Madres y Hermanas

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El resto de nuestra tarde juntas pasó en un remolino de silencios incómodos. Lynnae deseaba regresar a casa pronto, encontrarse con Melinda y establecer las pautas de nuestra misión. Era como si ese pequeño momento en el baño hubiera desaparecido por completo de su mente, nada importaba más que acabar con las mujeres que habían atacado a su hermana. Una ligera nube de resentimiento creció en mi corazón, ¿por qué tenía que preocuparse por eso ahora?

Para mi mala suerte, Melinda se encontraba en casa, a su lado y mirando con expresión teatral a través de la ventana se encontraba una guerrera de la frontera, su capa azul medianoche rozaba con majestuosidad el suelo. Desde mi posición podía ver que era una mujer de espalda ancha y brazos fuertes, en su cuello podía ver el inicio, o quizás el final, de un gran tatuaje que se perdía en sus clavículas. Su cabeza estaba rapada casi por completo salvo una gran mata de cabello en punta sobre la parte superior.

—Steina, te presento a Indira. La comandante de la frontera.

¡Vaya! Así que era ella una de las principales cabecillas de este movimiento en defensa de la corona. Observé la espada que sobresalía detrás de su capa, ¿si buscaba matar a las reinas me encontraría con ella?

—No hay tiempo que perder en presentaciones —espetó mientras se daba la vuelta. Sus ojos claros y grises atravesaron mi alma como si fueran flechas envenenadas—. Melinda me ha dicho que han avanzado mucho en su entrenamiento, estoy aquí para comprobarlo por mí misma. No podemos darnos el lujo de contar con ninguna debilidad.

Lynnae estrelló su puño con fuerza contra su pecho y ejecutó una pequeña reverencia con la cabeza. Podía sentir cómo la energía a su alrededor cambiaba, era como si toda ternura y suavidad desaparecieran de su cuerpo.

—Necesito más tiempo, señora. Pido permiso para visitar la casa de mi sangre y entrenarme bajo sus antiguos conocimientos.

—Conoces las costumbres de tu casa, Lynnae —empezó Indira con tono grave—, pero no voy a detenerte. Conozco tus motivaciones y llegó la hora de avanzar para ti.

—Partiré después del baile. Hemos sido invitadas oficialmente —tendió el sobre elegante a la comandante y esta lo recibió en sus manos protegidas por un grueso guantelete. Era un contraste irrisorio y a la vez, enervante.

—Buen trabajo —sonrió y dos hoyuelos se dibujaron en su rostro cincelado en roca—. Le pediré a la casa de Aren que condensen sus conocimientos y se preparen para recibirte, no tenemos mucho tiempo. Con el ataque a la fragata Gisli nos ha quedado claro que han perfeccionado su armamento. Extremaremos la vigilancia en la frontera, me gustaría asegurar que el contrabando no ingresará en Calixtho, pero también es cierto que muchas consciencias pueden ser compradas. No tengo el control sobre cada alma de Lerei.

Finalizado su pequeño discurso regresó su atención a mí. Me sentí evaluada, desnuda ante su mirada. Sonrió y tiró su cabeza hacia atrás.

—Una digna representante de Cressida, justo como tú, Melinda. —Tal como la seda y el papel caro contra el metal de su guantelete o los hoyuelos en sus mejillas, la ternura en sus ojos al dirigirse a Melinda era enervante. Una mujer de extremos.

—Lo es, puedo asegurarte que es mejor que algunas de tus guerreras veteranas —respondió Melinda con orgullo y por un momento sentí el impulso de probar la verdad en sus palabras, de no fallarle. Nadie había estado orgulloso de mí nunca y ahora que lo experimentaba, no deseaba perder tan agradable sensación y caer de nuevo en el vacío.

—Parece que la arpía le comió la lengua. Me habías dicho que tenía una lengua afilada y peligrosa. —El frío de su guantelete contra mi quijada me sacó de mis pensamientos y emociones. Fruncí el ceño, estaba frente a ellas, no tenían que hablar de mí como si no fuera así.

El Último LegadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora