Prólogo.

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Un pequeño niño abraza con desesperación el cuerpo de su madre, quien no parece responder a su llamado. Con sus fuertes llantos, al fin logra despertarla, la cual lo mira con preocupación.

Ella sabe que no le queda suficiente tiempo para seguir a su lado, por lo que lo abraza fuertemente, brindándole todo el cariño y el amor que le hará falta en un futuro.

El niño por su parte se dedica a recibir el cariño de su madre. Mientras que, su padre los observa con gran pesar y tristeza desde el fondo de aquella solitaria habitación.

Él había buscado en todas partes la cura para su terrible enfermedad, sin embargo, no tuvo suerte. El daño ya era demasiado grave, ella partiría dejándolos solos.

Él tendría la responsabilidad de cuidar al pequeño, quien apenas tiene unos 7 años. Tan joven se quedaría sin el amor y el afecto de su madre. El padre del pequeño sentía que la vida era injusta con él.

— Ale, hijo. Prométeme una cosa, mi niño.
Dijo su madre tomando su pequeña mano.

El pequeño la miró con atención, él era capaz de hacer lo que su madre le pidiera, por ella haría cualquier cosa. Si ella le ordenaba que se fuera a dormir temprano aunque no tuviera sueño, lo hacía, porque sabía que su madre tenía la razón.

— Dímelo y yo lo haré.
Contestó mirándola con atención.
— Si un día tu mami no despierta, no te preocupes, ella ya está en un sueño profundo en donde no hay dolor ni sufrimiento. Aunque ya no esté despierta para besarte, mimarte y darte todo el cariño que mereces, debes saber que jamás te dejaré solo. Tu madre siempre estará aquí y aquí.
Dijo con lágrimas en sus ojos mientras le señalaba su cabeza y su corazón.

El chiquillo no comprendía las palabras que su madre estaba diciendo. Pero, su padre si lo hacía, al igual que ella estaba hecho un mar de lágrimas. Su esposa comenzaba a preparar a su pequeño para lo inevitable.

El pequeño sin comprender por completo asintió ante las palabras que su madre le había dicho. Con una bella sonrisa lo volvió a abrazar.

— Mi pequeño Ale, mi niño hermoso. Cuando ese momento llegue debes demostrarme lo fuerte que eres, por favor sé obediente con tu padre, mi vida. Espero que la vida te recompense.
Dijo su madre acariciando su suave cabello oscuro.

El niño aún no era capaz de entender aquello, sin embargo, le daba la sensación que su madre se estaba despidiendo de él. No sabía porque, pero eso lo comenzaba a aterrar.

— ¿Sabés? Hay una historia en la familia Magno. Un tataratara tataratara abuelo sufrió bastante por un amor que no supo apreciar a tiempo, así que no pudo estar con su amor. Por eso, te aconsejo que si una chica te gusta o te confiesa que te ama. Dale una oportunidad, conquistala y demuéstrale el bello ser que eres.
Le aconsejó su madre con una voz suave, el pequeño se encontraba acostado sobre su regazo.

— Está bien, mamá. Haré lo que me pidas.
Contestó mirando los verdes ojos de su bella madre.

Los siguientes días, ella se dedicó a pasar todo el tiempo con su pequeño, sabía que en cualquier instante su vida se apagará y lo dejara solo en ese solitario mundo.

«Solo espero que el cielo te dé todo el amor que no te daré, realmente espero que puedas vivir feliz, mi pequeño Ale.» pensó la madre con una triste sonrisa.

Una mañana mientras el pequeño se dirigía a su escuela, decidió que antes de irse besaría a su madre. Por lo que se encaminó con gran entusiasmo.

Con brinquitos de alegría iba subiendo las escaleras, cuando escuchó el llanto de su padre. Con el corazón apretado subió a toda prisa, abrió la puerta de la habitación de sus padres, solo para ver el rostro empapado de lágrimas de su padre mientras sostenía a su madre en sus brazos.

El pequeño se acercó lentamente, fue al lado de su madre y le dio un pequeño beso en la mejilla. Sabía que con ese gesto ella despertaría, sin embargo, en esta ocasión no lo hizo. La desesperación comenzó a apoderarse de él.

Su querida madre no se despertaba, por más que lo intentará ella no despertaba. Al intentar una y tras otra, miró a su afligido padre.

— Papá, ¿por qué mamá no despierta?
Le preguntó con curiosidad.

Su padre dejó lentamente el cuerpo de su esposa, tomó del brazo al pequeño y lo abrazó fuertemente.

— Mamá, se ha ido. Mamá, no va a despertar. Ella ahora solo está en nuestros corazones.
Contestó abrazándolo con fuerza.

Las palabras que su madre le había dicho al fin tenían una respuesta entendible, ella se refería a eso. El niño al fin entendió, su madre se había ido al descanso eterno, él ya no sería capaz de volver a abrazarla ni escucharla.

— Mamá, mamá.
Comenzó a sollozar.

Su padre lo abrazó con más fuerza, sabía que esto sería demasiado para el pequeño, el dolor estaría para siempre y la ausencia de su madre lo tendría para toda su vida.

...
El funeral de su esposa había estado lleno de personas que la amaban y la valoraban. Todos le habían dado el pésame, él ahora era un padre que debía ver por lo único que le quedaba de su más grande amor.

El pequeño Ale no fue el mismo de antes, a pesar de haber recibido el amor, cariño y atención de su padre, además de consultas con el psicólogo, no podía superar la pérdida de la mujer más importante en su vida, aquella que lo había amado hasta el último aliento de su vida.

El tiempo transcurrió, el pequeño creció y se ocultó sobre una apariencia de arrogancia y de frialdad, esa era la única manera de no sufrir por la pérdida, no de nuevo. Él ya no quería volver a sufrir.

Por mucho tiempo se negó a salir con las chicas, hasta que la conoció a ella. Una chica que tenía las características idénticas a las de su madre. Una mujer sabía, amable, gentil, de buen corazón y de una hermosa sonrisa. Esa chica era nada más ni menos que Gyuri Katerin Castillo Jiménez.

La chica más inteligente de toda la facultad, a quien por su personalidad desastrosa alejaba.

Alejandro había finalmente encontrado a alguien especial, él estaba seguro de lo que quería y eso era que ella formará parte de su vida.

Las palabras de su madre cada vez tenían más razón, ahora que había crecido al fin lograba entenderlas.

«Juro que lucharé por este amor, mamá. Espero que desde donde estés me veas y me ayudes.» pensó Alejandro mirando al cielo.

Y si tan solo nos amamos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora