Las Peores Ideas de un Mundo Cruel y Despiadado

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En el comedor solo se oyen los sonidos más irrelevantes; los palillos arañan los cuencos al intentar coger el pedazo de comida, un vaso que choca contra un plato de cerámica mal situado y según me acerco, captó una respiración más ruidosa que el resto. No hay conversación, nadie charla animadamente sobre su día, al menos eso no cambia por mí.

Llego hasta la mesa y el silencio se hace más intenso. Aunque la bruja de mi madrastra sigue comiendo, al tiempo que me lanza una mirada ladina, el resto de comensales se quedan parados cuando me ven aparecer.

—Vaya, vaya, vaya... nos preguntábamos dónde te habías metido —dice, justamente, esa perversa mujer. La verdad es que yo habría preferido que fuera otro el primero en hablarme—. Al menos podrías respetar las comidas familiares, ¿no?

No pienso responder a esa clara provocación, no estoy aquí para eso. Voy a decir lo que tengo que comunicarlos, con calma y templanza y después me marcharé.

—Keisuke, ¿dónde has estado? —me pregunta papá. Sí que parece molesto, tiene incluso las cejas encrespadas—. Llevo todo el día esperando a que vengas a verme; tenemos que hablar muy seriamente de una llamada absurda que he recibido de la fábrica esta tarde.

Así que el capataz ya ha avisado a mi padre de mis planes de irme, bueno era esperable. Ese hombre estaba desesperado y no le culpo por haberme descubierto, en situaciones extremas yo también haría lo más ruin para salvarme. ¿O acaso no es eso lo que estoy haciendo?

—Yo... —comienzo, pero me distraigo un momento. Por el rabillo del ojo veo que Airi me mira fijamente, con los labios apretados, expectante. ¿Se lo habrá dicho papá o quizás solo siente que algo está a punto de pasar? Carraspeo para centrarme—. Lamento haber interrumpido así vuestra cena, seré muy breve. Solo he venido para comunicaros que mañana a primera hora cogeré un vuelo de regreso a Estados Unidos. Ya lo tengo todo organizado.

—¡¿Qué estás diciendo?! —exclama mi padre. La velocidad de reacción me confirma que ya lo sabía. Suelta los cubiertos y golpea la mesa con sus puños. Me mira directamente, pero no hace ademán de levantarse—. No digas tonterías, Keisuke. Tu lugar ahora está aquí, eres mi sucesor y debes hacerte cargo de tus responsabilidades al frente de la Corporación Sonobe.

>>. En América ya has hecho todo lo que debías. Ahora debes estar aquí... con tu familia.

¿Mi familia? Me alegro de que se haya acordado de mencionarlo, aunque haya sido al final de todo ese gran discurso sobre la responsabilidad. No obstante, no pienso enfadarme y ni a discutir.

—He tomado esta decisión por mí mismo y no voy a dar marcha atrás —insisto sin levantar la voz, sin tensar mi cuerpo. Frío e imperturbable, así es como controlaré esta situación—. Mi futuro y mi felicidad están en América, no aquí. Y soy mayor para decidir sobre mi vida.

Mi padre abre la boca, no sé qué esperaba de mí, pero esta respuesta tan serena seguro que no. Ha sido una buena idea tomar esta actitud, pero debo darme prisa; siento que esto ya se está alargando más de lo que esperaba.

—¿Por qué me haces esto, Keisuke? —pregunta papá—. Estás traicionando a tu familia, tu legado ¿por qué? ¿Qué diantres ha ocurrido?

Mis ojos se mueven, involuntarios, hacia Airi. Solo un instante, por suerte ella mira fijamente su plato.

—No he venido a daros explicaciones, solo a informaros y a despedirme —resuelvo del modo más simple que se me ocurre—. Siento que pienses así papá, pero ya te darás cuenta de que no me necesitas.

>>. Adiós a todos, tardaremos mucho en volver a vernos.

Hago una reverencia y me siento liberado. Me giro una vez más hacia la puerta y de verdad creo haberlo logrado, pero entonces oigo un golpe. Una de las sillas se arrastra por el suelo y cae hacia atrás, la mesa se tambalea y lo que tiene encima tiembla.

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora