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25 de diciembre, 2015

En el pueblo las decoraciones navideñas de las casas son más cálidas, más personales. Fue un gran contraste esta navidad con la anterior y las anteriores.
Siempre me gustó el concepto de la navidad: la gente vestida con esa estúpida ropa estampada de caramelos, Londres cubierto de nieve, las luces, las pistas de hielo, la escarcha, los pesebres. Pero no recordaba haberla disfrutado realmente. Era cuando más bebía mi padre, cuando más solo y enfadado él se sentía, sobre todo cuando más miserable me hacía la vida.

Y no pude evitar recordar: el 25 de diciembre del año pasado, la soga, la viga y todo lo que le había suplicado a Dios para que me perdonara por lo que haría. Hice el nudo y pasé la soga por la viga de acero que veía cada noche antes de dormir, no escuché siquiera los fuegos artificiales, no lloraba, puse el banco...y se abrió la puerta.
Tampoco escuché el auto, mi padre había vuelto, allí estaba con la ropa desalineada mirando la escena que no había terminado de desarrollar. En aquel segundo, desee mí muerte más que nunca y, aún así, minutos después la anhelé con más fuerza.

—¿Qué haces niño tonto? –Él arrojó la botella vacía al piso, estallando en pedazos.

Se me acercó pateando el banco y me abofeteó.

—Te pregunté: ¿Qué es lo que haces? –Aprisionó mi muñeca y me agarró del cuello—. ¿Crees que puedes dejarme solo? Dime.

Negué moviendo la cabeza.

—Escúchame bien, niño. A nadie le importas, solo a mí. Así que, se bueno. –Me empujó a la cama. Arrancó de un tirón la soga que aún colgaba inocentemente y la observó como un tesoro valioso—: Aunque, podría sernos útil.

Intenté huir, pero no hubo escapatoria; antes de que fuera consciente yo lloraba del asco y del dolor.

—Basta, por favor. –Fue lo único que logré articular.

Y sin embargo, él siguió...

Parpadeé, allí estaba, en la tranquilidad del salón de Violet, ambos tomábamos chocolate caliente frente a la ventana, la tierra se iba cubriendo cada vez más de nieve y el silencio era acogedor; en ese momento las palabras se escaparon de mis labios:

—Estoy feliz de estar aquí, contigo.

Ella no dijo nada, pero la sonrisa escondida tras la taza lo fue todo.

Blue

366 días ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora