Capitulo 15: Destinó

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Luego de que ellas tres platicaran un poco con Argos, Quirón de nuevo dijo que tenía que hablar con Nerea a solas.

-Solo queria recordarte que lo que suceda en esa reunión puede que sea lo más importante para nosotros, Nery. Los dioses son un tanto fáciles de que se enojen y lo sabes bien, por eso ten cuidado con lo que vayas a decir. Y por lo que más quieras, no provoques su ira, eso sería lo peor que puede suceder. Que las Parcas impidieran que te condenaran era por que tienes un destino muy grande y recuerda tu decisión pueden depender de que nosotros regresemos a la oscuridad y el caos del pasado. Lo único que podemos hacer, niña, es seguir la señal de los dioses nos dictan y las consecuencias y también el destino.

-Nuestro destino… suponiendo que sepamos cuál es.

-Relájate y mantén la cabeza despejada. Y recuerda: puede que estés a punto de tomar la mayor decisión ahora que al parecer viene una guerra.

-Relájate -repetío Nerea-. Estoy muy relajada.

Cuando llegaron al pie de la colina, volvieron la vista atrás. Bajo el pino de Thalia, Quirón se erguía en toda su altura de hombre caballo y las despidió levantando el arco. La típica despedida de campamento del típico centauro, de las típicas cruzadas de los típicos mestizos.

Argos las condujo a la parte oeste de Long Island. Les pareció raro volver a una autopista, con Nerea, Susan y Jade como las típicas compañeros de coche habituales. Tras tres semanas y media en la colina Mestiza, el mundo real parecía pura fantasía. Descubrío Susan que se quedaba embobada mirando cada McDonald’ s, a cada chaval en la parte trasera del coche de sus padres, cada valla publicitaria y cada centro comercial.

-De momento bien -le dijo Susan a las chicas-. Quince kilómetros y ni un solo monstruo.

Le lanzó una mirada de irritación Jade. Luego dijo:

-Da mala suerte hablar de esa manera, pelirroja.

-Recuérdamelo de nuevo, ¿vale? ¿Por qué eres tan aburrida?

-Ya las dos -dijo Nerea-. Peleando no se soluciona nada y mucho menos con todo lo que sucede ahora

-Esta bien -respondieron ambas.

Dobló su gorra de invisibilidad Nerea y suspiró pesadamente.

-Hey...-dijo Susan-. ¿Qué sucede Nerea?-pregunto ella.

-Miren… yo sólo se que debo de tomar una decisión importante  que dependerá de mi. No estoy lista y mucho menos para verla a ella....

-Hey Nerea -dijo esta vez Jade-. Pase, lo que pase haya arriba, nosotras estaremos contigo sin importar que, ¿entendido?

-Si....

Ellas sabían que no quedó muy convencida su amiga, sabían como era la relación que ella tenía con su abuela y digamos....que no era la mejor, Nerea siempre intentó impresionarla con cada misión, dando lo mejor de ella, dándose a descatar para al menos Atenea se sintiera orgullosa de ella

-Nerea -dijo otra vez Susan-. Sabes perfectamente que no debes impresionar a tu abuela, además creo que las tres no queremos ir haya ahorita,  tu sabes perfectamente las razones de cada una, sabes mi madre nunca me mostró que me quisiera y mucho menos ella estuvo presente en algún logro que hice, creo que la única que si ha obtenido un cumplido por su familia divina eres tú ( por parte de Anfitriti y Poseidón) y Jade... Bueno lo que intento decir es que pase lo que pase no te dejaremos sola.

-Exactamente -dijo Jade-. No tienes porque preocuparte por lo que vaya a pasar, nosotras estaremos contigo.

-Lo sé -dijo ella con una sonrisa-. Pero hay más cosas que me preocupan en este momento.

-Lo sabemos -dijeron ambas.

Luego de eso se quedaron calladas las tres por un buen rato, sin saber que podían esperar de los Dioses, lo que si sabían es que tendrían que negociar con ellos con tal de salvar a la humanidad.

Sabían que Nueva York no era la única ciudad con indicios de tener algo anormal. Porque había varios lugares sagrados donde había  más lugares seguros para los mestizos,  magos egipcios,einhejer y ahora bendecidos de Hecate; pero eso ya no importaba por ahorita para ellas, lo que importaba era saber que querían los Dioses.

La camioneta las dejó frente al Empire State hacia media tarde. Ellas estaban inseguras sobre si dirigirse a dentro de él edificio. Sabían que tenían que hacerlo o nunca, o si no, nunca había valido todo lo que ellas habían arriesgado,  todo lo que tuvieron que dejar para convertirse en lo que son ahora, líderes,  eso son ellas.

Repasaron el plan por última vez, entrar, decirle al portero que les den la dichosa tarjeta por las buenas o por las malas, entrar al elevador, dirigirse a la sala de los Olimpicos y luego ver porque las citaron allá. Fácil y sencillo, ¿no?, eso pensaban ellas. Luego de eso se despidieron de Argos que al parecer el se iba a ir de nuevo al campamento, a hacer su trabajo de guardia de seguridad. Para que mentían, estaban nerviosas, hace tiempo que no estaban en el Olimpo y no sabían cómo actuar ante esto, ¿para que las quieren ahí?, ¿ellas habían hecho algo malo?, esas y muchas preguntas tenían en la cabeza, mientras avanzaban hacia dentro del edificio. El aura de semidiosas que debían de estar emitiendo era tan potente que ya habrían alertado a todos los monstruos del nordeste del país.

Mientras Nerea repasaba todo lo que le había dicho Quirón antes de partir, una voz insistente susurraba en mi interior: « Haz de hacer una elección muy importante » . Pero Nerea no podía entretenerse pensando en eso. Eran momentos demasiados estresantes para esas cosas. Ademas tenía con ella a sus dos amigas confiables y las necesitaba en esa decisión.

Entonces recordó la cara de preocupación de su tío abuelo,  Hades: «Nerea de ahora en adelante te tendrás que cuidar, serás muy poderosa, pero a la vez ese poder te podría matar» .
Susan se le acercó y le puso una mano en el hombro en forma de señal de que iba a salir todo bien. Cuando por fin se encontraron al portero que las había atado varias veces, cuando iban a decir algo Jade, el solo rebusco en su escritorio y les dio la tarjeta a ellas.

Ellas la tomaron y decidieron dejar eso por ahora, tenían mejores asuntos  que atender ahora. Habían subido en ascensor hasta la planta secreta número 600 del Empire State. Esta vez el Olimpo aún las deslumbró más.

En la increíble vista de medio día, las antorchas y hogueras hacían que los palacios construidos en la ladera reluciesen con veinte colores distintos, desde el rojo sangre hasta el índigo. Por lo visto, en el Olimpo nadie dormía nunca. Las tortuosas callejuelas se veían atestadas de espíritus de la naturaleza y diosecillos menores que iban y venían, también unos comerciantes caminando y otros conduciendo carros. Percibieron la fragancia de los jardines, inundados de jazmines, rosas y otras flores incluso más delicadas que no sabría nombrar.

Desde muchas ventanas se derramaba el suave sonido de las liras y de las flautas de junco. En la cima de la montaña se levantaba el mayor palacio de todos: la resplandeciente morada de los dioses. Los pegasos estaban comiendo de las praderas del Olimpo,  ellas caminaron frente a unas enormes puertas de plata. Antes de que se me ocurriese llamar, las puertas se abrieron por sí solas dejándole entendido que deben pasar ya o ya.

𝕃𝕒 𝕄𝕒𝕣𝕖𝕒 𝕀𝕟𝕔𝕠𝕟𝕥𝕣𝕠𝕝𝕒𝕓𝕝𝕖 𝕐 𝕃𝕠𝕤 ℂ𝕚𝕟𝕔𝕠 𝕄𝕦𝕟𝕕𝕠𝕤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora