De nuevo, cenamos en silencio, aunque hay algo distinto en el ambiente que nos rodea a los cuatro en el comedor privado, en torno a la larga mesa rectangular. Mi padre y esa mujer en las cabeceras y Airi y yo frente a frente.
Hay algo que es distinto.
Papá está serio, concentrado en su cuenco de verduras y arroz blanco, sin carne ni ningún otro elemento grasiento que pueda perjudicar más el estado de su corazón. Esa mujer, como siempre, devora la comida abstraída; eso sí, con pequeños bocados y sutiles toquecitos de la servilleta en los pliegues de su maligna boca para no estropear la capa de maquillaje que oculta su auténtica cara.
Y aun así, hay algo que es distinto.
Yo miro mi cuenco aunque no he probado demasiado. La comida me sabe insípida y mi estómago me lanza señales de que la rechazará toda si le fuerzo. Sigo preocupado por los secretos planes de esa mujer para Airi y lo estoy, sobre todo, porque no veo el modo en que pueda descubrirlos. Me he pasado el resto de la tarde encerrado en mi cuarto rastreando internet en busca de más información sobre Lady C, pero Kobayashi llevaba razón en cuanto a su discreción, no hay ni una sola mención a esta empresa en toda la red. Como si no existiera y eso, en los tiempos que corren, es muy difícil de conseguir. Así que me siento preocupado, ansioso, molesto... unos sentimientos bastante comunes en mí.
Sin embargo, algo es muy distinto.
Esos sentimientos eran antes como un profundo mar oscuro que me atraía con la fuerza de un imán enorme y me ahogaba, sin que yo pudiera poner resistencia. Reconozco fácilmente esa llamada y me siento tentado de seguir ese camino una vez más, acudir al odio y a la falsa seguridad que solía ofrecerme, pero... ahora, si siento esa necesidad, levanto la cabeza y veo el rostro de Airi frente a mí. Ella también me mira, su rostro se sonroja levemente, sus labios se curvan aunque intenta mantenerlos rectos, sus ojos se encienden y el mar oscuro desaparece en un parpadeo, como si nunca hubiese estado allí.
Cuando era un niño ese mar no existía. Desde anoche, pero más especialmente desde esta tarde, estoy experimentado una regresión a esa época en cuanto a mis emociones. Aunque sentimientos negativos pretendan atraparme, es como si tuviera una red de seguridad que puede rescatarme de ellos. Una barrera de algo bueno y cálido que me rodea y me contiene; y eso sin duda es obra de Airi, igual que cuando éramos pequeños
Es el afecto de Airi que vuelve a estar conmigo.
Tengo que protegerla de los planes de esta mujer, igual que ella me protege de mí mismo.
En algún momento se me ha pasado por la cabeza una medida un tanto desesperada; quizás podría revelarlo todo ante mi padre. Le miro de reojo, pero sigue comiendo serenamente. Estoy totalmente seguro de que él no tiene ni idea de lo que pretende su esposa y yo sé bien cuánto ama a Airi, probablemente si se enterara de todo, lo evitaría. Probablemente... Estoy casi seguro del todo, no obstante, he de tener en cuenta que mi padre es un hombre pragmático que en un momento dado podría verle las ventajas a usar el matrimonio de su hija como un medio para fines lucrativos y sería una temeridad por mi parte no tener en cuenta el gran poder de persuasión que esa mujer tiene sobre él. ¿Y si por alguna razón decidiera apoyarla? ¿Y si eso solo sirviera para precipitar las cosas?
Decido que es mejor no levantar la liebre tan a la ligera... Tampoco quiero asustar a Airi con algo así.
Pero, entonces, ¿qué voy a...?
—Keisuke —me llama mi padre de repente. Levanto la vista del plato y le miro.
—¿Si?
Mi padre sonríe, no sé cuándo ha abandonado su seriedad y su rostro se ha relajado tanto pero el cambio es notable. Ha soltado los palillos, ha apartado los platos y apoyado las manos en la mesa en actitud displicente, aunque me mira muy fijamente.
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Amor Prohibido
Hayran Kurgu*Fanfic basado en el juego Otome "Amor Prohibido"* Hace cinco años que Keisuke se marchó de Japón con el corazón destrozado. La noche de su fiesta de cumpleaños tuvo la mala suerte de presenciar algo que le hirió tan profundamente que no dudó en ace...