Querida amiga.

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Tengo una amiga que me abraza, con tanta fuerza, que pareciera que mi vida estuviera a punto de escaparse entre sus brazos, como si no hubiera luz más allá de la llovizna que cae a cántaros, como si yo corriera el riesgo de caerme a pedazos. Me atrapaba pegada de ella, como si se apagara todo el brillo de las estrellas, y tuviera que mantenerme cerca, para que así no lo pierda. Eran abrazos vitalizadores, llenos de cariño y esperanza, pero no podía evitar sentirme cada vez más muerta, aunque trataba, allí se hallaba, aquel sentimiento de desvanecimiento, sentía que mi muerte ya cerca venía, creía que en otras instancias todo se iba, que no existía alguna otra razón para mí, que su compañía, me divertía el hecho de creer que yo sin ella podría mantenerme en vida, pero era absurdo de pensar, que ese amor estaba de más. Y si, me tuve que alejar, porque la temía contagiar, de esas ganas de la vida terminar, estaba espantada con la idea de que ella se enfermara con mis insanidades, de que no tuviera como salvarse, todo se sentía tan salvaje y atacaba sin siquiera anunciarse. Pero jamás quise que ella lo presenciase, en el fondo sentía que ella lo sabía, tal vez por eso me abrazaba cada día, pero, oh, querida amiga, ya no hay salida, tengo que alejarme de tu vida.

-𝕊𝕤.

Escritos de una noche fría. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora