ocho

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Fred sentía que el miedo se apoderaba de él. ¿Nadie podría nunca ayudarlo a salir de ahí?

De vez en cuándo pensaba en gritar por ayuda a los trabajadores que salían a las seis de la tarde que pasaban por ahí.

Pero ya sabía que nadie le ayudaría. Y que el castigo por parte del moreno sería peor.

— Sí... Deuz, discúlpame.

— Te dije que me llegarás papi.

Fred hizo una mueca y apretó los labios. Qué asco; — Sí... Papi.

Tener un buen cuerpo, trabajado y saludable no le daba el derecho a Deuz de jugar con el cuerpo bien cuidado de Fred.

Complace me (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora