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Nos hallábamos en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada

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Nos hallábamos en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra talladas con ser­pientes enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad, proyectando largas sombras ne­gras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia.

Con el corazón latiéndome muy rápido, Harry se aterró al escuchar aquel silencio de ultratumba. ¿Estaría el basilisco acechan­do en algún rincón oscuro, detrás de una columna? ¿Y dónde estaría Ginny?

Saqué mi varita y avancé junto a Harry por entre las columnas decora­das con serpientes. Nuestros pasos resonaban en los muros som­bríos. Íbamos con los ojos entornados, dispuestos a cerrarlos com­pletamente al menor indicio de movimiento. Me sentía observada por las cuencas vacías de los ojos de las estatuas en forma de serpientes. Mas de una vez el corazón me dio un vuelco al creer que alguna se movía.

Al llegar al último par de columnas, vi una estatua, tan alta como la misma cámara, que surgía imponente, ado­sada al muro del fondo.

Tuve que echar atrás la cabeza para poder ver el rostro gigantesco que la coronaba: era un rostro antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi has­ta el final de la amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre el liso suelo. Y entre los pies, boca abajo, vi una pequeña figura con túnica ne­gra y el cabello de un rojo encendido.

—¡Ginny! – susurre, mientras Harry dejaba su varita en el suelo y corría hacia ella. 

«El amor» - Me pegue en la frente. - «No es momento, Elizabeth»

—¡Ginny, no puedes estar muerta!- decía Harry, mientras tomaba a Ginny por los hombros y le daba la vuelta. Tenia la cara tan palida y fría como la nieve, aunque sus ojos estaban cerrados, así que no estaba petrificada. Pero entonces eso significaba...
—¡Ginny, Por favor despierta ...! - le suplicaba yo a mi hermana.
—No despertará. - dijo una voz suave.

Harry se enderezó de un salto y yo miraba al dueño de aquella voz.

Un muchacho alto, de pelo negro, estaba apoyado contra la columna más cercana, mirándonos. Tenía los contornos borrosos, como si lo estuviera mirando a través de un cristal empañado. Pero no tenía dudas sobre quién era.

—Tom... ¿Tom Ryddle? - preguntó Harry.

Ryddle asintió con la cabeza, sin apartar sus ojos fríos de nosotros dos.

—¿Qué quieres decir? ¿Por qué no despertará? – dijo mi amigo mas desesperado que yo. - ¿Ella no está... no está...?

«Algo me dice que no me muestre débil ante el.»

—Todavía está viva, - contestó Ryddle. - pero por muy poco tiempo.

Dirigió su mirada a mi, como si quisiera verme mal o peor atraída hacia el. Nunca había confiado en este tipo, sin duda era atractivo, tenia una mirada mas fría que el padre de Draco.

𝓛𝓲𝔃𝔃𝓲𝓮 𝓦𝓮𝓪𝓼𝓵𝓮𝔂 𝔂 𝓵𝓪 𝓒á𝓶𝓪𝓻𝓪 𝓢𝓮𝓬𝓻𝓮𝓽𝓪.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora