Capítulo 36."Frialdad"

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Por más que había tratado, no pudo recuperar aquella delicada planta, la cual con tanto cariño había estado cuidando desde que su madre había partido. Eso era lo único que lo lograba poner feliz y dejar salir sus pensamientos negativos.

Ante la llamada del personal, Don Ernesto se apresuró a llegar a casa, dejando atrás una reunión importante con unos inversionistas. En este momento, nada era más importante que el bienestar de su hijo.

Al llegar encontró a Alejandro aún arrodillado, el suelo ya se había secado y el lodo en su ropa ahora era una capa seca de tierra. Alejandro se había negado a moverse de ahí, aquel rosal ya ni estaba así como su madre tampoco lo estaba.

En cuanto su padre se acercó a él y lo abrazó se quebró en llanto, dejando salir todo lo que había estado guardando. Juntos lloraban por aquel terrible suceso, al igual que el personal se sentía devastado. Todos añoraban y apreciaban aquella valiosa planta, que su anterior dueña había plantado con mucha emoción junto a su pequeño hijo.

— Papá, no... No pude proteger lo más valioso para mi mamá.
Sollozó Alejandro.

Su padre lo abrazó más fuerte, le acarició su cabello y le dio una pequeña palmadita en su espalda. Después, lo tomó de los hombros y se dedicó a mirarlo con cariño.

— No, hijo. En eso te equivocas. Lo más valioso para tu madre eres tú, así que, no seas demasiado duro contigo mismo. Estoy seguro que a ella no le gustaría verte de esta manera, anda, levántate y entremos a casa.
Le respondió su padre tomándolo con fuerza y ayudándolo a levantarse.

Las palabras de su padre lograron darle alivio a su adolorido corazón. Su madre había sido una grandiosa mujer, amada por todas las personas que la rodeaban y respetada por todos.

La pérdida de aquel rosal le recordó aquel fatídico día en el que su madre dejó este mundo, llevándose consigo una parte de su felicidad y trayendo le un gran vacío que nada ni nadie podía llenar.

Su padre no tuvo la necesidad de preguntarle sobre lo que había pasado, ya que sus empleados lo habían puesto al tanto.

En toda la tarde trató de levantarle el ánimo a su hijo, quien ya había dejado de llorar, pero, ahora se encontraba en silencio y con la mirada perdida.

— Definitivamente tengo que tomar cartas en el asunto, esto no puede quedar así. Mi hijo no va a sufrir en vano.
Susurró Ernesto enfadado.

La condición y estabilidad emocional de Alejandro dependía de aquel bello rosal, el cual había sido tan significativo para sus padres, en especial por su madre quien lo había plantado en honor a su buena nota en el preescolar.

Alejandro se había destacado desde niño por ser un feliz, energético e imperativo chiquillo que alegraba la vida de sus padres. Pero, después de la pérdida de su madre, su actitud había cambiado drásticamente, no era capaz de sonreír por sí sólo, se había aislado de todos los demás niños y la mayor parte de su tiempo la pasaba en aquel jardín admirando aquel rosal, donde extrañamente podía contemplar radiante y feliz a su madre.

En ese lugar él había encontrado un refugio, un alivio. Ahora que ya no estaba se sentía vacío y desolado, ya no miraba el rostro radiante de su madre reflejado en aquel rosal.

La actitud fría, inexpresiva y sombría de Alejandro había regresado. Su brillante sonrisa y el brillo en sus ojos había desaparecido.

— Hijo, vamos a comer. Anda, hazlo por tu madre.
Le dijo su padre con el semblante preocupado.
— De acuerdo, padre.
Respondió Alejandro con una actitud decaída.

A Ernesto no le cayó para nada bien, sus preocupaciones y miedos habían regresado una vez más. Alejandro volvía a ser aquel niño lastimado, lleno de tristeza y añorando el cálido abrazo de su madre, quien a muy temprana edad lo había dejado en contra de su voluntad.

«Mi querida, ¿cómo puedo ayudar a nuestro Alejandro? Es tan difícil esta carga que estoy cargando en mi espalda, me duele ver de nuevo tan triste a nuestro chico.» Pensó afligido.

...

Alejandro se mantuvo de ese ánimo toda la tarde, a duras penas había comido por insistencia de su padre. Al día siguiente, ya no estaba tan decaído como ayer, sin embargo, su mirada y su actitud eran diferentes al Alejandro que solía ser.

Por otro lado, Katerin se encontraba agradecida con Alejandro, su amigo había demostrado ser un chico leal y valioso. Con alegría se dirigía a agradecerle por su grandiosa contribución.

Justamente cuando iba entrando al salón encontró al solitario chico que se mantenía mirando a la ventana. Sin pensárselo dos veces corrió hacia él y lo abrazó.

Katerin no era una chica que daba abrazos a todo el mundo, sus gestos y acciones sólo eran para quienes lograban obtener su confianza. Él lo había logrado, pero, no estaba en condición de alegrarse por eso.

— Gracias por tu advertencia, pude descubrir que mi madrastra está tramando algo en contra mía y para su beneficio.

Él se giró a mirarla con el semblante serio, lo cual desconcertó a Katerin, apartó de manera amable sus brazos y tomó sus manos entre las suyas.

— Me da gusto por ti, pero, te agradecería que no hicieras este tipo de gestos. Puede que te malinterpreten o que me confundas a mí. Después de todo soy el chico que está enamorado de ti.
Le dijo Alejandro acariciando sus manos con sus pulgares.
— Ale, deja de jugar.
Contestó Katerin con una pequeña sonrisa.
— No estoy jugando, es la verdad. Así que, no me abraces, por favor. Además, tu novio todo lo toma como ofensa, él piensa que todo tiene que ver con él, no quiero tener ningún problema ni con él ni contigo, así que... No hagas cosas que se puedan malinterpretar.
Dijo Alejandro soltando sus manos.

Katerin se sintió avergonzada, no creyó que sus acciones fueran así de malas. Con una sonrisa se disculpó y se fue a su asiento.

Una brecha entre ellos dos comenzaba a hacerse, lo cual a Katerin le causó miedo de perder su amistad y su compañía. En este lapso de tiempo, Alejandro se había convertido en alguien especial para ella.

«¿Qué sucede con Alejandro? Definitivamente algo pasó para que él esté y se comporte de esa manera. Debo encontrar lo que originó eso» Pensó Katerin mirando con preocupación a Alejandro.

Michael no se había atrevido a acercarse a él, se sentía avergonzado por lo que había causado.

El resto de las clases, Alejandro se mantuvo callado y distante. Esto ocasionó que Katerin se preocupara aún más.

— ¿Sabes que sucedió con Alejandro?
Le preguntó a Michael, él cual palideció al escuchar su pregunta.
— No, no lo sé. No es como si yo fuera su sombra o algo suyo para que sepa todo, no me preguntes por él.
Respondió bruscamente sin mirarla.
— De acuerdo, no te pongas de esa manera. Solo te lo digo porque te conozco y pensé que ayer fuiste a reclamarle. Pero... Me alegra que no lo hiciste.
Dijo Katerin mientras determinaba meticulosamente el rostro de su novio.

Ante sus miradas, Michael se sintió incómodo, luego de aguantar por mucho tiempo, se excusó y se alejó de ella.

— Espero que no tengas que ver con la actitud de Ale.
Murmuró Katerin mirando como Michael se alejaba.

En la salida, ella lo esperaba en la puerta de entrada junto a su chófer. Michael se negaba a soportar su mirada, ella lo hacía sentir incómodo y más culpable de lo que ya se sentía.

— Ptss, ptsss.
Escuchó una voz detrás de uno de los carros que se encontraban detrás del suyo.
— ¿Me habla a mí?
Preguntó observando al conductor de aquel auto con parabrisas polarizadas.
— Sí.
Afirmó aquella misteriosa voz, por alguna extraña razón le resultaba conocida.

La curiosidad surgió desde dentro de ella, se acercó a un más a aquel auto, su chófer la acompaño. Al llegar frente al auto, los vidrios fueron bajando poco a poco revelando el rostro familiar de este hombre.

— ¿Usted?
Preguntó sorprendida.

Y si tan solo nos amamos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora