Capítulo 35."Tragedia"

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El ambiente se había tornado pesado, el silencio se apoderó del momento, solo con las miradas se comunicaban. Decían todo con su mirada.

— Te lo advertí, te dije que no te metieras en nuestra relación. No tiene nada que ver contigo.
Le reclamó Michael sin dejar de sostenerle la mirada con el ceño fruncido.

Alejandro se limitó a contar hasta diez, tal como su madre le había enseñado. Sabía que esto no tenía que ver con él, sin embargo, solo porqué se preocupaba por el bienestar y la felicidad de su amada Katerin. Ahora mismo sé preguntaba qué era lo que le había visto de bueno a él, aunque, no era momento de pensar en eso, sino de encontrar una solución para salirse de esta discusión sin una pelea de por medio.

— Michael, antes de que digas algo más, por favor tranquilízate. No es momento de que nos pongamos a discutir, es mejor dialogar.
Dijo con toda la tranquilidad.

Michael se sintió un poco avergonzado, Alejandro no era lo que esperaba. Siempre le había dado la imagen del chico problemático, que con cualquier mínima provocación se lanzaría sobre él. Sin embargo, ahora se mostraba demasiado tranquilo y pacífico. Lo cual le molestaba demasiado.

— No me vengas con tu papel de hombre pacífico, no hay nadie que nos vea, no tienes que fingir ni aparentar, siéntete libre, vamos.
Le incitó Michael acercándose más a él.
— No, te equivocas. Yo no finjo, además, no soy fan de la violencia. Mi madre me decía que la violencia no soluciona nada, solo genera más. Así que, te invito de la manera más amable a que tomemos un café o un jugo y hablemos de manera tranquila.
Respondió Alejandro, tomó sus herramientas de jardinera y los colocó en la mesita de roble que tenían afuera.

Esto solo hizo que Michael se enojara aún más, él que venía en plan de pelea con él ahora había quedado como un tonto frente a éste. Sin pensarlo y con la sangre hervida se lanzó contra Alejandro, quien lo esquivo. Dejando que Michael cayera sobre la delicada rosa roja que Alejandro estaba regando antes de que él llegara.

La cara y la ropa de Michael se llenaron de lodo, Alejandro se dispuso a ayudarlo, dejó las cosas que tenía en las manos en la mesa y se acercó a él. Sin embargo, al apreciar bien la situación se horrorizo al contemplar la rosa y el rosal que junto a su madre habían cultivado. Aquel que florecía, marchitaba y volvía a florecer, ese rosal que era tan especial para él.

Observó como aquel rosal se había quebrado, sus tallos, sus hojas y los pétalos de sus rosas habían quedado destrozados. Alejandro no supo en qué momento tomó de la playera a Michael y lo levantó de un tirón, dejando una marca en la delicada tela de esa prenda.

La paciencia, la tranquilidad y la sensatez había desaparecido en él, ahora lo único que lo dominaba era la ira, la impotencia y la molestia consigo mismo, si no se hubiera movido, aquel bello rosal, aquel que era tan especial para él no habría estado como ahora lo estaba.

Sin decir absolutamente nada se agachó a tomarlo entre sus manos y tratar de rescatar algo de él. Pero, eso ya no era posible, todo estaba quebrado y deshecho. Las lágrimas se desbordaron de sus ojos y viajaron a través de sus mejillas.

— Madre, lo único que me has dejado qué proteja no lo pude hacer bien.
Dijo con un nudo en la garganta.

Michael se encontraba adolorido por las espinas que se habían clavado en su piel, su ropa estaba hecha un caos y se sentía más avergonzado.

La actitud que Alejandro había tomado lo dejó sin palabras, jamás lo había visto de esa manera, él parecía ser un niño pequeño desamparado sin su madre.

— ¿Por qué estás así? Es solo un rosal.
Mencionó Michael sin comprender nada.

Alejandro soltó una carcajada llena de amargura, lo volteó a ver con una mirada y una sonrisa fría.

— Un solo rosal, ¿No? Dime que se siente que alguien muy especial que ya no está en este mundo te regale algo y que alguien más te lo rompa, te diga que no es nada especial y que se puede reponer. Piénsalo bien y dime que le dirías.
Soltó Alejandro sin dejar de mirarlo con ira.

En ese instante, Michael entendió las palabras de Alejandro, el rosal era especial para él porque la persona que se lo había obsequiado había sido su madre, persona que desafortunadamente había muerto joven, dejándolo sólo sin su amor materno.

— Alejandro, yo... Lo siento.
— Eso no sirve de nada, Michael. No lo hace, si tanto te molesta que hablé con Katerin, ¿por qué no se lo dices a ella? No sólo yo soy quien le habla. Además, si es que les dije, y te advertí sobre la madrastra de Katerin, es porque me importa la felicidad de ella. Pero... ¿Sabes qué? - silenció un momento mientras respiraba una gran bocanada de aire y dejó salir la energía negativa que comenzaba a acumular - ya será problema tuyo, si quieres creer bien y si no, pues también. Ya no me importa y por favor no vengas jamás aquí.
Dijo Alejandro enfadado.

Michael sabía que había llegado demasiado lejos, jamás había visto enojado de esa manera a Alejandro, además, aquello era lo más valioso porque su madre se lo había dejado con tanto amor.

— Alejandro... Lo siento.
— Por favor, vete. Hazlo ahora, no quiero verte ahora, por favor. No quiero caer en la tentación y plantarte un buen golpe por lo que has hecho.
A duras penas, Alejandro pudo decir esas palabras, aún mirando la planta destrozada.
— Yo... Si eso te sirve, hazlo.
Le dijo Michael, tratando de alivianar su conciencia.

El daño ya estaba hecho, ya no podía hacer nada para que Alejandro se sintiera bien, por dentro estaba destrozado. Los recuerdos habían venido a él, la sonrisa que su madre le había regalado aquel día y la confianza que le había dado.

«— De ahora en adelante estarás al pendiente del jardín de tu madre y este pequeño rosal que hemos plantado los dos será la prueba de nuestra promesa. ¿De acuerdo?
Dijo su madre esbozando una linda sonrisa y acariciando su cabello, apartando la tierra que él mismo se había tirado sobre él.

Aquello que su madre le estaba enseñando era el valor de la responsabilidad.

— Sí, mamá. Te lo prometo.
Afirmó con una sonrisa.
— Buen chico, Ale.
Le apremio su mamá con un beso en la frente.» ante aquel recuerdo, Alejandro se dejó caer sobre la tierra mojada y las lágrimas comenzaron a desbordarse.

En este punto ya no le importaba lo que pasaba en su entorno, sólo estaba encerrado en su dolor. Michael por primera vez lo podía ver con otros ojos, no era aquel chico sin sentimientos que aparentaba, al contrario, era uno que añoraba y extrañaba el cariño de su madre. Su actitud fría y desinteresada estaba ocultando al pequeño niño encerrado, tímido y adolorido que sólo se mantenía firme con sus recuerdos.

— Alejandro, en verdad lo siento.
Volvió a decir acercándose a él.

Alejandro frunció su entrecejo, se levantó y lo miró detenidamente.

— Te dije que te fueras. Lárgate ahora mismo.
Gritó Alejandro.

Su grito estremeció a Michael, los empleados de aquella mansión llegaron apresurados hacia ellos dos. Al ver el rosal destrozado todos esbozaron una expresión de horror en sus rostros. Sabían cuán importante era aquello tanto para el señor Magno, como el joven Alejandro.

Al mirar a Michael, tuvieron la respuesta de lo que había ocurrido. Por lo que, la ama de llaves se apresuró a tomar del brazo a Michael y conducirlo a la salida, antes de que ocurriera una tragedia ahí.

Michael aún seguía en shock, la mirada que Alejandro le había dado le causó que su piel se enchinara.

— ¿Aquel rosal es de la madre de Alejandro?
Preguntó con curiosidad.
— Sí, joven. Aquello es lo más valioso que había en esta casa, el joven Alejandro todos los días se ha encargado de cuidarlo con amor y dedicación.
Le confirmó la mujer con una afligida expresión.

Y si tan solo nos amamos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora