Capítulo 8: La voz de mi consciencia es una mujer con labios de cereza

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Me costó abrir los ojos, tenía miedo porque la cabeza me daba vueltas, sentía la boca seca y mientras la  consciencia volvía a mi cuerpo noté que no estaba en mi casa, que sentía un brazo rodeándome la cintura. De pronto abrí los ojos y la claridad me dio un golpe moral, parpadeé y traté de que no me delatara mi respiración nerviosa. No sé si es porque no suelo despertarme con alguien así, si fue porque no soy amante de los abrazos, o porque dudé que fuera realmente una pierna que rozaba mis cluteos o porque... ¡Era N!

Poco a poco volteé mi rostro hacía N y mientras lo hacía pensaba: "Que no esté despierto. Que no esté despierto. Que no esté despierto". Estaba dormido o eso parecía, me quedé observándole, con mi cuerpo a medio voltear para que no se diera cuenta y ahí estaba mi consciencia más despierta que nunca diciéndome:

- Ajá, ¿qué fue lo que hiciste? Diste y diste y mataste al tigre. ¿Ahora le tienes miedo al cuero? En algún momento te tienes que levantar e irte. ¿Cómo va ser todo desde ahora? ¡Coño, Hecmar! Tú no puedes dejar de tener sexo un tiempo porque vuelves a comportarte como si tuvieras 20. ¿Qué tanto le estas viendo? ¡No! ¡Saca ese pensamiento de tu cabeza! Esta bien, termínalo ahora.

Parpadeé varias veces para dejar de pensar tanto en segundos y hacer lo que el impulso post ebriedad quería que hiciera, aprender muchas cosas a los 20 tiene sus ventajas. Sonreí como una niña que está a punto de hacer una travesura y me moví suavemente bajo la sábana, bajé hasta más abajo de su cintura... Tenía que probarlo sobria, lo de la anoche anterior no contaba... Estaba llena de adrenalina y de verdad quería hacerlo.

Nunca había despertado a alguien así; de hecho, a mi me despertaban de esa manera pero esta vez quería hacerlo yo y no sabía porqué...

- Si sabes el porqué lo estás haciendo y ya sabes cómo va a terminar. Ya pasaste por esto.

Mi consciencia nuevamente...

Dicen que las mujeres no pensamos en el sexo como prioridad cuando nos gusta alguien, sino al revés...

Yo esa mañana con mucha resaca estaba ahogándome en libido, tenía tiempo sin sentirme atraída sexualmente por alguien y creo que ha sido el mejor sexo oral que he dado. Digamos que lo hice inconscientemente porque el deseo apagó la voz de mi consciencia y me concentré en escucharlo a él.

-- Capítulo 8: H (Hecmar) --

Querido diario:

A veces añoro esos momentos que viví a mis 20 años exactos.

Después de tener una de las experiencias más increíbles a nivel sexual, una fiera dentro de mi había despertado. Ya no tenía miedo a coquetear, a pedir lo que quería, de que si alguien me gustaba iba a por ello sin meditarlo mucho; estaba abierta a cualquier experiencia sexual con personas que me gustaran o me llamaran la atención. Así es, cualquier persona: mujer u hombre.

Caracas es una ciudad que se presta para todo, las personas que puedes conseguir pueden darte una grata sorpresa pero depende del lugar, mi entorno era mi trabajo- universidad por lo que no había mucho campo. Sin embargo, la universidad es más diversa. A mis 20 años conocí mucha mucha gente, que a la mayoría no las recuerdo actualmente, a todo le decía "sí": a las salidas a media semana, a cualquier encuentro, si conocía a un chico y me despertaba el deseo buscaba la manera de que se diera.

Mi mejor amiga y yo, salíamos en grupo con poco dinero pero nos divertíamos, me sentía dueña del rock & roll; tequila, vodka, cerveza y ron eran el menú de mis noches de fin de semana.

Después de un fin de semana largo, de haber estado en mi local favorito bailando, tomando y disfrutando de mi resistencia veinteañera, tuve clases de verano en la universidad en la tarde/noche. Había pedido permiso en el trabajo para poder asistir a lo que nunca fue una clase porque dicho profesor no fue; indignada de haber perdido mi tiempo y con una resaca de muerte, salgo del salón, atravieso todo el edificio y cuando ya voy a tomar el ascensor un chico alto, con un suéter, las manos metida en los bolsillos del jean, cabello castaño bien peinado, barbilla bien marcada, nariz perfilada y olor a perfume como si se hubiera recién bañado se paró junto a mi, me mira de reojo y se abren las puertas del ascensor.

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