Ella.

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Todas las mañanas con el primer rayo de sol que la molestaba después de despertarse o después de pasar la noche sin dormir, ella se descalzaba de sus vans negras sólo con ayuda de sus pies mientras abría la ventana que daba paso hacia el balcón.

Se acercaba con paso decidido hacia los barrotes que protegían a cualquiera de una caída accidental y se sentaba en el suelo colocando sus pies entre ellos dejando que estos colgaran suspendidos en el vacío sobre el patio delantero de su casa.

Podía ser a ojos de varios una persona bastante extraña estando ahi todas las mañanas viendo y saludando a los que pasaban como si de un gato se estuviera hablando, pero ya había quien la ignoraban y sólo algunos vecinos le regresaban el saludo.

Abrazada a uno de los barrotes, con su cabellera castaña echa un moño, una sudadera gris y un pantalón deportivo corto de rosa pastel que jugaba el papel de pijama, disfrutaba de la brisa de la mañana de Noviembre.

El olor a manzanilla salía de su habitación apenas ella abría las puertas de salida para aquel aroma. Nunca sintió aquella mirada sobre ella o llegaba a ignorar que por su ventana era observada.

Dallas veía a la chica que amaba las manzanillas cada mañana, desde el jardin, o desde su propio balcón. Él nunca tuvo que preocuparse por si era visto. Ella nunca volteaba a ver a esa casa a la izquierda.

Esa mañana ningún rayo de sol se hacía notar todo el cielo era cubierto por un techo igual de gris como los ojos del chico gracias a las lluvias que Noviembre había dejado la noche anterior. Pero de igual forma ella había salido como de costumbre sin preocuparse en lo mojado que podría estar su balcón y de lo mojada y sucia que ella terminaría.

Él la veía desde abajo con un libro en mano y la correa del perro de su madre en otra. Admiraba cada parte de ella que su campo de visión le permitía y esperaba que ella lo reconociera cuando se toparan por casualidad en el instituto como el chico de la madrugada.

Regresó el ramo de manzanilla que ella le había dado la noche anterior a que ocupara su lugar cómo separador dentro de aquel libro y caminó hacia su habitación a arreglarse haciendo que sus pantuflas se mojaran por culpa de los charcos y lodo que se formo en su jardín, no pensó muy bien en las condiciones del pasto aquella mañana, Dallas pensó en que podría verla como cualquier otra mañana para despues prepararse para otro día sin ella.

El chico que no podía dejar de verla y de preguntarse ¿Porqué esa chica siempre iba a oler a manzanilla?.

La conocían como vecinos y nada mas, solo una compañera de clase como cualquier otra. La conocía como la chica del balcón que ama la manzanilla.

Chamomile [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora