3 | Presente y Pasado

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CAPÍTULO 3
"PRESENTE Y PASADO"

Un perro gigante de orejas largas y ojos rojos volaba como un rayo sobre el cielo buscando el castillo de la Gran Diosa, conocido como el Palacio de la Luna. Se adentró en el mismo al abrirse las puertas en señal de que le estaban esperando.

Sesshomaru volvió a su apariencia humana al encontrarse con su madre, Irasue, quien parecía complacida ante la presencia de su hijo.

—Bienvenido, hijo mío.
—¡Déjate de cortesías, madre! — El Daiyokai estaba tremendamente enfadado.

La Diosa se acercó a su hijo, y sonrió con suficiencia. Le soltó una bofetada en la cara.

Sesshomaru la miró perplejo. No se esperaba tal reacción.

—Parece mentira que seas mi hijo. Tendrías que haber ocupado el puesto de tu padre gobernando las tierras del Oeste. Y solo te has dedicado a pasearte y a estar rodeado de humanos. ¡Apestas a ellos! Eres detestable.

—Haré lo que me dé la gana —contestó fríamente, volviendo a la impasibilidad de siempre.

—No lo harás. Por tu culpa, Kirinmaru se ha apoderado de todo el reino, sin tener derecho a ello.

—No es de mi incumbencia. — A Sesshomaru no le interesaba nada de aquello. Su único objetivo era ser el demonio más poderoso de todos los tiempos. El reino podía esperar.

—¿Y qué me dices de la niña humana?
Sesshomaru miró a su madre. Sus ojos proyectaban la ira contenida que había estado acompañándole durante el camino. Detestaba demostrar debilidad por Rin ante ella.

—He venido a ver lo que quieres de mí.
—A mí no me engañas, hijo mío. Sé lo que te importa esa humana. Yo misma la salvé para demostrarte que estoy de tu parte. Solo te pido que escuches la oferta que te voy a hacer, si es que quieres recuperarla.

El Daiyokai se giró al escuchar unos gritos a lo lejos.

Dos demonios sujetaban a la pequeña Rin mientras intentaba zafarse de ellos.

En una milésima de segundo Sesshomaru se encontraba en frente de la prisionera y desenvainó su espada para atacar a los monstruos. Empezó a dar golpes en el aire sin poder alcanzar al objetivo, ante la mirada atenta de su madre.

—Es inútil. Ella no está aquí. Se trata de un espejismo hecho con magia. Si quieres volver a verla, tendrás que hacerme un favor. Y como sé que tu orgullo te impide aceptar este trato, te voy a obligar a ello.

Irasue se levantó del trono y chasqueó los dedos. Sesshomaru se percató que en el lugar donde había intentado llegar a Rin, se vislumbraba un círculo dibujado que parecía una barrera mágica. Todo aquel espectáculo era una trampa para el maldito propósito de su madre. Intentó escapar, pero era demasiado tarde. Se encontraba atrapado en aquel círculo. Dos hechiceras aparecieron de la nada, murmurando palabras en un idioma desconocido para él.
—¡Neyma! ¡Naiyah! —gritó la Diosa, dirigiéndose a las hechiceras—. ¡Hacedlo ahora!

Alzaron los brazos mientras el Daiyokai intentaba liberarse con todas sus fuerzas.

Irasue dirigió una mirada fulminante a su hijo.

—Necesito a la sacerdotisa más poderosa de todos los tiempos para derrotar a Kirinmaru. ¡Quiero que me la traigas!
—No sé de quién me hablas, madre.
—Se trata de aquella chica que acompañaba al medio-demonio Inuyasha a todas partes. ¡A la reencarnación de Kikyo! — exclamó la Diosa, con decisión.

Sesshomaru sonrió maléficamente.

—Pierdes el tiempo. Ella no está aquí. ¡Nunca la encontrarás!
—Te equivocas. Sé perfectamente en qué tiempo está. El lugar exacto será cosa tuya.

El Daiyokai empezó a sentir una extraña presión en el pecho. La cabeza le daba vueltas y un grito de ahogo le inyectó los ojos en sangre. Sus colmillos se agrandaron, como si fuera a transformarse en demonio-Perro. Las hechiceras seguían murmurando a su alrededor mientras la presión le causaba un dolor irrefrenable. No podía pensar ni actuar. Se desvaneció en el suelo, inconsciente, ante la mirada atenta de su madre.

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La lluvia cayó sobre sus mejillas. Un horrible escalofrío recorrió su cuerpo al encontrarse tumbado en el suelo, con la ropa mojada y completamente desorientado. Hacía ruido, mucho ruido. Al abrir los ojos logró distinguir una figura femenina que le tendía la mano. ¿Quién era ella? El Gran Lord Sesshomaru no necesitaba la ayuda de nadie. Se bastaba con él mismo, como había hecho siempre. Intentó apreciar su aroma, pero su olfato le traicionaba. No era capaz de oler, ni agudizar la vista. Intentó incorporarse, apoyándose en una esfera de hierro que parecía estar pegada al suelo. Se tocó las orejas. Algo iba mal. Terriblemente mal.

"Son orejas humanas"

— ¡Maldición! ¿Qué me habéis hecho?

La figura femenina sonrió.

— Tu madre fue muy clara, Sesshomaru. Es tu castigo por haberte acercado a los humanos. ¿Tanto los aprecias? Pues ahora vas a ser uno de ellos.

El Daiyokai intentó abalanzarse sobre ella, sin éxito. Había perdido su velocidad demoniaca.

— Compórtate, Sesshomaru. ¿Quieres ver a Rin? Pues ya sabes lo que tienes que hacer. Estás en Tokio, una ciudad que en tu tiempo todavía no existe. Has viajado quinientos años en el futuro, donde vive la sacerdotisa más poderosa que existe actualmente. Encuéntrala y llévala con Lady Irasue.

— ¡Cállate! ¿Crees que así me vas a convencer? ¡Si mi madre quiere a la humana, que venga ella a buscarla!

El demonio estaba furioso. Todavía conservaba su larga melena plateada, y sus ojos dorados permanecían inyectados en sangre. Nadie le daba órdenes a Sesshomaru, y mucho menos su madre.

La figura humana, tapada con un paraguas y una gabardina, le lanzó una mochila que parecía estar llena.

— Aquí tienes todo lo que necesitas para pasar desapercibido una temporada. Necesitas infiltrarte entre los humanos para dar con el paradero de la sacerdotisa. Encuéntrala y volverás a ser como antes. Es tu elección. Y si Rin no te interesa, hazlo para recuperar tus poderes de demonio.

Sesshomaru observó sus manos humanas intentando reconocerlas como suyas. Todavía vestía los ropajes y armadura del Sengoku.
—Me las pagarás, madre... —murmuró para sí mismo—. Lo que tengas con esa humana, lo arreglas tú misma con ella.

Su ira aumentaba a medida que la figura con gabardina se iba alejando, dejándolo completamente solo bajo la lluvia de la gran ciudad.

Agarró la mochila y se la puso a la espalda. No tenía otra elección que emprender su viaje en busca de la sacerdotisa, a la que podría matar si la encontraba con el único propósito de desobedecer a su madre.

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La Búsqueda (Inuyasha Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora