El Primero, Real, Único y Verdadero

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Airi...

Salto de la cama y me acerco a la puerta, estiro el brazo hacia el pomo pero en el último instante dudo, no sé por qué. Todavía tengo en la cabeza todas esas ideas sobre ella, las amenazadas de Ritsuko y...

—¿Kei?

—Entra.

La puerta se abre formando un pequeño hueco por donde asoma el rostro de Airi que sonríe. Enseguida se cuela por él con su habitual agilidad y vuelve a cerrar la puerta tras de sí. Entonces, salta sobre mí, echándome los brazos al cuello y estirándose sobre sus talones. Su cuerpo ligero, fresco se pega al mío y yo retrocedo un par de pasos para no perder el equilibrio a causa de su entusiasmo. Su rostro se hunde en mi hombro y después se apoya en él.

—Kei... ha pasado una cosa —murmura al instante y yo siento un escalofrío. ¿Es posible que ya haya hablado con esa mujer y venga a dejarme? ¡No es posible que sea tan pronto!

—¿Qué... qué pasa?

—Yo...—susurra, apretándose cada vez más contra mí. Siento sus caderas contra las mías, sus costillas, sus pechos en mi torso—; he oído un ruido extraño en mi cuarto —acaba confesando.

Parpadeo, perplejo y nervioso. ¿Un ruido? Mi pecho se hunde, aunque este alivio es más doloroso que placentero. ¡Un ruido! No sé si enfadarme o echarme a reír... ¡Menudo susto me ha dado! Aunque... por otro lado, me hace recordar a cuando éramos pequeños y eso sí es agradable. Era lo mismo que me decía cuando tenía miedo (cuando yo creía que Airi tenía miedo) para poder dormir conmigo. A estas alturas recurrir a algo así es algo bobo e infantil pero todavía me conmueve un poco. No, en realidad me conmueve mucho y sé que lo ha hecho por eso.

—Así que un ruido... —digo yo palpando su cintura—. Te habrás llevado un buen susto.

—Sí, eso es.

—¿Y quieres que vaya a revisar tu cuarto a ver que encontramos? —pregunto, igual que hacía antes. Y exactamente igual que antes, Airi calla—. O, puede que prefieras quedarte a dormir aquí.

Tengo la misma necesidad de abrazarla con fuerza que esta mañana, y sin embargo mis manos siguen suavemente posadas en su cintura, sin que pueda moverlas o ejercer una mayor presión. Estoy inseguro, como si ahora debiera llevar cuidado con cada uno de mis gestos, como si no debiera excederme por si...

Por si... ¿eh?

Ya estoy pensando en "por si acaso". Inclino la cabeza, molesto. Esa condenada mujer ha logrado envenenar mis pensamientos con sus palabras.

Por supuesto Airi también se da cuenta de que algo no anda bien, al cabo de unos instantes se aparta y me mira, extrañada.

—¿Qué te pasa? —pregunta. Su mirada va hacia la cama y se topa con los papeles y las carpetas esparcidos sobre ella—. ¿Te... molesto?

—¡No! Tú... nunca me molestarías —Casi se me escapa un "pero". Airi parpadea, pensativa y espera en silencio pero no sé qué más decirla. Retrocede un poco más hasta que su espalda se apoya en la puerta, mirándome con el cuello levemente torcido. Sus brazos caen junto a su cuerpo, ataviado con un diminuto pijama azul claro. Vuelve a estar descalza.

—Entonces, ¿no quieres que me quede a dormir contigo? —me pregunta.

—Sí, sí que quiero, yo solo estoy... —No sé qué me pasa. De algún modo es como si acabara de darme cuenta de que no me merezco esto, a Airi. Si no está claro que pueda hacerla feliz en el futuro no merezco su amor ahora.

Ella está tan feliz, tan obnubilada por el torrente de sentimientos que la inunda que la ciega; no se ha parado a pensar en lo que todo esto significa. Yo soy su hermano mayor, debería ser yo quien le explicara cómo es la realidad en lugar de atraerla a mis brazos una y otra vez.

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora