2. Melodía del alma

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Ese "par de días" que Héctor había prometido de palabra a su amada esposa se convirtieron en semanas y esas semana a su vez en dos meses enteros.

Ernesto se había logrado acomodar con simplicidad, la familia Rivera no tardó en darse cuenta que en el fondo era una buena persona y que ahora que había pagado lo que había hecho se dieron la oportunidad de conocerlo, todos excepto Imelda que seguía con una actitud precavida aunque terminó por querer aquel desdichado y arrepentido músico.

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Ambos amigos caminaban uno al lado del otro tranquilamente por las calles del lugar, pocas voces se escuchaban en esos instantes lo que hacía todo más agradable mientras eran alumbrados por la luz palida de la luna.

Se detuvieron en un puente con algunas farolas alumbrando el camino alrededor.

— ¿Imelda me va a querer algún día? —  sus palabras tomaron de sorpresa a Héctor que le miró divertido

— Tampoco pidas milagros —

— Que palabras de aliento —

— Es broma Ernesto, claro que algún día te va a perdonar solo que... — desvió sus ojos marrones mientras el menor seguía observándolo — Imelda es un poquito más especial, pero es una buena mujer

Ernesto asintió suspirando, mirando el lago debajo de ellos donde se reflejaba una luna partida, hermosa y en lo alto.

— Eso si, si no no te hubieras casado con ella ¿O me equivoco?—

— Toda la razón mi amigo —

Le dió un par de palmadas en la espalda, sonriendo animados por lo ameno de la plática hasta que Ernesto comenzó a fijarse extrañamente en el rostro de su amigo, en el color de sus ojos, en las marcas doradas y verdes en sus mejillas, su mentón, su cabello negro... Mientras tanto Héctor estaba cada vez más confundido y también sintiéndose algo extraño al tener la mirada de Ernesto tan fijo en él.

— ¿Qué? ¿Soy o me parezco? —

Esas palabras y sobre todo el tono utilizado por fin trajeron de vuelta a Ernesto quien agitó la cabeza de un lado a otro volviendo al presente, volviendo al puente del que su cabeza se había alejado.

— Eres... Eres un gran amigo Héctor, después de todo lo que hice me perdonaste, no pude haber deseado mejor compañero en este lugar y en el mundo de los vivos claro —

Ambos rieron, a pesar de estar en lo que se puede considerar segunda vida tampoco sentían que les faltará otra oportunidad, las cuentas estaban saldadas, el karma había trabajado y cada uno ya había obtenido lo que merecía fuera bueno o malo.

— Tú no te quedas atrás, bueno si me envenenaste pero eso ya quedó en el pasado — dejó su mano en el hombro del músico — La mirada al futuro

Después de esas confesiones ambos se fueron de vuelta a su hogar, tranquilos , alimentando la amistad que tanto se habían empeñado en dejar morir , con la conciencia tranquila y su alma tocando las notas del cariño... Fraternal, o eso pensaba Ernesto hasta que se quedó en la soledad de su habitación en la cima de la casa de Héctor.

Recostando su cuerpo en una cama miró el techo con una mano detrás de su cabeza, respiró hondo mientras que con la otra acariciaba a uno de sus perros chihuahuas que tanto le había costado convencer a Imelda para meterlos

— Ay, cuánto han cambiado las cosas — se dijo para si mismo — Sigo sin creer que fueran tan amables conmigo, Hector siendo tan... Héctor, admiro su compasión y la forma en que me perdono todo, todo incluso haberlo matado — el Chihuahua bajo su mano se removió haciendo que lo mirara — si, bueno ya me calló, buen amigo...

A la mañana siguiente tenían un importante encargó que hacer, Ernesto por fin regresaría a su humilde hogar terminando de ser perdonado por toda la familia Rivera que tanto les debió por años.

Tanto Héctor como Ernesto ya se estaban preparando para salir sin embargo este último había tenido un extraño y penoso sueño, había soñado besar a su tan grande amigo y eso no era todo pues para acabar de amolar su tan peculiar situación recordó el sueño enseguida de despertarse, abrumado por la sensación que aún estaba en todo su ser hizo de todo por olvidar ese hecho pero nada servía, los segundos pasaban y la tonada de esa melodía tan dulce que había escuchado en sus sueños se calaba cada vez más profundo en sus huesos.

Héctor alegre golpeó un par de veces la puerta de la habitación de su amigo

— ¡Ernesto! ¿Estás listo? —

— ¡Ah! Es decir... — sus nervios estaban subiendo, desde que despertó no había visto a su amigo por el miedo de recordar aquella escena de sus sueños tan real, pero ya no había tiempo ni forma de librarse de eso. Respirando hondo se acercó a la puerta y la abrió — Si, si ya estoy listo.

— Entonces, vámonos — le sonrió y por primera vez a Ernesto aquella sonrisa le pareció perfecta, dulce, amable, hermosa y en su mente una tonada cariñosa empezó a sonar — Hem ¿Ernesto? ¿Estás bien?

— Como nunca — por fin reacciono cerrando la puerta detrás suya — estoy listo para seguir, has sido muy amable Héctor

Sus pasos dieron a las afueras de la casa, caminaban tranquilamente con la compañía del otro pero Ernesto no podía evitar estar algo nervioso y guardar siempre distancia pues ese beso no podía sacarlo de su mente.

— No, para que son los amigos, además no es un adiós prácticamente vivimos en la misam ciudad — lo vió todo en cámara lenta; la mano de Héctor posándose en su hombro y claro esa sensación eléctrica que de repente le recorrió toda la columna obligándolo a alejarse 

— Ora ¿qué tienes? —

— Nada, amigo, es que pensé pisar algo y me alejé —

— Ah, claro —

Siguieron caminando, pero ahora aquel ambiente ya no era tan agradable como antes mientras que Ernesto estaba nervioso Héctor tenía el pensamiento de haber dicho algo malo o de qué tal vez lo habían echado demasiado pronto pero había acordado con Imelda no tenerlo ahí más tiempo y le pareció justo. Por fin llegaron al hogar del músico quien se alejó rápidamente

— Y aquí estamos, fue un placer verte Héctor ahora acomodare unas cosas no hace falta que me ayudes ¡hasta luego! —

Cerró la puerta dejando al mayor sin palabras, Héctor se alejó sin estar seguro de lo que habia pasado dudoso de sus decisiones y Ernesto solo quería sacarse de la mente aquel estúpido sueño.

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Ernector. Amorcito MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora