Confusión

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—Buenas tardes —dijo al cruzarse con el camarero que se retiró del umbral para que mi ex pareja saliera de mi apartamento.

—Si te pillo en mal momento...

—No, por favor, pasa —articulé sonriendo algo abrumada por lo que acababa de suceder.

Enzo entró hacia el salón y yo le seguí apoyándome en la muleta no sin grandes dificultades. Mi mente aun estaba en los diez segundos anteriores tratando de procesar lo que había pasado en el hall del apartamento.

—¿Seguro que no te pillo en mal momento, Silvia?

—¿Eh? No, para nada. Enseguida vuelvo, ponte cómodo.

En cuanto entré en mi cuarto cerré la puerta y me fui todo lo rápida que pude hasta el armario a buscar algo decente que ponerme y me maquillé de forma natural tapando las ojeras que tenía. Quince minutos más tarde salí de allí mucho más arreglada que lo hice al entrar y llegué al salón. Enzo estaba de pie deambulando por la estancia mirando aquí y allí. Carraspeé para hacerle ver que estaba de vuelta y sonreí cuando se dio la vuelta y me miró.

—No era necesario que te pusieras tan guapa, yo tampoco vengo elegante —me reí por la mueca que hizo y anduve hasta el sofá donde me senté con su ayuda. Sentí escalofríos de esos que te erizan la piel cuando me puso las manos encima para acomodarme.

—¿Cómo te encuentras?

—Bien aunque desesperada por estar en casa. Estoy deseando recuperarme y poder volver a mi vida normal.

—Tómatelo como unas vacaciones, aprovecha. Si te soy sincero creo que tienes pinta de esas personas que vive para trabajar y no sale del curro hasta bien pasada la hora de salida, ¿me equivoco? —me sonrojé al darme cuenta que llevaba razón. Era una obsesiva del trabajo y hacía mucho más de lo que debía por contrato. Era algo así como uno de mis defectos, de los que te dices en Nochevieja que el año que viene lo solventarás y tendrás por fin una vida fuera de la oficina pero que nunca solventas.

—No lo haces. Algún año lo conseguiré —él se humedece los labios con una sonrisa llena de razón y asiente con la cabeza.

—Creo que no he venido en buen momento —comentó haciendo alusión al incómodo momento en el que se encontró con Javi en la puerta del apartamento.

—Para nada. Javi ya se iba, de hecho ni siquiera tenía que haber venido —solté sin filtrar antes de pensar.

—¿Y eso? No me digas, es de esas cosas complicadas.

—No, no es nada... ya.

—Ah, ya entiendo. Es un ex —yo cabeceé con lentitud.

—Y a juzgar por tu cara no es uno de esos ex a los que quieras volver a ver —entonces pensé que no entendía a qué se refería. ¿Quién en su sano juicio quiere tener contacto con una ex pareja? Quizá por ser yo demasiado intensa y tajante en cuanto a romper una relación y no mantener contacto con el susodicho lo era.

—Yo... bueno, soy complicada. Creo que así se resume todo.

—El amor es siempre complicado, imprevisible. A veces caes a los pies de una persona que es igual a ti y sientes que la conoces desde siempre, como si compartieras una conexión especial. Y otras es tu polo opuesto. En ambos casos recorres un camino lleno de alegrías y desgracias, pero si las cosas salen mal ¿deshacerse por completo del otro? No creo que sea uno de esos —me quedé patidifusa ante tal acto de honestidad conociéndonos de apenas unos días.

—Menuda exhortación te acabas de marcar.

—Mis amigos dicen que soy muy intensito, sí. Bueno, no quiero molestarte Silvia. Solamente quería hacerte compañía y ver cómo estabas —se levantó ante mi decepción. Hice ademán de levantarme pero Enzo posó sus manos sobre mis hombros. Yo le miré sin poder evitar fijarme en sus labios entreabiertos —. No te levantes, por favor. Sé donde está la puerta. Mejórate, Silvia.

Y se fue. No pude levantarme a despedirme en la puerta y quizás asaltar sus labios que parecían muy apetecibles. A lo mejor me había vuelto loca y había visto señales donde no había nada. Enzo era una chico atractivo con pinta de malote que siempre gustan a las chicas. Suspiré pues era muy propicia a inventarme historias en mi cabeza. 

Un otoño para SilviaWhere stories live. Discover now