Canción en Décima a la Bella Musa (X)

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I

Musa, yo quiero cantar
sin dejarlo para luego.
Porque me encendió tu fuego
y te necesito amar.
Ya no me puedo esperar,
puesto que se abre la herida,
y si tú eres la salida
de este mundo sin aliento,
te diré lo que yo siento
porque se me va la vida.

II

De tí nació la armonía.
Es tu voz una metáfora.
Anáfora eres, anáfora,
repetición de alegría.
Que Dios bendiga ese día
cuando yo te conocí.
Porque yo he encontrado aquí:
un millón de mariposas
Y las más sublimes rosas
que solo habitan en tí.

III

Canta el jardín en tu pecho
donde viven los hibiscos.
Los rodean bellos discos
tan verdes como el helecho,
y tan majestuosos, de hecho,
como el arte y la fineza.
Y es que tan hermosa pieza,
única en su parecer,
solo la verás crecer
en tu gentil sutileza.

IV

Tus ojos iridiscentes
le dan matiz a las flores,
derramando esos colores
eternamente potentes,
conquistadores dementes
de mi tiempo y de mi verso.
En tu vista estoy yo inmerso
y aunque no diga el porqué,
tus buenos ojos café
llenan todo mi universo.

V

La suavidad de tu piel
salió desde el mismo Dios.
Tu nombre, dijo Su voz,
y descendió como miel.
En las manos de Gabriel,
ángel que guarda belleza
y regala su pureza
a esta raza tan loca.
Tu piel que abraza la Roca,
se convierte en la nobleza.

VI

Que Dios bendiga tus pies
pues encontraron los míos,
en esos días tan fríos
con mi mundo del revés.
Hoy que te veo otra vez,
natural como una cierva,
mi corazón te observa
y aprecia tus pies desnudos,
como si fuesen escudos
olvidados en la yerba.

VII

Caí a los pies de tu sonrisa,
por culpa de ése, tu hoyuelo.
Y alzó vuelo cual polluelo
navegando en dulce brisa.
Ni siquiera la Artemisa
sabe reír de esa forma.
La noche en día transforma
mientras tú me tomas preso.
Tú, riéndome en exceso.
Yo, rompiendo toda norma.

VIII

Dedícame un sentimiento
más grande que la amistad.
Hazlo con sinceridad,
alegrando el pensamiento.
Musa, como el mismo viento
girando sobre mi mente.
Acércate a mi presente,
susúrrame una ilusión
y alégrale el corazón
a este loco tan demente.

IX

Mi Musa a libro no huele.
Ella es el cielo del este,
Ella es campo y flor celeste
y paloma, pa' que vuele.
A su lado nada duele,
sana como el mismo ocaso.
Me protege en su regazo
arrebolando mejillas,
y entre flores amarillas,
Me regala un dulce abrazo.

X

¡Detenedme, por favor!
Que la canción no se acaba.
Mi pobre alma que te alaba
llorando está por amor.
Es que tú, mi hermosa flor,
me enfermas de poesía
y en esta misma estadía
me curas con tu balazo,
tan dulce como un flechazo
de armoniosa melodía.

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