Respiro

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Todo lo que escribo está impregnado de tintes oscuros, opacos, caóticos, melancólicos y principalmente desesperanzadores. 

Es curiosa esta observación, tal vez sea por el recuerdo y la clara conciencia de que realmente tu ya no estés en el mundo. 

El pensamiento me entristece como nadie se imagina, lo siento tan cruel, tan hondo; mi respiración se corta, siento el inundar de mis pulmones de aire ácido, caliente y lacerante; carente de aire puro y limpio, aquel que revitaliza el alma. 

La estación de tren está perdiendo su brillo y color o son mis ojos que ya no lo pueden ver. 

He pensado en quitar mis lentes, pero no puedo hacerlo, para mi es como una protección del mundo. Ni siquiera yo me entiendo. Tú quitabas mis lentes, siempre en tus acciones había una delicadeza peculiar, como si evitarás causar algún daño. Tenías límites inquebrantables, te encogias a cada toque y ponías distancia entre las personas, es curiosa la forma en que solo yo tenía permitido tocarte. 

Tomarte del brazo, acariciar tu mano, abrazarte en cada despedida y me deleitó con el recuerdo de la caricia que proporcionaba en tu cabello liso, era una suavidad indescriptible, como acariciar la noche. Fueron pocas oportunidades en las que realmente pude hacerlo, supongo que ya no hay secreto. Si te preguntas cuándo sucedió fue mientras dormías mientras íbamos a algún viaje. 

El espejo y el reflejo que me brinda no es el mismo de antes, ya no me reconozco al verme, veo un fantasma que se aferra a la vida, veo un recuerdo desgastado y maltratado. Veo anhelo. En realidad ya no se que veo. 

Pero hay uno de tantos recuerdos que siempre me trae vida, es un recuerdo feliz, casi un sueño. 

El whisky siempre fue tu bebida favorita, te gustaba adornarlo con una hoja de menta, Volvía su sabor más fuerte y en ti dejaba un aroma adictivo, atractivo, un aroma que me hacía temblar las piernas y contraer los músculos del abdomen. Dejaba tus ojos chispeantes como si por momentos olvidarás al mundo, tu mirada se volvía penetrante como si leyeras mi alma. 

Ese día tomaste más de la cuenta, tu andar se volvió vacilante pero no menos firme y con clase, quitaste mis lentes guardandolos en tu saco. Tomaste mi rostro entre tus manos y lo acariciaste con deleite en la mirada. 

-Tus ojos, me gusta verte a los ojos. 

No podía hablar, las palabras se rehusaban a salir, sentía el aire atascado en la garganta y podía sentir el retumbar del corazón atrapado en mi caja torácica exigiendo escapar. 

-Tienen el mismo brillo. 

No entiendo a que te refieres con ello, pero sabía que era algo íntimo y especial. Tus ojos estaban brillantes por lágrimas no derramadas y la sonrisa que me regalaste era incomparable, una sonrisa de mil emociones. 

-Yo mantendré tu brillo, te lo prometo, viviré solo por ver tu brillo. 

El silencio que nos envolvía era plácido, tranquilo e íntimo. Y el beso húmedo que dejaste en mi frente fue la explocion de mil colores, la manera en la que cerraste los ojos como guardando el momento. La forma en que sosteníasmi nuca y acunabas mi mejilla era suave y delicada, desbordaba ternura y adoración. 

Mi corazón se detuvo por segundos para después empezar un latir desenfrenado, casi enfermizo. Acariciaste mi cuello, presionaste en mi pulso y relamiste tus labios con lentitud provocativa, no podía dejar de ver tus labios y sentir tu aliento alcoholizado y mentolado. 

De no haberme escondido en tu pecho, escondiendo mi vergüenza y mis nervios crecientes estoy segura que tu fuego abrazador me hubiera consumido con besos devastadores y caricias pecaminosas. 

Amo todo de ti Lena, incluso aquello que aún no entiendo sobre ti. 

Por favor…. Piensa en mí. 

Los Días Sin TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora