11. Amor mio

714 76 93
                                    

— Ernesto ¿Qué diablos está pasando? Todo este tiempo pensé que ya habíamos solucionado toditos nuestros problemas ¿¡y me sales con esto!? — se acercaba cada vez más a dónde Ernesto estaba sentado, por alguna razón el músico se sentía acorralado, entre la espada y la pared pero ¿Qué tenía de malo haberse enamorado? Intento componer su postura pero el dolor no se lo dejaba tan fácil.

— Héctor por favor escucha... —

— ¡No voy a escuchar nada! Pensé que ya habíamos cambiado , que habíamos dejado todo el pasado atrás para comenzar de nuevo pero... — aunque Ernesto hacía muecas de dolor y se sujetaba de donde podía Héctor no parecía percatarse de eso, seguía molesto, dolido pero enseguida recordando todo se ablando — pero no me dijiste nada, somos amigos podías contarme cualquier cosa Ernesto o bueno... pensé que confiabas en mi —

Volvió a una posición firme y dura, pero el músico por más que quisiera ser firme en esos momentos no podía ,se estaba muriendo.

— No es lo que piensas, si me dejas explicarte —

La imagen del beso lleno los recuerdos de ambos sin esperarlo.

— A ver Ernesto, hagamos esto más fácil ¿Te gusto si o no? —

Cualquier otra persona en su situación diría que si, pero no se sentía bien dando una respuesta con monosílabos, tenía que explicarse y dar su versión a como diera lugar pues tampoco quería ser tachado como un destructor o que lo hubiera hecho como una forma de venganza hacía los Rivera pero era absurdo pensar eso ¿Él que ganaba separando a Imelda y a Héctor? ¿Qué ganaba? Si después de todo ni eso supo hacer, no se atrevió a pasar sobre la felicidad de Héctor.

— Héctor ... —

— ¿Si o no cabrón? —

— Héctor yo —

— ¿Si o no pendejo? —

— ¿¡Me vas a dejar hablar!? — había usado gran parte de sus fuerzas en ese grito, intento taparse la boca pero los pétalos salieron enseguida cayendo a los pies de ambos además de que sus piernas flaquearon, Héctor asustado se acercó para ayudarlo sujetándolo del brazo.

— ¿Ernesto que te sucede? ¿Y  esos pétalos? —

Cansado se recargó en Héctor, ambos se sentaron en el suelo mientras eran alumbrados por la escasa luz a través del cristal de la ventana.

— Una estúpida maldición —

— ¿Qué? ¿De que maldición hablas?— ahora el propio Héctor tenía miedo, Ernesto lucía muy débil justo como cuando chicharrón había dejado el mundo de los muertos, su corazón se desgarraba con solo pensar que el otro moriría — ¿Qué te pasa? —

Verlo preocupado le reconfortó por unos segundos, pero su alma ya no tenía salvación, la muerte le estaba dando tiempo para despedirse el cual no iba a desaprovechar.

— Esa invitación para hablar y beber no eran nada más de amigos... —

— Ernesto no es el momento para tus indirectas nada más dime si o no...—

— ¿Cómo me encontraste? —

— Jorge me dijo que te buscará aquí... — su cerebro hizo una rápida conexión ¿Cómo sabía Jorge que Ernesto estaría en ese lugar? —  Un minuto ¡Jorge sabía! —

Aunque le causó gracia a Ernesto ya no tenía la misma chispa de antes, se estaba apagando, consumiéndose lentamente como cuando una estrella se consume solo que no tenia tantos años para hacerlo.

Ernector. Amorcito MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora