Clara

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“Mi risa es mi espada,
y mi alegría, mi escudo”

Martín Lutero

¡Oh, Clara!
¡Cuán inaccesibles son tus pensamientos!
Dime, ¿Qué ocultas tras tus lentes?
¿Qué hay detrás de esa sonrisa?
¿Dolor, quizá?

¡Oh, Clara!
Amiga mía, bajo tu piel sencilla
escucho latir, alocado, un corazón.
Se mueve, parece un fuego,
así como el fuego que lame un madero.

¡Oh, Clara!
¡Hay tanta vida en tí!
Y en tu refugio, sola, a la distancia
solo yo logro oírte suspirar.
Y justo ahí me doy cuenta…

Clara. ¡Hermosa!
No sabes el dolor que me da,
cuando en terrible bucle
vuelvo a oírte sollozar.
Y se me rompe el alma, una vez más.

¡Basta!
¡Basta ya, alma dulce!
No me dejes sufrir tu llanto.
En cambio, déjame ver tus labios,
déjame verlos arquearse.
Sí, así; con ese fino arte.
Así, como dejando escapar un suspiro,
y así, sonriendo un atisbo de esperanza
esperaré a la Clara luna,
para que también ella
pueda verte suspirar
(y atacar con tu sonrisa
a esta loca humanidad).

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