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La puerta de mi oficina se abrió y cerró tan solo unos minutos después de haber llegado. Parecía, haber estado esperándome ansiosa. Lo pude notar en el movimiento rápido de sus dedos, tamborileando con sus uñas en el pasador de la puerta antes de soltarlo y caminar hacía donde estaba yo. Su postura fue un claro mensaje de que esperaba respuestas rápidas, parada frente a mi escritorio de brazos cruzados, sus labios apretados y una mirada hirviente en celos interrogantes. La ignoré. Volví la mirada a mis asuntos, continué guardando mis cosas en una caja abajo en el suelo. Bastó un par de segundos para agotar su paciencia y explotar.

— ¿Y bien? —incluso su voz parecía venenosa pero intentaba disimularlo. — ¿Dónde has estado? Hace tres días que no sé nada de ti...

— No tenía ganas de verte. —le dije directamente. Ella bufó.

— ¿Se puede saber qué rayos te está pasando? Hace unas semanas estabas endulzando mi oído y ahora te comportas como si me detestaras... Me estás evitando ¿cierto? —intuyó.

— Creí que no te darías cuenta. —dije cínico. Su rostro se desarmó en molestia.

— ¿Me estás tomando el pelo? ¿Qué clase de estúpida crees que soy? —ella golpeó mi escritorio con ambas manos para hacer más notoria su furia. Para mi solo lucía como una niñita frustrada. — Tú no vas jugar conmigo, Min YoonGi... —advirtió. — ... No soy tu ridículo ex esposito...

— Por supuesto que no eres él. —la interrumpí. — Por supuesto que no eres ni un poco como él. ¿Acaso no lo entiendes? ¿No te quedó claro? —le pregunté en su cara. Ella hizo una mueca de asco.

— Estás ebrio. Apestas a alcohol. Y no, claro que soy como él. Un... Remedo de hombre con complejo mujer. ¡Yo si soy una verdadera mujer no un jodido gay! —farfulló furibunda.

Gay...

— ¿No responde eso tus incógnitas? ¿Quieres saber por nunca me acosté contigo en todo este tiempo? —le sonreí. — Porque yo también soy un jodido gay como tu le acabas de llamar... ¿Y sabes qué? —me levanté, ella me miró furiosa. — Aunque me gustaran las mujeres, jamás me gustarías tú. Te usé para darle celos a él. Jamás sentí ni un poco de atracción hacia ti. Me eres indiferente. Eres una inmadura, egoísta y malcriada. Una niña con complejo de mujer que no tendría a ningún hombre a su lado si no fuera porque eres malditamente rica... —ella me soltó una bofetada antes de que continuara.

— ¡Callate! Eres un poco hombre... ¡Me das asco! —escupió desdeñosa. — ¡Te quiero fuera de aquí Min!

— Me da igual...

— ¡Le diré a mi hermano que te eche de la maldita empresa me escuchas! —continuó escupiendo estupideces. — ¿Sabes que? Mejor lo haré yo... Yo misma me encargaré de que no vuelvan a contratarte en tu jodida vida. ¡Estás despedido!

— No hace falta que me despidas. —la interrumpí en su discurso. Levanté la caja con mis cosas. — Acabo de firmar mi renuncia hace unos minutos. Con permiso nena. —le sonreí fanfarrón y caminé por su lado hasta la puerta para salir.

Me daba igual. Que se joda todo. No me importa.

Lo arruiné. Soy tan culpable como el infierno. Por ello he de pagar las consecuencias. Cuando deseas herir, siempre terminarás doblemente herido. Nada cambia. Nada se arregla. Nada regresa. No existe el hubiera. Ya no existe un más nosotros.

Guardé mis pertenecías en el asiento de atrás de mi auto, desquiciandome un poco con la puerta antes de dar la vuelta y subir. Puse mis manos sobre el volante, apretándolo con fuerza, inhale profundo observando mis pálidos dedos. La marca rojiza de mi argolla de matrimonio aún se veía en mi piel. Estiré mi mano derecha hasta la guantera del auto y abrí. Alcancé entre las cosas ahí guardadas un pañuelo amarillo envuelto. Todo el tiempo estuvo allí. Mi argolla.

La saqué de su escondite, echándole un vistazo a la inscripción interna contra la luz del parabrisas. Solo feliz a tu lado. ¿Que mentiroso fui no? No supe dejar el pasado atrás. No fui lo suficiente para hacerte confiar. No fui lo suficiente para demostrarte que podía ser la excepción ante todo un jodido mundo de mierda. También te lastimé, también lo hice.

Puse la argolla en mi dedo anular y metí la mano nuevamente a la guantera. Esta vez saqué una pequeña botella de whisky. Ya estaba casi vacía, debía comprar un poco más. Encendí el auto y eché a andar despacio hasta la licorería más cercana de la zona sobre la 29. Estaba por anochecer cuando apagué el motor y salí. Entré en la tienda, dirigiéndome hasta estantería de licores. Solo tomé un par de botellas sin detenerme a elegir para después ir a la caja y pagarlas antes de salir de nuevo a la calle haciendo sonar la campanilla de la puerta de cristal.

Entré al auto, subí la ventanilla y destapé la primera botella para darle un trago directamente. Mi lengua respondió con un leve ardor y el leve calor bajó por mi garganta mientras miraba a lo lejos el apacible parque a poco de oscurecerse. Las persona que normalmente se reunían a días de campo o solo pasar la tarde acostados en el pasto ya se estaban retirando. La observé absorto un largo rato. Mirando a una pequeña jugando pelota con un par de personas. El recuerdo de nuestros planes volvió a mi mente.

Aquella noche de marzo, luego de mi cumpleaños en la que mirábamos las estrellas sobre la cajuela del viejo auto de mi padre. Él ni siquiera supo que lo robé esa noche para fugarnos a las Vegas.

Nos detuvimos a mitad del desierto para pasar la noche, nuestra primera noche juntos después de tantos años y la primera antes de casarnos. Esa noche allí mismo en el asiento trasero te hice mío hasta tener suficiente. Una sonrisa se formó en mi rostro al recordarlo. Tan jóvenes y tontos. No sabíamos cómo continuar luego de los besos pero lo descubrimos tan bien. Siempre adoraré el hermoso desastre en el que te convertí debajo de mi y tus tímidas sonrisas al avergonzarte. Tus mejillas enrojecían cada que mis ojos se posaban mucho tiempo en ti.

Aquella noche, bajo el estrellado cielo hablamos sobre nuestro futuro, incluso dijiste que podríamos adoptar. Que iluso. Dije que sí.

Que bueno que no lo hicimos. Él o ella estaría sufriendo por nuestra culpa. Por mi culpa más bien. Estoy seguro de que sería un buen padre, siempre fue bueno con los niños. No habría logrado ser maestro si no lo fuera. Él... Lucía hermoso rodeado de ellos. Él... Estaba con ella...

¿Él, era él? ¿Era Jimin?

Agudice la vista y luego frote mis ojos pensando que el alcohol quizá me estaba haciendo alucinar ya. No. Mis ojos estaban bien, mis sentidos aún respondían. Era él. Jimin estaba en aquel parque, jugando con la niña que había visto hace solo unos minutos. Él... Lucia tan feliz...

A su lado estaba otro tipo. Uno a quien reconocí al instante. Lo había visto varias veces. Fuera del preescolar y esa vez con Jimin al salir del bar. Bebí nuevamente de la botella, esta vez un trago más profundo. Jimin se veía tan alegre esa noche, saliendo de su brazo. Los vi besarse, los vi irse en el auto del tipo.

¿Celoso? Por una mierda, por supuesto que sí. Sería un gran estúpido si no lo admitiera. Mis entrañas se retorcieron y aguanté las ganas de salir de mi maldito auto donde estuve horas encerrado luego de decirle a Namjoon que no lo acompañaría para no armar pleito y romperle la cara. Estuve ahí, esperando hasta verlo salir y lo vi todo. Me lo merecía, joder que sí. Y aun así dolió como el infierno.

Al igual que dolía verlo ahora, a su lado, abrazando a aquella niña y al idiota ese. Quizá, merecías a alguien mejor que yo, y lo has encontrado. El dijo algo acercándose a su oído que le hizo reír. Hacía mucho que no lo veía reír tan ampliamente. Ellos recogieron el balón y la niña caminó en medio de ambos, tomándoles las manos para irse. Los vi alejarse por la calle hasta subir a la camioneta del tipo y marcharse.

Mi corazón he de ahogar en lágrimas y alcohol. Mi condena he de pagar, pero si este en realidad será nuestro final, me alegra que seas feliz, sin esconderte. Sin prejuicios. Quiero que ese tipo te haga tan feliz como no pudiste estar conmigo. Porque mereces ser feliz, aunque ese no te amé tanto como pude hacerlo yo.

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MIN∆BRIL

Love Me Or Leave Me | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora