Cuando Te Vi

2.2K 127 7
                                    

Hay muchas cosas que no sabes de mi, y hay mil y una que yo no entiendo de ti.

Reservada, callada, misteriosa y problemática. Eras el tipo de persona que detestaba, desbordando elegancia y clase, con rostro arrogante y distante, te creía fría, desalmada, cruel, como todos los que en un pasado me molestaban. Eras el estereotipo de persona millonaria, a tu alrededor rondaban miles de historias e infinidad de comentarios, ninguno de ellos bueno. No quería conocerte, no quería entrevistarte. Pero cuando te vi lo recordé, eras tú, pasaron muchos años para volvernos a ver.

Yo soy todo lo opuesto a ti, sin millones, con calidez y amor, tímida e introvertida.

Cuando te conocí me cautivo tu seguridad, tu porte, tus fríos ojos, cristales verdes a veces oscuros otras brillantes, calculadores, desconfiados y altaneros, parecías tan grande, tu presencia era suficiente para dejar mudas a las personas, siempre fuiste bonita, me pusiste nerviosa, hiciste mis manos sudar, y mis mejillas sonrojar, tenía miedo de que oyeras el fuerte latir de mi corazón.

Me saludaste, sabías mi nombre, eso me sorprendió, tu voz era profunda pero tierna, tenías un tono de firmeza, segura de ti misma.

-Señorita Danvers, por favor tome asiento y acabemos con esto.

Esas fueron tus palabras, después tus ojos se encontraron con los míos y me sonreíste indulgente, tus ojos resplandecían con diversión, por un momento pensé que te acordabas de mí, pero era imposible yo era demasiado común.

Fue la entrevista más corta del mundo y al mismo tiempo la más larga.

No eras lo que esperaba, no hiciste burla de mi torpeza, o nervios, ni siquiera de mi tartamudeo constante. Fuiste amable, paciente, destruiste todo las expectativas que tenía de ti, descubrí la verdad de quien eras. Estabas rodeada de rumores falsos, estabas rodeada de una muralla que te protegía, pero en el interior eras como el sol del verano, cálido, apacible, agradable.

El nudo de mi estómago se rehusaba a irse, inconscientemente me gustaste, tarde años en darme cuenta de ello y cuando lo supe, se me dificultaba verte a los ojos, se me dificultaba verte con otro, me destruía tener que sonreír y fingir que todo estaba bien, sabiendo que te casarías y que sería yo la que estaría parada a tu lado como tu dama de honor, no parecías feliz, no parecías tú misma.

-Quisiera saber en qué piensas?

-No pienso en nada demasiado importante.

-Eres tan mala mentirosa Kara, más de una vez quise entrar en esa mente tuya, se que siempre piensas en algo.

Me dirás que es?

Pensaba en ti y en mi, pensaba en el día que te conocí, pensaba en tu felicidad, pensaba en decirte que tarde años en saber que me gustabas y que ya era demasiado tarde, pensaba que tal vez no fuera tarde, pensaba en que te gustaba, pensaba en que no te deberías casar con él.

-Pienso en la boda, en que serás una gran esposa y que no podré verte tanto como antes.

Recuerdo bajar mi cabeza, sentía tantas ganas de llorar, por primera vez me alegré de usar gruesas gafas, ocultarían la tristeza de mis ojos. Tenía un nudo no solo en la garganta y estómago, lo sentía en el corazón, era opresor, lastimaba más de lo que alguien puede imaginar, era un dolor devastador, no tenía hambre y la comida era arena en mi boca.

Me sonreíste con nostalgia, y suspiraste con anhelo, cruzando las manos a la altura de la boca.

-Porque sigues mintiéndome?

Tu pregunta me dejó estática, te volteé a ver pero no supe qué más decir, ¿que podía decir? sentía tantas ganas de llorar, que fue inevitable no hacerlo, ese día vestías tan casual, con cabello suelto, el aroma que desprendías era el mismo que el día que te conocí, éramos un contraste inusual.

Desististe por querer saber. Sujetaste mis manos y las besaste, fue un roce íntimo, especial.

-Qué piensas de mi Lena?

La pregunta salió de mis labios sin pensar, estaba nerviosa y me removí en mi asiento incómoda, dándome golpes mentales, negaba con desesperación, pero tu no soltaste mis manos.

-Eres hermosa Kara.

Era amable decir algo así, todos sabían que no era cierto, demasiado delgada, desalineada, con gruesas gafas, ropa poco a la moda, demasiado tímida e introvertida. Parecía que algunas veces podías leer mi mente.

-Se que piensas que no lo eres, pero lo eres, amable, cariñosa, justa, con un aspecto tan relajado.

Pienso que no dices mucho de lo que piensas, que te ocultas e intentas pasar desapercibida, pero es inevitable no verte.

-Lena, nadie me ve.

-Yo te veo Kara, siempre te he visto.

Tus palabras hicieron saltar mi corazón, y aceleraron mi respiración, volví a recordar el reloj y la estación de tren.

-Por qué te casas Lena?

-Así que eso es lo que piensas?

-Si.

-La verdad es que no lo se, para escapar tal vez.

Nunca has pensado en escapar? olvidar todo, perderte y jamás ser encontrada.

-No.

-Yo lo pienso constantemente, me extrañaras?

-Seguro lo haré.

Esa fue la última vez que hablamos, fue la última vez que te vi.

Fue la última vez que el mundo supo de ti. Desapareciste sin dejar rastro. No hubo boda, no hubo funeral, mis lagrimas fueron las únicas que se derramaron, fui la única que te busco, cuantos años han pasado?

Me dedique a escribir diariamente, cada lunes en la columna que se me otorgó en el trabajo te escribí, esperando que un día respondieras, te escribí poemas, te escribí cartas, escribí sobre ti, escribí mi amor por ti, tu respuesta no llegó.

Esto será lo último que leerás.

Espero volverte a encontrar. Si algún día decides volver puedes encontrarme en la estación de tren bajo el reloj de oro donde nos vimos por primera vez, cuando aún no nos conocíamos, donde nuestros ojos se encontraron por primera vez. Ahora me pregunto si estabas huyendo ese día que cuando nos vimos por primera vez.

Cuando te vi mi vida cambió.  

Todos los días me pregunto donde estas y que estarás haciendo.

Los Días Sin TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora