Capítulo 17: ¿Siempre fui el Lobo?

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-- Capítulo 17: R--

Querido diario:

Cuando me siento mal anímicamente hago dos cosas: ver películas de comedia romántica y comer hasta atragantarme; eso de que la depresión adelgaza no me pasa.

No sé cuántas películas puedo ver en dos días - porque yo solo me entrego a la depresión los fines de semana-  pero cuando llego a la escena donde chico o chica se disculpa por haberla cagado durante toda la película, luego declara su amor de manera torpe y cierran la escena con una sonrisa y un beso me pongo a pensar que eso no existe. O sea, no existe que pase así... O bueno, a mi nunca me ha pasado.

Y creanme, los viajes no quitan la depresión en sí solo te ayudan a distraerte, a sonreír y a conocer muchas cosas; incluso, siempre va haber algo que te recuerde el porqué estabas triste hace unas horas atrás y como yo soy una romántica empedernida -aunque no lo aparento- cualquier detalle va a recordarme algo bueno o malo. Igual eso no me detiene para disfrutar de una buena madrugada, de estar pendiente de la salida de mi bus y de ese sentimiento de poder salir de la ciudad.

Antes de la Navidad del 2018, me fui con unos amigos a aventurarme a un lugar para hacer actividades extremas como canotaje y pasear en cuatrimotos. Ese día empezó muy temprano y tuvo bastante acción, así que al llegar a Lima estaba increíblemente cansada, mi celular no dejaba de vibrar porque alguien insistía en escribirme y como ya me estaba quedando sin batería no le quise prestar atención. Llegué a mi casa directamente a bañarme y a dormir.

Al día siguiente, cuando quise ver la hora me di cuenta que mi celular estaba muerto, lo puse a cargar mientras iba al baño; al regresar vi que tenía un montón de mensajes de WhatsApp y empecé a revisar y eran de mi mamá, mi amiga y R... ¿R? ¡Esto si es una novedad!

A R no lo conocía en persona pero si habíamos hablado un montón por Twitter e Instagram, nada del otro mundo, es más, siempre fue por trabajo. A él, según, le parecía brillante mis conocimientos de medios y publicidad desde que estaba en Venezuela - nos seguíamos desde allá porque tenía un vínculo frecuente con los bares que yo frecuentaba pero por cosas del destino no nos conocíamos en persona-. Casualmente él vive en Lima y cuando se enteró que yo estaba aquí me citó para conocernos meses atrás ya que me tenía una propuesta laboral pero me dejó plantada 2 veces. Poco profesional, así que ahí ya me había dado cuenta que era de esos hombres que aparentan cosas que no son reales.

Me senté a leer los mensajes para ver qué quería:

¡Hola! ¿Cómo estás?
¡Ha pasado tiempo!
Bueno, solo quería consultarte si estarás disponible la semana que viene. Siento una responsabilidad de compensar mis faltas.

Pensé bien lo que iba a escribir... ¡Ay, qué tanta cortesía!

Hola, por ahora no tengo planificado nada para la semana que vienen.
Aunque no me da mucha confianza fijar algo contigo, será para que me dejes plantada por tercera vez y qué flojera.

Dejo el celular y a los minutos escucho que vibra. Me había respondido, esa era otra novedad porque siempre pasaban que si 5 horas para que me respondiera.

Es totalmente entendible que desconfíes pero esta vez es en serio.
Necesito conocerte y, por supuesto, hablar cosas de trabajo.
Y por qué no, de otras cosas.
Pasaría por ti.

Le respondo:

¡Ah! es que las otras veces no eran en serio.
Mira, el sábado esta bien.
Me empezaré a vestir cuando estes en la puerta de mi casa, la única manera de creer que si nos vamos a ver y todo eso.
Debe ser en la noche, durante el día hago cosas y no quisiera dejarlas a un lado solo con la expectativa de que nos veremos.

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