La conversación

22 4 0
                                    

Ojalá hubiera podido levantarme tarde la mañana siguiente pero por desgracia aun era viernes y tocaba currar. Recordé en esos minutos en los que aun estás entre la modorra y la realidad lo ocurrido la noche anterior con el camarero macizo y antipático sin poder evitar sonreír. Se le notaba que era un canalla. Enzo, su nombre breve tenía una sonoridad musical. Miré el reloj de la mesita de noche y de un salto me puse en pie al darme cuenta que llegaría tarde a la oficina si no me daba prisa. De camino al trabajo llamé a Lara para sacarla de su resaca, excusa perfecta por la cual no habrá ido a trabajar hoy.

—¿Te pillo mal?

—Oh, por Dios, vete a la mierda... —balbuceó.

—Eso te pasa por pillarte la mona del siglo un jueves. Ni siquiera es fin de semana. Imagino que has dicho que estabas enferma. Te llamo para confirmar la versión para cuando me pregunten por ti.

Efectivamente mi amiga y compañera me explicó que había dicho que estaba enferma y que no podría ir a la oficina ese día por lo que yo mantuve la misma versión de los hechos. En la puerta del edificio de la empresa me llegó un mensaje de Penélope confirmándome la cena esa noche y la posterior fiesta para celebrar su último éxito. Tras decirle que me parecía genial entré en la oficina a soportar el peor día de la semana, especialmente tras haberte ido de fiesta la noche previa.

La mañana transcurrió tranquila sin grandes sorpresas pero sí la carga habitual de trabajo. Mauricio tenia reuniones toda la mañana así que hasta mediodía no pudimos ver su agenda de la semana siguiente. Con la excusa de ir a visitar a Lara que vivía cerca de mi apartamento pude ausentarme antes del trabajo. Llegué a mi casa y tras darme un baño me metí en la cama a descansar pues sabía la que se avecinaba esa misma noche con las chicas.

—¿Silvia? —cerca de las ocho de la tarde mi amiga Penélope me llamó al timbre llevándome una sorpresa. Le abrí y casi me dio un patatús nada más verla. Yo esperaba encontrarme esa noche con la despampanante fotógrafa que vestía a la última moda y no paraba de sonreír. Por desgracia la estampa era bastante diferente.

—¿Se puede saber qué te ha sucedido? —nos sentamos en la mesa de la cocina mientras no dejaba de llenarse la copa de vino hasta arriba.

—Estaba en casa arreglándome para quedar con vosotras cuando he recibido un mensaje en mi móvil —bebió de la copa depositando su teléfono en la mesa abierto por la aplicación de mensajería instantánea. Yo me lo acerqué y vi que era un mensaje de una persona de su pasado a quien ella quiso mucho y que le destrozó el corazón.

—No puede ser... ¿Es...? —ella asintió sin pronunciar su nombre ya que estaba prohibido. Era algo así como en los libros de Harry Potter que estaba prohibido decir el nombre de Voldemort y por eso se referían a él como «aquel que no debe ser nombrado».

—¿Crees que algún día volveré a enamorarme de una persona como hice de él?

—Pues claro que sí. Solo tienes que esperar a la persona adecuada —Penélope se sonrió con tristeza.

—El adecuado... Se habla de las almas gemelas como esas personas que aparecen una vez en tu vida con quien encajas a la perfección, como si su molde hubiera sido hecho para que coincidiera con el tuyo. Y cuando el molde se agrieta y todo se estropea, entonces ya no hay más. Nadie más que pueda encajar contigo.

—Te volverás a enamorar, solo que será diferente porque con cada persona no es igual. Sucederá el día menos pensado —quise animarla pero el brillo de sus ojos había desaparecido esa noche y no estaba segura de si regresaría por el momento.

—¿Con Javi sentiste que fue así?

—No exactamente. Fue más salvaje, más loco todo, sin tanta profundidad como lo tuyo con... —carraspeé haciendo una pausa —. No puedes compararte a nadie más.

—¿Le extrañas?

—¿A Javi? Lo pasé muy mal, fue todo muy repentino y me dolió mucho.

—No has respondido a mi pregunta —yo también me animé a beber vino al empezar esa conversación trascendental y estaba apurando la copa.

—A veces pero en realidad cuando lo pienso bien no le echo de menos a él sino a lo que tenía con él. A la relación de pareja, a sentarme en el sofá un día agotador y sentirme reconfortada en sus brazos. A levantarme llorando por una pesadilla y abrazarme tan fuerte que las lágrimas desaparecían. Pero... en el fondo no es a Javier a quien echo en falta, ¿me explico?

—Entonces no fue un gran amor de esos que hemos hablado —yo me encogí de hombros sin saber qué contestarle pues ni yo misma sabía qué tipo de amor habíamos tenido.

—Un día volverás a sentir ese amor, estoy segura. Lo que no se es por qué no le tienes bloqueado a estas alturas.

—Quizá porque en el fondo soy una patética y conservo la esperanza de que todo cambie y mi cuento de hadas se haga realidad por arte de magia.

—¿Y que los unicornios también existan? —nos reímos por mi comentario sarcástico.

—Tienes razón, solo ha sido un instante de debilidad.

Cogió el teléfono y lo bloqueó en ese momento a la vez que lo eliminaba de su lista de contactos. Cogió de nuevo la botella y os sirvió una copa a ambas.

—Bridemos por los no finales de cuento.

—Por ser soñadoras realistas —apostillé yo antes de chocar las copas.

—Y por disfrutar de una gran noche olvidándonos de hasta cómo nos llamamos —dijo mi amiga y yo le sonreí al ver que el brillo que la caracterizaba poco a poco se asomaba a sus ojos. Penélope era fuerte pero como todos tenía momentos de debilidad. Conseguiría superar a Henry, olvidarse de él y sentirse recuperada para poder afrontar un nuevo horizonte en su vida.

Un otoño para SilviaWhere stories live. Discover now