3

225 14 0
                                    

La última noche, mamá hizo aparecer, por un conjuro, una cena suntuosa que incluía todos nuestros manjares favoritos y que terminó con un sucu­lento pudín de melaza. Fred y George redondearon la noche con una exhibición de las bengalas del doctor Filibuster, y llenaron la cocina con chispas azules y rojas que rebotaban del techo a las paredes durante al menos media hora. Des­pués de esto, llegó el momento de tomar una última taza de chocolate caliente e ir a la cama.

«¿A que se refería el papá de Malfoy con que un regalo para mi? ¿Realmente volveré a Slytherin? ¿Estaba bien ocultar esa conversación de mi familia? ¡Diablos odio pensar cosas antes de dormir!»

A la mañana siguiente, nos llevó mucho rato ponernos en marcha. Nos levantamos con el canto del gallo que había debajo de mi ventana, pero parecía que quedaban muchas cosas por preparar. Mamá, de mal humor, iba de aquí para allá como una exhalación, buscando tan pronto unos calcetines como una pluma. Algu­nos chocábamos en las escaleras, medio vestidos, sosteniendo en la mano un trozo de tostada, y papá, al llevar el baúl de Ginny al coche a través del patio, casi se rompe el cuello cuando tropezó con una gallina despistada.

«Adoro mis días con mi familia»

Arthur quería meternos a las nueve personas, siete baúles grandes, tres lechuzas y una rata en el Ford Anglia.

—No le digáis a Molly ni media palabra. - susurró papá a Harry mientras abría el maletero y enseñarle como lo había ensanchado mágicamente para que pudieran caber los baúles con toda facilidad.

Cuando por fin estuvimos todos en el coche, mamá echó un vistazo al asiento trasero, en el que Harry, Ron, Fred, George, Percy y yo estábamos confortablemente sentados, unos al lado de otros.

—Los muggles saben más de lo que parece, ¿verdad? - ella, Ginny y yo íbamos en el asiento delantero, el cual se había alargado hasta tal punto que parecía un banco de parque. - Quiero decir que desde fuera uno nunca diría que el coche es tan espacioso.

Papá arrancó el coche y salimos del patio. Apenas nos habíamos alejado unos metros cuando tuvimos que dar la vuelta, porque a George se le había olvidado su caja de bengalas del doctor Filibuster. Cinco minutos después, el coche tuvo que detenerse en el corral para que Fred pudiera entrar a recoger su escoba. Y cuando ya estábamos en la autopista, Ginny gritó que se había olvidado su diario y tuvimos que retroceder otra vez. Cuando Ginny subió al coche, después de recoger el diario, llevábamos muchísimo retraso y los ánimos estaban alterados.

Papá miró primero su reloj y luego a su mujer.

—Molly, querida...- insinuó papá, como siempre que quería obtener permiso para algo.
—No, Arthur. - mamá se negó ante la idea misteriosa de papá.
—Nadie nos vería. Este botón de aquí es un accionador de invisibilidad que he instalado. Ascenderíamos en el aire, luego volaríamos por encima de las nubes y llegaríamos en diez minutos. Nadie se daría cuenta...- explicó papá a mamá, como si de una negociación se tratara.
—He dicho que no, Arthur, no a plena luz del día.- sentenció mamá.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝓛𝓲𝔃𝔃𝓲𝓮 𝓦𝓮𝓪𝓼𝓵𝓮𝔂 𝔂 𝓵𝓪 𝓒á𝓶𝓪𝓻𝓪 𝓢𝓮𝓬𝓻𝓮𝓽𝓪.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora