Never Forget

Escena 12: Decepción

La suave tela se deslizaba por mi cuerpo. Era el disfraz perfecto que terminaba de sellar mi mentira. El conde Ciel Phantomhive jamás se presentaba ante sus invitados sin lucir seguro, fuerte e importante. Era impensable que él dejara a la vista del resto algún rastro de debilidad... que suerte que la tela fuera capaz de cubrir todo mi cuerpo porque no había más que marcas de humillación en él.

El peso de la mentira recaía cada vez más en mis hombros con el andar de los años. Me desgastaba y ahora incluso el vestir prendas tan finas y caras se sentía como grilletes. La culpa también comenzaba a desbordarse, pero lo que ahora más me atormentaba eran mis verdaderos sentimientos saliendo a flote.

Intenté mantenerme neutro a medida que Sebastian terminaba su trabajo; vestirme para que pudiera recibir a los padres de mi prometida. Hice todo lo posible por evitar encontrarme con su mirada, aunque no niego que más de una vez me sorprendí a mí mismo buscándolo por el reflejo del espejo. No podía evitarlo. Mi inocente e ingenuo ser continuaba esperando el momento en que ese demonio decidiera cortar mi condena, pero jamás dijo ni una sola palabra.

Sebastian... todo esto era a causa suya, incluso mi agónico y constante sentimiento de inconformidad era provocado por su maldita culpa. Si tan solo pudiera decirle lo que sentía ¿Las cosas serían distintas? Nunca lo sabría, porque no había forma en que me permitiera exponerme aún más frente a él; ya tenía demasiado de mí.

Conocía mi tormentoso y humillante pasado, todos mis miedos, mi lado vulnerable, mi verdadero ser, mis más profundos secretos, conocía tanto mi alma como mi propio cuerpo. Él era el único a quién había permitido mirarme sin censura desde aquel indeleble suceso, así que sin duda conocía cada marca, cicatriz o detalle que quisiera esconder del resto. Incluso la marca que ocultaba bajo mi parche era algo que solo estaba en su memoria... Estaba demasiado expuesto ante él como para también querer mostrarle mis sentimientos.

Demasiado expuesto comparado a lo poco que yo tenía de él; solo un contrato.

-¿Joven Amo? -Su voz se abrió paso a través de mi cuerpo, haciéndome estremecer. Odiaba que mi cuerpo reaccionara a él.

Alcé mi rostro en confusión. No esperaba que me dirigiera la palabra, mucho menos para llamarme repentinamente. Me descompensó tanto que ni siquiera se me ocurrió nada por decir, solo me limité a perderme en su mirada; tan cruel y perfecta.

Él tampoco supo que decir. Prefirió continuar con su trabajo. Tomó mi parche de uno de los muebles cercanos y regresó a inclinarse frente a mí. Extendió sus manos, mostrándome la particular prenda. La miré. Era la última pieza de mi elaborada mentira y sabía lo que significaba usarla.

-Solo hazlo. -Dije finalmente como si de algo terrible se tratara, aunque si lo era. Tenía que aceptar que estaba cansado de llevar eso conmigo.

-Sí. -Fue su corta respuesta y luego se apresuró a colocarlo sobre mi ojo para cubrir la marca del contrato.

A veces no podía dejar de imaginarme ¿Qué pasaría si decidiera dejar toda esta farsa y me mostrara frente a todos como realmente era? Ni siquiera tenía idea de cual sería la reacción de mi propia familia... o de mi supuesta prometida. Me reí en amargura. Debía dejar de divagar tanto y seguir adelante por el mismo motivo que logré salir de aquel agujero; venganza.

Me apresuré a salir de mi habitación sin preocuparme si Sebastian me seguía o no. Caminé decidido hacia la entrada principal, listo para hacerle frente a lo que sea que viniera. O al menos eso creí, porque cuando vi a mi familia y a Paula en la entrada principal, me congelé.

Sentí un enorme impulso por escapar y correr en la dirección contraria, pero la marquesa logró verme antes de que pudiera intentar algo.

-Ahí estás. Por un momento pensé que estabas en uno de tus asuntos como el perro guardián de la reina. -Dijo ella en un intento de saludo. Su mirada fría y seria me acosaba desde lo bajo de las escaleras.