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Observé a Kei, mi águila, entrar por la ventana de La Madriguera. Tome la carta. Esperando que fuera de Harry. Pero no era la respuesta de Cedric.

—Esto no es normal, Lizzie. Harry no ha contestado ninguna de nuestras cartas, estoy preocupado. – susurró Ron, mientras miraba a Errol, la vieja lechuza de la casa, salir en dirección a Privet Drive.
—Si me entero que le hicieron algo a Harry los mato. – solté, enfadada. 

Hace dos meses que conocí a los tíos de Harry y a su primo, desagradables para mi. No me habían agradado. 

—Estoy seguro que el esta bien. - dijo Ron convencido.
—¿Y si está en apuros? ¿Y si sus tíos lo maltratan o algo? No me dieron buena impresión...- susurré, con preocupación.
—Y si fuera así, ¿Que podríamos hacer nosotros, unos niños de 12? - preguntó Ron, con inseguridad.
—No creo que podamos hacer nada, al menos solos. - unas risas de locura pura entraron por mis oídos y sonreí al escucharlos ellos serian mis cómplices malvados.
—¿No pensarás...? - puse mi dedo en sus labios, mientras me dirigía hacia los gemelos más locos que pueden existir.
—Naranja, mandarina necesitamos su ayuda. - me puse delante de los gemelos, quienes me analizaron con la mirada.

Si se que los llame como frutas, pero en estas vacaciones habíamos agarrado de llamarnos como frutas o verduras con el color de nuestro cabello.

—¿Para qué? - contestaron ambos a la vez.
—Para salvar a Harry de sus tíos muggles. - susurré en voz baja, viendo a Arthur Weasley, mi padre, entrar a la cocina, con aire cansado.
—¿Se puede saber que está haciendo Harry Potter? ¿Es que no conoce las reglas mágicas? - decía él, con un poco de angustiado.
—¿Qué ha pasado? - dijimos Ron y yo a la vez, acercándonos a papá, si a veces éramos la copia de los gemelos, pero que puedo decir somos mellizos.

Él se pasó una mano por la frente.

—Ha usado magia delante de los muggles, ha recibido un aviso por parte del Ministerio de Magia. - al oír esto, miré a Ron, Fred y George preocupada. 

Los gemelos asintieron, corroborando que nos ayudarían a rescatar a Harry de su horrorosa familia muggle.

Esa noche, en la cocina, los gemelos y mellizos Weasley estábamos reunidos.

—Tenemos que ir cuánto antes, no podemos dejarle más tiempo en esa casa. - empecé yo, con tono serio.
—Estoy de acuerdo, pero hay un obstáculo para llegar hasta Harry. El monstruo pelirrojo. - siguió Fred. – Además quieres ir a salvar a tu novio. – me dijo pícaramente.

Reí sin hacer tanto ruido, el monstruo pelirrojo era mamá, Aunque al escuchar lo de Harry guarde silencio.

—Ya les dije que es mi mejor amigo. – dije viéndolos seria a los cuales ellos me miraron con miedo.
—Te has dejado un obstáculo, listo. ¿Como llegaremos donde vive Harry? - añadió Ron.

George compartió una sonrisa extraña con Fred.

—Ese problema ya está solucionado. Solo tenemos que ir, llevarnos a Harry y volver sin que nadie se entere de nuestra ausencia. - dijo George, en voz baja.
—¿Y cómo vamos a ir? ¿volando? – conteste con burla. 

Fred y George me sonrieron orgullosos.
—Sígannos. – ambos se levantaron, completamente sincronizados, y se dirigieron al extenso jardín trasero, donde un Ford Anglia estaba aparcado.
—Oye, no podemos irnos en esto...- susurré, viendo como Fred subía en el lugar de copiloto y George se ponía al volante, arrancando el motor del Ford.
—¿Quieres salvar a Potter o no? – los mire y claro que quería salvar a Harry pero esto nos traerá problemas. – Hace algún tiempo, descubrimos a papá haciendo unos arreglos en este coche. Le juramos que no diríamos nada, pero...- una sonrisa pillina se extendió por el rostro de Fred.
—Esperen un momento, que necesito ir al baño.- me excusé para entrar en la casa de nuevo. 

𝓛𝓲𝔃𝔃𝓲𝓮 𝓦𝓮𝓪𝓼𝓵𝓮𝔂 𝔂 𝓵𝓪 𝓒á𝓶𝓪𝓻𝓪 𝓢𝓮𝓬𝓻𝓮𝓽𝓪.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora