Nuevo Lugar

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La mujer feroz se presentó a sí misma como la capitana del barco, casi no tuvo que hacerlo, las guardiamarinas saludaron tan pronto la vieron bajar del obenque y poner sus pies sobre la cubierta del castillo de popa.

—Capitana Agatha —dijo con firmeza. Sus ojos me recorrieron de arriba abajo, sentí el peso de su juicio en mis hombros. Sin embargo, no dijo nada y se dirigió a Erika, como si yo hubiera desaparecido en ese instante—. Erika, tu camarote está listo, puedes dejar tus pertenencias y las de tu guardaespaldas en él. Zarparemos al amanecer.

Dicho esto, dio media vuelta y marchó rumbo al timón. Donde otras oficiales estaban reunidas y no paraban de hablar en susurros. Todas vestían ese ridículo uniforme de casacas azules, camisetas blancas y botas negras, así como aquellas armaduras ligeras, como si no esperaran enfrentar el filo de una espada. Por suerte de su cinto colgaban largos sables, quizás en el mar luchaban a una mayor distancia. Me encogí de hombros y seguí a Erika hacia una pequeña puerta en uno de los laterales del alcázar. Atravesamos un pasillo estrecho hasta encontrarnos una puerta a nuestra diestra. Erika la abrió y se echó a un lado para dejarme pasar.

El lugar era pequeño, casi como un cajón. Apenas podía dar cinco pasos sin toparme con la pared frente a mí y otros cinco hacia cada lado. Frente a mí se encontraba una litera con un colchón bastante fino y cubierto con sábanas gruesas y limpias. Debajo de la misma descansaban unas maletas. Asumí que esa sería la cama de Erika.

—Dormirás allí —señaló un lugar junto a la puerta. Me giré y noté que a unos dos palmos del suelo sobresalía de la pared otra pequeña litera. Contaba también con un colchón muy fino y sábanas gruesas.

Tomé aire, el lugar ya me parecía bastante atestado, apenas podíamos caminar son rozarnos ¿se suponía que debía vivir aquí durante tres semanas? ¿y luego todo el tiempo que estuviéramos explorando las gélidas aguas del norte? Bueno, en peores lugares había dormido y al menos, había una ventana sobre la litera de Erika y en la puerta pequeñas ventanillas que de seguro dejarían circular un poco la suave brisa del mar.

Dejé mis cosas debajo de la litera y procedí a colgar mi ropa en algunos ganchos dispuestos en los tablones. Erika me imitó y durante un tiempo nos dedicamos a hacer de aquel espacio un lugar mucho más acogedor. Cualquier incomodidad que pudiera sentir en su presencia o al estar tan cerca de ella parecía haber desaparecido. Ya no era la típica chica seductora de la posada, sino una aprendiz de ingeniería naval y ahora que se encontraba en su ambiente, empezaba a revelar su verdadera personalidad. Me explicó con alegría algunos otros detalles que debía conocer sobre el barco y sus dinámicas, básicamente donde estaba el baño, cómo debía cuidar mi ración de agua y lo que se esperaba de mi como guardaespaldas.

—Las jerarquías son tomadas con mucha seriedad. La capitana gobierna sobre todos en el barco, pero comparte el mando con la contramaestre y la comandante de tierra. La contramaestre se encarga de controlar y dirigir a la marinería y responde a la capitana, mientras que la comandante de tierra controla a las diferentes guerreras del ejército que llevamos a bordo.

Aquellas últimas palabras enviaron una corriente helada a mi espalda ¿había guerreras a bordo? ¿me reconocerían? Un sabor amargo invadió mi boca. Esperaba que no fueran chicas de la frontera, ¿qué dirían si me veían despojada de mi capa o de mis broches, trabajando como una simple guardaespaldas? Tragué saliva despacio, si recordaba las palabras de la comandante, y lo hacía muy bien, la mayoría de las guerreras de la frontera se habían dirigido a los muelles en busca de trabajo. Lo más probable era encontrarme con algunas de ellas a bordo. Suspiré y tomé asiento en mi litera, solo esperaba que les hubieran obligado a vestir algún estúpido uniforme, eso aliviaría, en parte, la cruel mordedura de la vergüenza.

El Último LegadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora