamorado, no me importa, porque es verdad, me tienes locamente enamorado. Samantha Parker, ¿Me darías una nueva oportunidad?— Yo no lo pensé ni un segundo y me abalancé hacia él colocando mis manos en sus mejillas, juntando mis labios con los de él formando un beso tierno y lleno de sentimientos. Tal como la primera vez, demostrando lo que sentimos el uno por el otro, con la presencia de la lluvia cayendo sobre nosotros.
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Martes 13
Teen FictionMartes trece, día conocido como el de la mala suerte. En donde todo puede suceder de mala manera y de la forma en la que menos te la esperas. Polos totalmente opuestos, tal como el agua y el aceite, definitivamente no los puedes unir. Ella, una chic...