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Dejamos la escalera de piedra y la profesora McGonagall lla­mó a la puerta. Ésta se abrió silenciosamente y entramos. La profesora McGonagall nos pidió a Harry y a mí que esperáramos y nos dejó solos.

Miré a mi alrededor, una cosa era segura: de todos los despachos de profesores que había visitado aquel año, el de Dumbledore era, con mucho, el más interesante. Si no hu­biera tenido tanto miedo a ser expulsada del colegio, habría disfrutado observando todo aquello.

Era una sala circular, grande y hermosa, en la que se oía multitud de leves y curiosos sonidos. Sobre las mesas de pa­tas largas y finísimas había chismes muy extraños que ha­cían ruiditos y echaban pequeñas bocanadas de humo. Las paredes aparecían cubiertas de retratos de antiguos directo­res, hombres y mujeres, que dormitaban encerrados en los marcos. Había también un gran escritorio con pies en forma de zarpas, y detrás de él, en un estante, un sombrero de mago ajado y roto: Era el Sombrero Seleccionador.

Harry tenía duda, pero yo avancé, decidida a quitarme la duda de la cabeza, y me coloqué el sombrero seleccionador.

Quería saber...necesitaba saber porque soy una miembro de Slytherin siendo una Weasley.

—Elizabeth Weasley, te estaba esperando - me dijo la vocecita del sombrero.
—«Entonces, ya sabes lo que quiero preguntarte.» - hablé en mi mente, tratando de que Harry o escuchara nada.

Al contrario, me miraba sorprendido.

—Ciertamente, eres la única Weasley por el momento que mandare a Slytherin. Desde el primer instante en el que toque tu cabeza supe que tenías algo...distinto. - me habló el sombrero, con voz raída.
—«¿Distinto? ¿A que te refieres con eso?» - le pregunté.

Escuché su risa, una de las cosas más espeluznantes que había escuchado.

—No soy yo el indicado para responder a esa pregunta. - dijo el sombrero.
—«Solo dime algo mas, ¿Soy una Weasley?»
—En eso tampoco soy el indicado.

Frustrada, me saqué el sombrero y se lo di de mala gana a Harry, quién se lo puso en la cabeza. Contemplé como su cara cambiaba de aspecto, haciendo raras muecas para después quitarse el sombrero de golpe.

«¿Eso quiere decir que no soy una Weasley? ¿Entonces quién soy yo?»

Entonces, un sonido de arcadas me hizo darme cuenta de que no estábamos solos Harry y yo en ese despacho. Sobre una percha dorada detrás de la puerta, había un pájaro de aspecto decrépito que parecía un pavo medio desplumado. Lo miré, y el pájaro me devol­vió una mirada torva, emitiendo de nuevo su particular rui­do. Parecía enfermo. Tenía los ojos apagados y, mientras lo miraba, se le cayeron otras dos plumas de la cola.

«Por lo que mas quieras no vallas a morir si mueres pensaran que hemos sido Harry y yo»

Mientras pensaba eso, el pájaro empezó a arder de la nada. Haciendo que me espantara.

«Eso espero que mamá me deje volver con Charlie»

Harry profirió un grito de horror y retrocedió hasta el escritorio. Buscó con la mirada un vaso con agua, pero no vio ninguno. El pájaro, mientras tanto, se había converti­do en una bola de fuego. Emitió un fuerte chillido, y un ins­tante después no quedaba de él más que un montoncito hu­meante de cenizas en el suelo.

La puerta del despacho se abrió. Entró Dumbledore, con aspecto sombrío.

—Profesor, - hable nerviosa. - su pájaro..., no pudimos hacer nada..., acaba de arder... ¡Nosotros no hemos sido!- «No nos mande a casa, mamá probablemente me mandara a Beauxbatons a que me enseñen a ser una dama y realmente no quiero eso»
—Ya era hora. – dijo. - Hace días que tenía un aspecto horroroso. Yo le decía que se diera prisa.

𝓛𝓲𝔃𝔃𝓲𝓮 𝓦𝓮𝓪𝓼𝓵𝓮𝔂 𝔂 𝓵𝓪 𝓒á𝓶𝓪𝓻𝓪 𝓢𝓮𝓬𝓻𝓮𝓽𝓪.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora