—¿Y qué? ¿Eso es todo?
—De la Corporación, sí.
Y ya era mucho... demasiado, en realidad.
A pesar de la intempestiva noche que pasé al reencontrarme con mi antiguo cuarto y los recuerdos, he madrugado con la intención de aprovechar bien el día; hoy tenía planeado visitar la fábrica, hablar con los empleados y después hacer una visita rápida a la junta directiva en las oficinas centrales para que me pusieran al día de la situación real de la Corporación Sonobe. Tal vez fuera un poco ambicioso por mi parte querer hacerlo todo hoy, pero si quiero marcharme lo antes posible de vuelta a América tengo que dejar solucionados todos mis asuntos aquí lo antes posible.
Casi había acabado de desayunar, sin haberme visto las caras con ninguna de las mujeres que viven en esta casa, cuando Kobayashi me dijo que mi padre pedía verme en su dormitorio.
Aunque tiene que pasar la mayor parte del día en cama como recomendación médica, me lo he encontrado perfectamente preparado para seguir trabajando. Sentado, totalmente recto y erguido en el centro de la cama, apoyado en el cabecero, con una chaqueta por encima de la camiseta del pijama, peinado y aseado y con una mesita plegable sobre el regazo en la que reposaban todo tipo de documentos importantes con el sello de la empresa y un par de teléfonos móviles y el ordenador a su lado.
No creo que esto sea el reposo al que el doctor se refería, pero en cuanto he hecho mención al tema, papá se ha puesto hecho una furia y he tenido que guardar silencio. No se le deben dar disgustos, por ese mismo motivo he soportado y aceptado la larga lista de tareas que me ha encomendado para realizar en la empresa, incluso cuando me doy cuenta de que me será imposible llevarlas a cabo todas hoy.
—¿Hay algún problema con esto? —me pregunta nuevamente. Los postes de la cama le protegen en parte de la luz que entra por el balcón, así que su rostro queda ligeramente ensombrecido, pero incluso así puedo ver ese brillo felino en su mirada, que no ha perdido nada de fuerza ni por la edad, ni por la enfermedad. Desde que puedo recordar ha usado esa expresión inquisitiva y penetrante para plantearme cualquier petición como si fuera un reto que yo debía aceptar si es que no era un cobardica—. Da la impresión de que te lo piensas, Keisuke —Saco pecho, aunque sé que mi mirada es dubitativa. Estoy apretando la mandíbula aunque intento que él no se percate—. Después de cinco años a tu aire, no creo que sean unas peticiones tan exageradas, ¿no? —Guarda silencio y su cuerpo se inclina sobre la débil mesita, apoya los brazos y junta las manos entrelazando sus dedos, tiene las manos más pálidas y llenas de arrugas de lo que recordaba—. Especialmente teniendo en cuenta mi situación personal.
—No es eso, papá —respondo cuando al fin me deja hablar. Mis hombros están rectos y mis brazos estirados hacia atrás, donde agarro mis manos a la altura del abdomen—. Es que pensé que querías que echara un vistazo general al funcionamiento de la empresa, pero todas estas directrices son muy concretas y especializadas...
—¿Es que acaso tienes prisa, Keisuke?
¡Por supuesto que tengo prisa!
Si por mí fuera, dejaría solventado todo hoy y mañana por la noche, a no más tardar, cogería un vuelo de regreso a América. De hecho, mi intención era la de expresarle a mi padre mis deseos de irme en cuanto volviera de mi visita y suponía que no le importaría en absoluto, a fin de cuentas él fue quien me forzó a irme la primera vez y si no hubiese sido por su enfermedad, probablemente no me habría pedido que regresara tan pronto.
No obstante, con lo que me está diciendo ahora, mi plan se tambalea. Si tiene tanto interés en que revise con calma todos y cada uno de los aspectos de la empresa, quizás sea porque cuenta con que yo me haga cargo de esta antes de lo que pensaba.
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Amor Prohibido
Fanfiction*Fanfic basado en el juego Otome "Amor Prohibido"* Hace cinco años que Keisuke se marchó de Japón con el corazón destrozado. La noche de su fiesta de cumpleaños tuvo la mala suerte de presenciar algo que le hirió tan profundamente que no dudó en ace...