«02»

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Cariño, desearía que me miraras a los ojos, que aceptaras de una buena vez y por todas que sólo somos un par de extraños. ¿A quién crees que engañas?

...

Aquel sábado dijo que volvería de su viaje temprano, sin embargo, allí estaba a mitad de la madrugada, siendo silencioso a su llegada. Poco sirvió usar mi día libre para arreglar la casa, comprar flores frescas y preparar su comida favorita. Me quede dormido esperándolo nuevamente. Y lo extrañaba. Diablos lo hacía. No había visto su rostro en casi tres días. Aún así me mantuve callado en mi lado de la cama, hasta que el colchón se hundió y entró a dormir. Dormir… por supuesto, intenté excusarle. Seguro estaba realmente cansado, seguramente no quiso pensar en despertarme. Me obligue a dormir. Quizá para la mañana las cosas podrían verse más claras.

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Una perfecta mañana de domingo en la que podría intentar recordarte que aún seguíamos juntos. Que habíamos jurado estar juntos para toda la vida. Desperté temprano intentando ganarle al despertador, aún cuando mis ojos se sentían ligeramente pesados a causa del llanto, quería verle. Giré sobre mi cuerpo para verlo dormir pacíficamente. Sus facciones endurecidas a causa del sueño me decían que tal vez estaba teniendo una pesadilla. Estire mi mano para mover el cabello de su frente, acariciar su mejilla y depositar un corto beso sobre sus labios. Mi corazón latió con fuerza cuando respondió siguiéndome con suavidad y sus manos se movieron bajo las sábanas, colándose bajo la camisa de mi pijama para acariciar mi cintura.

Quizás mis palabras no podrían llegar a ti como lo quería, pero al menos mis labios te recordarían cuando te echaba de menos y cuando anhelaba todo de ti. Ámame o miénteme pero no me olvides. Mi corazón fue hecho para ti.

Nuestra “reconciliación” era una de las únicas buenas cosas que sucedían últimamente. Una sesión de besos que normalmente terminaba por hacernos perder aún más las palabras conscientes o coherentes. Nuestra única forma de comunicación era el deseo, cargado de la necesidad del uno por el otro. Al menos, me deseaba, y parte de mi intentaba desesperadamente aferrarse a ello con todas mis fuerzas. Significaba que aún teníamos algo, que no todo estaba perdido. Mi error… mi gran error era estar tan malditamente entregado, tan enamorado, cegado, aferrado al timón de un barco naufragado, lo peor de todo, es que no me importaba, porque sus besos serian mi veneno, sus ojos mi maldición y mi amor, mi perdición.

Sus manos apretaron con fuerza tras mi espalda, aliviando el malestar de extrañarle. Sus besos por mi cuello y el calor sofocante subiendo por mi cuerpo apresuradamente. Apesar de cuanto quisiera olvidar sus descuidos y disfrutar de este momento, también estaba harto. Ésta no debía ser la única cosa que compartiéramos.

— Tenemos que hablar… —jadee entre sus labios.

— Después. —susurró.

Quizá era un gran idiota, el más grande de todos por dejar que las cosas siguieran como en los últimos tres años, pero francamente no podía resistir la necesidad de dejarlo amarme. Sus besos bajaron por mi mandíbula, sus manos tomaron mi camisa y la sacaron para después volver a pegar sus labios en mi pecho, mis costillas y cadera, antes que sus dedos encontraran la orilla de mis pantalones. Cuando estuvo fuera, tomó lugar entre mis piernas, tomando una y besando la cara interna de mis muslos. Ese punto débil que conocía a la perfección. Mis piernas siempre fueron muy sensibles y él le encantaba torturarme.

Mi mente recordaba con amor el día que los descubrió.

Aquella tarde fría que habíamos destinado a ver películas en mi casa, y que hicimos de todo menos verlas. Ambos sabíamos que nos amábamos y deseábamos pasar la vida entera juntos. Fuimos novios cuatro años a la sombra de personas importantes en mi vida, quienes creían que éramos simples buenos amigos. Nuestro amor fue un secreto porque así lo quise, porque me dolía que me miraran y excluyeran. Hasta que todo explotó. ¿Por qué me escondía de lo que me hacía feliz? ¿Por qué no podíamos caminar abrazados por la calle? ¿Por qué no me atrevía a besarle con el mismo valor con el que él lo hizo? ¿Tuve la culpa? ¿Es mi culpa que él se haya cansado de mí?

Llegué a pensar que terminaríamos entonces, pero fue él quien despejó mis dudas. Mostrándome un pequeño y sencillo anillo que significó un mundo nuevo para mí. Quizá las cosas no salieron bien en ese momento, pero nuestras reconciliaciones siempre fueron buenas. Recuerdo ese día corríamos a las vegas y nos casamos. Hace seis años, comenzamos una nueva vida en la que ni nuestros familiares, ni amigos volvieron a saber. Empezamos de cero. Fui un idiota al no darme cuenta de que realmente luchaste. Trabajando a sus veinte para pagar mis estudios. Dándome la oportunidad de ser quien soy ahora. Lo eché a perder. Fui yo. Yo lo arruine y por eso intento arreglarlo. Porque no quiero que termines odiándome. Porque sé que fuiste lo mejor que pudo pasarme y que no es tu culpa.

Mirándonos a los ojos, mientras nuestras respiraciones son erráticas y nuestros cuerpos se calman, puedo darme cuenta de que aún hay algo, y que debo luchar para no perderlo por completo. Ésta relación se mantiene en una cuesta arriba cuando estábamos juntos y después baja cuando nos dejamos de hablar. Solo hay que nivelarlo. Sonrio, dejando un casto beso en sus labios y me sonríe de vuelta.

Ese fue uno de esos días buenos. En lo que nos levantamos tarde y terminé por obligarle a soltarme la cintura para poder hacer algo de desayunar para los dos. Cuando estuvo listo, deje su plato y su taza de café sobre la mesa.

— Gracias.

— De nada. —respondí.

Fui a prepararme mi omelette mientras él comía. Escuche su celular vibrar sobre la mesa y poco después aclaró su garganta.

— ¿Jimin? —me llamo. Apagué la estufa y giré a verle.

— ¿Si?

— Mañana... tendré una cena con mi jefe. —él bajó la taza de la que bebía. — Tú, ¿vendrías conmigo? —dijo.

¿Me estaba invitando? Jamás lo había hecho. No conocía prácticamente nada de su nuevo trabajo desde hace casi un año. Era por primera vez en mucho el mejor día. Sonreí en grande y corrí a abrazarle, sentándome en su regazo. Asentí frenéticamente. Quizá él, también quería intentarlo. Me llenaba de emoción. Tal vez las cosas mejorarían.

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MIN∆BRIL

Love Me Or Leave Me | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora