Sonidos de Sabanas y Caricias

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Hay silencio en la habitación. Airi respira deprisa, pero no hace ni el menor ruido cuando el aire sale de sus labios entreabiertos. Yo respiro tranquilo, lentamente aunque mi corazón se ha vuelto loco.

Yo me he vuelto loco.

Sé que la estoy sujetando por los brazos y sé que estoy sobre ella. Airi me mira y sé que tiene miedo, sus pupilas claras se ven enormes en sus ojos, fijos en mí. Puedo verme a mí mismo en ellos, tan enorme y enfadado.

Sí, entiendo que me tenga miedo ahora.

—¿Qué vas a hacer? —me pregunta. La voz de triangulo suena rota, la varilla ha golpeado con demasiada fuerza y lo ha quebrado.

¿Por qué no me da pena? No puedo controlar la ira que hay en mi interior; ha ido creciendo más y más y ha estallado, encerrada en esa habitación, mi habitación. Ahora nos aplasta a los dos sobre la cama, la siento en mi espalda, empujándome más y más sobre ella hasta que mi rostro está pegado al suyo. Ahora el miedo en sus ojos me parece todavía más grande que yo, casi he desaparecido en ellos.

Yo no soy el malo, ella me hirió primero tan fuerte y profundo que me hizo huir y he estado muriendo poco a poco estos cinco años hasta desaparecer. El chico que era antes casi se ha desvanecido y me he convertido en alguien que no soporto.

Y todo ha sido por ella. ¡Toda la culpa fue suya! Era ella quien me hacía mejor cuando me miraba con sus ojos enormes y es ella quien me ha convertido en un ser aterrador y cruel. No soporto verme así en su mirada.

Le pongo una mano en los ojos y ella da un respingo.

—No me mires —le digo. Calla, tan quieta y obediente. De pequeña también lo era, por eso creí que nunca cambiaría, que seguiría siendo esa clase de persona por más que creciera y se transformara en una mujer.

Aun así... todo el cuerpo me arde porque ella está aquí. Esta sensación no ha sido arrancada de mi pecho a pesar de la distancia y de los cinco años transcurridos. Soy un idiota. Pero no puedo evitarlo... me atrae el modo en que aprieta suavemente los labios o como arruga su nariz asomando por debajo de mi mano. Se encoge contra el colchón y su pelo se extiende sobre la colcha rozándonos las manos.

Algo me ahoga... esas condenadas palabras.

Airi, yo te amaba, pienso para no tener que decirlo. Bajo la cabeza, cedo una vez más a esta acuciante angustia y la besó. Ella pega más la cabeza al colchón, pero no puede huir. La miró y no me atrevo a destapar sus ojos todavía. Aun te amo, a pesar de lo que hiciste. Y me vuelvo a odiar por ser tan estúpidamente débil, porque ese instante en que nuestros labios se tocan he sentido un leve alivio en mi doliente corazón que no ha dejado de sangrar desde hace cinco años... o incluso más tiempo.

Necesito más, necesito escapar a este dolor me digo.

Me inclino otra vez y la beso de nuevo, esta vez no se agita. Aprieto mis labios, el dolor retrocede... mi cuerpo canta. Desciendo sobre ella y escucho el sonido de nuestros labios al chocar. Ella está quieta, no me sigue claro aunque tampoco se resiste, así que la suelto del todo. Sigue sin moverse, así que aprieto un poco más y deslizó la lengua en su boca, entonces se remueve, sorprendida, pero al menos puedo acariciarla un poco antes de que tuerza la cabeza, huyendo de mí.

Su respiración ahora sí hace ruido, está sofocada.

—Kei... —solloza muy bajito. Me levanto un poco y noto algo húmedo en la palma de mi mano, la retiro de sus ojos y estos brillan, mucho más asustados. El corazón se me para cuando me encuentro conmigo mismo en ellos de nuevo—. ¿Por qué me estás haciendo esto? ¿Hasta este punto me odias?

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora