Promesas

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Igor - Meses antes

Cuelgo el teléfono con una sensación de amargura, deseando poder desaparecer toda esa mierda con sólo chasquear los dedos, Alenna estaba hasta la garganta en mierda y me sentía malditame te inútil.

Me dejó caer en una butaca y miro los papeles que Ekatherina me había enviado, estaba intentando descubrir la realidad detrás de los planes de Alexey, pero no comprendía la lógica del asunto, si Alenna no quiere ser la líder de Bratva, hay toda una lista de personas que podrían hacerse cargo ¿Por qué estaban tan empeñados en que fuera ella?

Lo de su "Sangre Zdorogzarkovitchdorv" es una mierda y no me lo voy a tragar así como así, deber haber una razón más...realista.

Cierro los ojos y froto mis manos por la cara, sintiéndome cansado y molesto, tentado a ir a la habitación de Alenna y quedarme con ella en mis brazos, sonrió ligeramente al ver lo rápido que me he convertido en  un cachorro cuando se trata de ella, hasta el punto de que verla dormir se había convertido en mi cosa favorita.

Si mi padre se enterara me patearia en las bolas, el hombre decía que las mujeres servían solo para una cosa.

Saco de mi bolsillo la pequeña fotografía que había robado de uno de los informes sobre Alenna, era una foto maltratada   pero la única que tenía de ella, y a veces me sorprendía a mi mismo viéndola como un tarado.

Las veces que había vigilado a Alenna, me había formado una opinión totalmente diferente de ella, sus ojos grises eran como témpanos de hielo, fríos y sin emociones, crudos al igual que los inviernos en Siberia; su piel era pálida, con ligeras pecas en su espalda que formaban una constelación,  la de Andromeda, la doncella encadenada por su padre como castigo a la arrogancia de su madre.

Mientras estaba ante la mirada de cualquiera, Alenna era apática e inexpresiva, me había preguntado cientos de veces lo que  pasaba por su mente al asesinar, si alguna vez había dudado, la había visto caminar cubierta de sangre como si fuera nada, su cabello negro era recto y grueso, enmarcaba su rostro pálido, sus labios siempre relajados, el inferior ligeramente más grueso que el superior y siempre enrojecidos a causa del frío.

La había visto matar sin pestañear, fuerte y siempre distante, como una guerrera despiadada y sin emociones, pero a puertas cerradas, era una chica de diecisiete años completamente traumatizada y frágil.

La había visto mirar sus manos y lavarlas con saña, como si intentara limpiar sangre que sólo ella ve, o borrar los tatuajes oscuros que marcan su piel, la he visto llorar dormida y despertar en medio de gritos silenciosos solo para entrar a la ducha y ver al infinito.

Esos mismos ojos grises fríos como el hielo, escondían también el dolor de toda una vida de sufrimiento.

Suspirando, decido levantarme e ir a buscarla, necesito el contacto y sé que ella también, pero mientras voy camino a su habitación, me encuentro con Lara, quien a pesar de tener el mismo rostro que Alenna, su mirada gris era cálida y brillante, como el gris del amanecer luego de una noche fría.

— Se ha ido — susurra al verme, sus ojos están llenos de lágrimas y sostiene en sus manos una larga... Melena?

—¿Qué es eso? —  pregunto señalando lo que parece ser cabello.

Ella lo levanta y me mira con ojos llenos de lagrimas

— Alenna se fue Igor, se fue.

Lo que sostenía era cabello, cabello largo, lacio y oscuro, en un impulso lo acerco a mi nariz, el olor a lavanda de los productos que le habían entregado durante la estadía aquí, me había acostumbrado al olor, así que lo reconoceria donde fuera... Era de ella.

Había roto la promesa de permanecer juntos.


















Igor - Actualmente.

— Muy lento — gruño en dirección a Lara, que se levanta del piso luciendo fatigada, el entrenamiento había sido agotador para ella, pero se había comprometido, y luego de rogarme que la entrenara finalmente había accedido.

En lo general, prefería evitarla, ver su rostro me irritaba, me hacía recordar esa herida que había dejado Alenna al marcharse.

La había seguido por unas semanas. Pero ella había hecho su camino de regreso a Rusia, y con ello a su padre. Y había dejado muy en claro que no pensaba regresar.

Durante muchas semanas estuve cuestionandome que demonios había pasado por alto, mierda que había hecho mal con ella... Para que no confiara en mi al irse.

Cuando llamé a su padre de vuelta esa noche, él había reído contento y satisfecho, perdonó mi vida y luego me amenazó, si perturba a su hija se encargaría de hacer que ella misma me asesinara.

Aun sabiendo que era un farol enorme, no pude evitar dudar, Alenna me amaba al igual que yo a ella... ¿Verdad?

Sacudo la cabeza, obligándome a volver al presente.

No había sido el único afectado por su partida, Lara se había cansado de jugar a la niña linda de mamá y había querido hacer parte de los negocios, lo que había escandalizado a Ekatherina por supuesto.

— ¿como demonios consiguen ser tan fuertes? —  pregunta levantándose y luciendo al borde del desmayo, sus brazos escuálidos aún no han ganado resistencia y estoy seguro de que ella tampoco

— Entrenando, si quieres llevar a cabo tu plan tienes que ganar como veinte kilos más de musculo — me mofo.

Oh sí, la niña mimada tenía un plan, hacerse pasar por Alenna y cargarse al hijo de puta de su padre, lo que obviamente es ridículo, pero fingir ayudarla es la única manera que encontramos para mantenerla lejos del asunto real.

Se había cortado el cabello, aunque a diferencia de Alenna, el suyo se curva ligeramente en su mentón con el sudor.

Ella suspira y mira su abdomen blando.

Alenna llevaba años bajo un riguroso entrenamiento, aunque era relativamente delgada y pequeña, seguía teniendo un cuerpo atlético y sus músculos estaban más marcados, y sus piernas seguramente podrían dejar inconsciente a un hombre de un apretón. 

Nunca fui fan de las mujeres musculosas hasta ella, y ahora cualquier mujer con la que intentaba distraerme, parecía escuálida e insípida.

La determinación sin embargo, era algo que ambas hermanas compartían, y mi comentario hace que Lara se ponga de pie y arremeta contra mi de nuevo.

El entrenamiento transcurre aburrido, y hasta en esos momentos no podía dejar de compararlo con Alenna, ella me habría hecho sudar desde el primer momento, la mujer adoraba el entrenamiento físico.

Una noche había confesado que era de esos momentos en los que conseguía dejarse llevar, y sacar algo positivo de ello, y que con el paso del tiempo los había empezado a disfrutar, tal vez demasiado.

Alenna - El OrigenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora