Maratón 1/3 - Acuerdo

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Clint se encontraba tranquilamente calentando en el gimnasio, cuando de repente se encontró inmovilizado en el suelo con la cara mirando hacia abajo, movió el rostro hacia un costado y se encontró con Natasha sonriéndole con burla.

—¿Qué pasó Nat?¿Estas recordando Budapest? —preguntó con un hilo de voz, ya que estaba siendo aplastado.

—Necesitas mejorar tus reflejos —expresó con voz impostada—, quería saber como quedaron Pietro y tú con lo de los hijos.

—¿En serio solo es eso?

—No me haz querido contar, así que tuve que usar otros métodos, cuéntame ahora —demandó.

—Oblígame —Natasha apretó más el cuello de su amigo y esto soltó un grito—, okay, okay, lo haré, pero primero suéltame.

—Lo haré —comunicó aflojando su agarre—, pero te conozco Clinton Francis Barton, si intentas huir será peor —advirtió y lo soltó.

—masajeándose el cuello—Pobre de Bucky si se le ocurre hacerte daño.

Ambos se dirigieron hacia las bancas y se sentaron uno al lado de otro.

>>Flashback<<

Un día después de que T'challa y Ororo se casaran, Clint y Pietro habían acordado verse en una cafetería un poco alejada al complejo de los Vengadores para que pudieran tener algo de privacidad al hablar, ya que sabían que sus amigos eran unos chismosos. Clint fue el primero en llegar, estaba muy ansioso y acomodaba las servilletas cada tres segundos. Tuvo que esperar unos minutos para ver a Pietro entrar al local, el arquero pensó que se veía hermoso como siempre, el también se veía nervioso cuando se sentó frente suyo.

—Hola —saludó tímidamente Clint.

—Hola anciano —saludó y el contrario sonrió, ya que eso significaba que las cosas no estaban tan tensas como creía.

—Te he extrañado —confesó con algo de dolor en la voz—, estos dos meses sin ti han sido tortuosos.

—Yo también, por eso estamos aquí –tomo su mano—, para arreglar las cosas.

La mesera llegó a su lado, tomó sus órdenes y volvió a la barra. Ellos se miraron esperando que alguno tomará la iniciativa para hablar, habrían la boca pero volvían a cerrarla al no convencerse de lo que iban a decir, estuvieron así hasta que la mesera volvió con sus órdenes y se fue con una sonrisa.

—Cuando me entere de Laura estaba embarazada de Lila, me dio miedo —comenzó a contar—, con el trabajo que tengo, temía no poder proteger a mi hija, así que entre en una especie de paranoia, el miedo constante de no poder proteger a los que amo —apretó sus manos que aún estaban unidas—, aunque sepa que al día de hoy se que cuento con bastante apoyo, también está el hecho de que si tenemos un hijo, cuando el crezca yo seré muy mayor como para cuidarlo, no podre verlo crecer hasta convertirse en un adulto, no lo veré teniendo a sus hijos, hasta pareceré más su abuelo que su padre —confesó.

—Si te molesta que te diga anciano, dejaré de hacerlo —ofreció amablemente.

—No, no me molesta para nada —se apresuró a aclarar—, me gusta que lo hagas, y siento que es algo muy nuestro.

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