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Hubo un momento de silencio cuando yo, Harry, Ron, Ginny y Lockhart aparecimos en la puerta, llenos de barro, sucie­dad y, en el caso de Harry, sangre. Luego alguien grito:

—¡Ginny !

Era mi madre, que estaba llorando delante de la chimenea. Se puso en pie de un salto, seguida por mi padre, y se abalanzaron sobre mi hermana pequeña.

Harry, sin embargo, miraba detrás de ellos, mire a su misma dirección. El profesor Dumbledore estaba ante la repisa de la chimenea, sonriendo, junto a la profesora McGonagall, que respiraba con dificul­tad y se llevaba una mano al pecho. Fawkes pasó zumbando cerca de Harry para posarse en el hombro de Dumbledore. Sin darnos cuenta, Harry, Ron y yo nos encontrábamos atrapados en el abrazo de mi madre.

«Amo a mi madre pero no me gusta tanto el cariño»

—¡La han salvado! ¡La han salvado! ¿Cómo lo hi­cieron?
—Creo que a todos nos encantaría enterarnos. - dijo con un hilo de voz la profesora McGonagall.

Cuando mamá nos solté a Harry y a mi , él se acercó a la mesa y se puso delante de la espada y del diario de Tom Ryddle. Yo me acerque y deje el sombrero seleccionador.

Harry empezó a contarlo todo. Habló durante casi un cuarto de hora, mientras los demás lo escuchaban absortos y en silencio. Contó lo de la voz que no salía de ningún sitio, que Hermione había comprendido que lo que él y yo oíamos era un basilisco que se movía por las tuberías, que él, Ron y yo habíamos seguido a las arañas por el bosque, que Aragog nos había dicho dónde había matado a su víctima el basilisco, que habían adi­vinado que Myrtle había sido la víctima, y que la entrada a la Cámara de los Secretos podía encontrarse en los aseos.

—Muy bien, - dijo la profesora. - así que averiguaron dónde estaba la entrada, quebrantando un centenar de normas, añadiría yo. Pero ¿cómo demonios conseguisteis salir con vida, Potter?

Así que Harry, con la voz ronca de tanto hablar, les re­lató la oportuna llegada de Fawkes y del Sombrero Selec­cionador, que me proporcionó la espada. Pero luego titubeó. Había evitado hablar sobre la relación entre el diario de Ryddle y Ginny. Ella apoyaba la cabeza en el hombro de mi madre, y seguía derramando silenciosas lágrimas por las mejillas.

Instintivamente, miré al profesor Dumbledore, y éste es­bozó una leve sonrisa. La hoguera de la chimenea hacía bri­llar sus lentes de media luna.

—Lo que más me intriga,- dijo el director amablemente. - es cómo se las arregló lord Voldemort para embru­jar a Ginny, cuando mis fuentes me indican que actualmen­te se halla oculto en los bosques de Albania.
—¿Qué... qué? – pregunto papá atónito. - ¿Sabe qui-quién? ¿Ginny embrujada? Pero Ginny no ha... Ginny no ha sido... ¿verdad?
—Fue el diario. – dijo Harry de inmediato, tomando el diario y enseñándolo a los presentes. - Ryddle lo escribió cuando tenía dieciséis años.

Dumbledore cogió el diario que sostenía Harry y exami­nó minuciosamente sus páginas quemadas y mojadas.

—Soberbio. – dijo con suavidad. - Por supuesto, él ha sido probablemente el alumno más inteligente que ha teni­do nunca Hogwarts. – se voltio a mis padres y hermanos los cuales estaban perplejos. - Muy pocos saben que lord Voldemort se llamó antes Tom Ryddle. Yo mismo le di clase, hace cin­cuenta años, en Hogwarts. Desapareció tras abandonar el colegio... Recorrió el mundo..., profundizó en las Artes Oscu­ras, tuvo trato con los peores de entre los nuestros, acome­tió peligros, transformaciones mágicas, hasta tal punto que cuando resurgió como lord Voldemort resultaba irre­conocible. Prácticamente nadie relacionó a lord Voldemort con el muchacho inteligente y encantador que recibió aquí el Premio Anual.
—Pero Ginny. – dijo mi madre sin comprender. - ¿Qué tiene que ver nuestra Ginny con el?
—¡Su... su diario! – dijo mi hermana entre sollozos. - He es­tado escribiendo en él, y me ha estado contestando durante todo el curso...
—¡Ginny! – dijo mi padre atónito. -¿No te he en­señado una cosa? ¿Qué te he dicho siempre? No confíes en cosas que tengan la capacidad de pensar pero de las cuales no sepas dónde tienen el cerebro. ¿Por qué no me enseñaste el diario a mí o a tu madre? Un objeto tan sospechoso como ése, ¡tenía que ser cosa de magia negra!
—No..., no lo sabía. – lloraba mi hermana. - Lo encontré den­tro de uno de los libros que me había comprado mamá. Pensé que alguien lo había dejado allí y se le había olvidado...
—La señorita Weasley debería ir directamente a la en­fermería. – dijo el director con voz firme. - Para ella ha sido una experiencia terrible. No habrá castigo. Lord Volde­mort ha engañado a magos más viejos y más sabios. – abrió la puerta - Reposo en cama y tal vez un tazón de cho­colate caliente. A mí siempre me anima. – Le guiño el ojo a mi hermana. - La señora Pomfrey estará todavía despierta. Debe de estar dando zumo de mandrágo­ra a las víctimas del basilisco. Seguramente despertarán de un momento a otro.
—¡Así que Hermione está bien! - dijo Ron con alegría.
—No les han causado un daño irreversible. – dijo el profesor Dum­bledore.

𝓛𝓲𝔃𝔃𝓲𝓮 𝓦𝓮𝓪𝓼𝓵𝓮𝔂 𝔂 𝓵𝓪 𝓒á𝓶𝓪𝓻𝓪 𝓢𝓮𝓬𝓻𝓮𝓽𝓪.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora