Cristian Sallow14 de diciembre 2016, 16 años
Ciertamente, no podía creer que un hombre extraño que encontró a dos gemelos en un puente suicida se haya compadecido de ellos y ahora estemos en la parte trasera de su camioneta.
Wilder ha estado tratando de sacarnos conversación, preguntándonos nuestra edad, quiénes eran nuestros padres y esas cosas. Apenas pude responderle a nuestra edad y por donde vivíamos. Trató de poner música, pero al parecer la señal no llegaba a su radio.
Chase no había hablado desde hace al menos una hora, ni siquiera me miraba o hacía algún ademán. Se limitaba a mirar por la ventana y sus labios estaban tan sellados como algún tesoro de piratas. En ocasiones me pregunté si seguía despierto, pero alcanzaba a ver sus ojos parpadeando en el reflejo de la ventanilla y respiraba de una forma tan fuerte que me imagino que estando inconsciente no se podría.
—Mi casa es esa de allá —nos dijo Wilder, señalando más adelante. Me erguí en mi sitio para tratar de alzar la vista, y alcancé a ver la casa más adelante, tenía algunas ventanas iluminadas y pude ver la figura de una joven que estaba afuera, sentada en el porche delantero de la casa—. Esa es mi hija.
Solo asentí con mi cabeza, a pesar de que no sé si Wilder me vio hacerlo.
Cuando aparcó, me llegó el miedo de bajar del auto, pero Chase lo hizo sin dudar mucho y no dejó que Wilder le ayudara a bajar, en cambio yo sí, él estaba siendo muy amable con nosotros y quería hacerle entender que de alguna forma estaba agradecido y que él no estaba desperdiciando esfuerzos en nosotros.
—¡Cecilia! ¿Qué te he dicho de estar afuera a estas horas niña? —le reprochó el hombre a la niña, haciendo unas señales con sus manos, ella no dijo una palabra y solo nos observó a mi hermano y a mí—. Anda, adentro, y búscame a tu madre.
La chica debía tener algunos catorce o quince años como mucho, tenía el cabello largo, hasta la cintura, y los ojos azul verdosos que tenía se notaban hasta en la oscuridad que había. En completo silencio, Cecilia entro a su casa, obedeciendo a su padre.
—Es una niña algo terca, pero es muy amistosa —suspiró Wilder, quitándose la gorra que llevaba puesta—. Vengan, síganme.
Y tan callados como Cecilia, nos fuimos al interior de la casa, siguiendo los pasos de Wilder.
Al estar adentro de la casa pude notar la familiaridad que tenía la estructura de esta. La cocina, el comedor, las escaleras. Todo estaba en el mismo sitio que en mi casa, tal vez fue la misma constructora quien hizo ambas viviendas. Incluso las paredes tenían esos colores retros y neutrales, gris, blanco, crema.
Apareció una mujer, de piel morena y un cabello tan negro como los árboles del bosque en la noche. Me parecía que era la mujer de Wilder, pues es igual a la mujer que había visto en la foto que él me mostró cuando estábamos en el puente, aunque ahora en ella se notaba el paso del tiempo.
—¿Quiénes son ellos? —preguntó aquella mujer, me esperaba que su voz fuera más suave y tranquila, como la de mi madre, pero no fue nada así; su voz fue tan directa y tan brusca que me dio un pequeño sobresalto al escucharla.
—Dennos un momento, por favor, pueden sentarse. —nos dijo Wilder, a la vez que guiaba a la mujer entre los pasillos de la casa.
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El Puente de los Suicidios [REESCRIBIENDO]
Teen FictionCuando en la noche sus corazones quieren estallar. Cuando más necesitaron la compañía de la muerte, se hablaba de un puente alejado de la ciudad, solitario, silencioso y completamente suicida, en donde pueden refugiarse de los abusos y soñar, con la...