4. Fiesta

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Al día siguiente Ernesto se vistió con su tan típico traje blanco y salió en dirección a la casa de los Rivera a la fiesta que hacían cada año como caridad y agradecimiento, sin etiqueta, sin invitación, todos estaban más que recibidos.

Al llegar no tardó en sentirse extraño, nadie hablaba con él, como hace cinco años todos le daban la espalda, estaban molestos, decepcionados con él y mala era su suerte al no tener a Jorge apoyándolo aunque el tenía una misión más importante pero eso no quitaba esa sensación de soledad, esa pequeña punzada en su pecho que de repente y de forma inexplicable estaba sintiendo.

— ¡Ernesto! — escuchando esa hermosa voz por fin se pudo relajar, al ver la sonrisa de Héctor iluminando el lugar su ser se llenó de felicidad, ambos se abrazaron como buenos amigos.

— ¡Héctor! —

— Que bueno que estés aquí, es tu primer vez en esta fiesta ¿no es así? —

— Si, y debo decirte que es un placer estar aquí —

— Ni creas que te iba a dejar solo... — ahora Ernesto se veía de nuevo envuelto ante cada marca en el rostro de su amigo, escuchando una melodía única audible solo para él, atento a cada detalle — Ah por cierto ¿no vino Jorge contigo?

— ¿Jorge? — de repente se había sentido un poco celoso ¿qué tenía que preguntar Héctor de él? sin embargo también recordó el trato que acordaron, asintió — Si, Jorge, no pudo asistir tenía otros planes

— Ya veo, bueno si lo ves después de la fiesta le mandas mis saludos — colocó su mano sobre el hombro de Ernesto quien sintió una punzada en su columna y sin esperarlo la torpeza de un mesero puso nervioso al famoso cantante.

El mesero había empujado sin querer a Héctor quien a su vez terminó muy cerca de Ernesto, quien a la misma vez se quedó congelado, nervioso y apenado a escasos centímetros de su amigo, de repente sentía ahogarse, la respiración le estaba faltando, alejándose de golpe pasó su mano instintivamente por la boca, si, estaba apunto de toser pétalos enfrente de todos como si fuera una gripe.

Cubrió su boca dándole la espalda a Héctor quien enseguida se preocupo.

— Ernesto ¿estás bien? ¿Qué tienes? —

— ¡Héctor! — ahora la voz de Imelda se hacía presente, Ernesto no tardó en negar girando a mirarlo rápidamente.

— Estoy bien, tranquilo ve con... — tragó algo inexistente, aclarando su garganta un poco — Imelda seguro te necesita

— Bien, bueno... ¡Ya voy! — y el mayor se alejó dejando al cantante solo con su hechizo.

No sabía que era pero le había costado enormemente pronunciar el nombre de Imelda frente a él, cuando lo sintió tan cerca, cuando escuchó los pasos alejándose también sintió dolor, un dolor inexplicable y de repente tosió, expulsó varios pétalos que enseguida hecho a un florero cercano, intentando disimular, sacudiendo sus manos buscaba a alguien conocido entre los invitados.

Por más que buscara no encontraba a nadie más digno de su confianza y cariño que a Héctor, de repente el sueño que había olvidado en una caja con cerradura se había abierto pero ya no sentía pena, más bien estaba seguro que era algo así como una señal de lo que verdaderamente pasaba y lo único que se le ocurrió fue expresarlo con una canción, una que había escrito hace dos noches sin saber en quien se había inspirado pero ahora tenía una loca sospecha.

Se acercó a los músicos, colocándose justo enfrente de estos, se aclaró la garganta, sacó el pecho y habló.

— Bueno, agradecido por la invitación de los Rivera y por todo lo bueno que han hecho por mi, es un placer cantar algo que está vez si escribí... — lo que pensó causaría almenos unas risas solo provocó enojo, pasó su vista en cada rostro molesto hasta que se fijó en la familia Rivera que más bien estaba apenada y luego se fijó en Héctor quien sonreía amable, con una diversión sincera. Sonrisa que también se le contagió — Em, bueno... ¡Échenle muchachos!

La música empezó a sonar, los invitados formaban una media luna alrededor suyo y Ernesto se sentía como en los viejos tiempos antes de provocar un desastre, cuando aún estaban vivos.

"Ahora les voy a cantar
a las niñas por bonitas
a las viejas por viejitas
y a mi amor por olvidar"

Mientras cantaba paseaba con calmados pasos hacia el frente, dirigiéndose a Héctor el único esqueleto que podía mirar en esos instantes

"Tantas flores en el flan
tantas aves en el cielo
tantas tortolas en vuelo
Pero cuanto gavilán"

"Zopilotes a volar
presumido gavilán
la paloma de San Juan
los puede desplumar"

Al fin había llegado enfrente de Héctor, todos pensarían que le cantaría a una mujer hermosa como todas las que estaban ahí y pero ahora solo prestaba atención a Héctor, se colocó a su lado

"Solo quiero contemplar
Tus ojitos y besar"

Se estaba acercando demasiado al rostro de Héctor quien no tardó en sentirse nervioso pues la mirada de conquista de Ernesto tampoco ayudaba

"Tu boquita sin igual
Que me hace tanto-"

Ahora Imelda se habia entrometido, haciendo que Ernesto enseguida se girará al público

"-Maldita sea mi suerte mi vida,
mi vida me la han robado

Pero a mí me han dejado,
Mi amor que te quiere y te buscará"

Se giró de nuevo mirando fijamente a Héctor

"Dame de despedida
Mi vida, mi vida nomás un beso

Yo te doy mi vida, mi vida, mi vida te entrego yo"

Y la canción terminó, los demás no tardaron en aplaudir y mientras Ernesto ignoraba los aplausos para centrarse en su ahora reconocido amor, Héctor desviaba la mirada epenado intentando respirar e Imelda solo podía observar con cierto enojo a Ernesto.

Con el trascurso de la noche y con muy mala suerte el músico no podía aguantar más tiempo sin toser, ya lo había hecho más de cinco veces y no podía ocultarlo por siempre de lo contrario terminaría de llenar la casa de pétalos así que despidiéndose de unos pocos de la familia Rivera salió de la fiesta buscando libertad, queriendo respirar aire fresco y sobre todo para dejar de sentir el repentino dolor en su inexistente pecho al ver a Héctor e Imelda juntos, como pareja, comenzaba a comprender el dolor de su alma ante la escena...

Lo quería, y lo quería demasiado.

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— ¿Dónde está Ernesto? —

...

Ernector. Amorcito MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora