3. Tú enamorado

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Después de unas semanas al fin aquel penoso sueño se ocultó dentro de su mente, dejandolo en una caja con cerradura se olvidó de eso y siguió con sus planes.

Hacía poco menos de una semana que había hablado con Héctor para acordar que le escribiera un par de canciones, desde que salió de la casa Rivera no podía dejar de soñar con notas y melodías que posteriormente eran terminadas de descifrar con una guitarra en la soledad de su hogar y es que no sonaba mal, el único problema es que no sabía muy bien cómo ponerle la letra, cosa en la que ayudo Héctor enseñándole después de tanto tiempo el arte de escribir y claro que le dió un par de canciones totalmente regaladas para que pudiera empezar a armar algunos conciertos con la gente que aún aceptaba que ,aunque había cometido un horrible error, tenía talento al cantar, sus interpretaciones eran hermosas y era innegable.

Está vez se presentaría con Jorge al centro de la plaza, quien además de ser un buen amigo suyo también fué el primero en aceptar cantar a dueto un par de canciones.

Había poca gente y terminaba de cantar una canción, volviendo a bambalinas Ernesto se quitó el sombrero de charro dejandolo encima de una caja, Jorge no tardó en acercarse.

— Hey, Ernesto que buena presentación ahí afuera... — sus palabras se quedaron flotando en el aire sin lograr expresar la idea completa, Ernesto estaba curvado dándole la espalda — ¿Ernesto? ¿Estás bien?

— Si, si... estoy bien... — se giró lentamente, tenía el cabello un poco alborotado — Jorge, creo qué...

Y de repente salió.

Se cubrió la boca enseguida con su cadavérica mano pero eso no fue suficiente para detener las pétalos de flor de Dalia que salieron de su boca, ambos se quedaron sorprendidos ante la escena tan extraña que estaban viviendo, Ernesto desvió la mirada a su mano llena de pétalos rojizos, rosas y violetas, levantó sus ojos en dirección a su amigo.

— Que... ¿¡Qué diablos es esto Jorge!? —

Jorge se quedó sin habla mirando aún la escena como una estatua.

— ¿¡Jorge!? —

— Tranquilo, relájate Ernesto — empezó a avanzar quedándose a su lado, pasando su mano por la espalda del músico desesperado— todo eso debe de tener una explicación lógica

— ¿¡Qué explicación lógica tiene esto!? ¡Acabo de toser pétalos! —

— Ah, tranquilo, es la misma lógica con la que podemos beber o comer lo de la ofrenda —

— ¡Ni si quiera teng...! — ahora por fin se había cuestionado lo que nunca antes pues estaba contento con comer y beber todo lo que sus fans le daban pero ahora que lo pensaba no tenía mucho sentido — Es verdad, pero no es lo mismo ingerir que sacar

— Bueno, eso no pero ¡Ya sé! ¿Recuerdas a Miguel, el niño vivo? — ahora Ernesto se puso serio mirando a su amigo con molestia

— ¿Cómo lo voy a olvidar? Si eso prácticamente me hundió , todos me rechazaron, incluso... —

— Si, ya, bueno Miguel traía un hechizo ¡tal vez tú tengas uno! —

Su mente lo proceso con rapidez, no podía estar hechizado pues según él no había hecho absolutamente nada que requiera ser castigado además había una importante fiesta en la casa de los Rivera a la que había sido invitado y a la que claramente tenía que asistir no solo por compromiso si no como agradecimiento ante sus tan buenos tratos, enseguida sujetó a Jorge de la solapa de su traje marrón atrayendolo a él

— ¡No puedo estar hechizado! No tengo tiempo para eso — lo soltó haciendo que el charro sujetara su sombrero para evitar que se cayera, con una expresión asombrada — ¿Y con quién tengo que hablar para quitarme esto? —

— Tal vez con la policía, ellos deben de saber de este tipo de cosas. Mañana podemos ir, después del concierto —

— No, tengo que ir a una fiesta en casa de Héctor no puedo dejarlo plantado —

— Entonces quédate tosiendo todo el día pétalos a los demás, además son pétalos algo romántico, puede que consigas una novia al fin  —

Jorge le dió un par de palmadas y se dió media vuelta empezando a alejarse, Ernesto estaba entrando en pánico pero una idea por fin llegó.

— ¡Ya sé! — chasqueando sus dedos, detuvo a Jorge sujetando su hombro haciendo que girará a verlo — tú me puedes ayudar, investiga que es lo que tengo, yo tengo mucho planes aún ¿Pero me ayudarás en esto,verdad amigo? —

El rostro del charro con traje marrón se suavizó, asintió sujetandolo del hombro tal cual el otro hacía.

— Te ayudaré, pero no prometo que sea algo rápido —

— No importa — volvió a toser apenas si se pudo cubrir pero los pétalos ya caían al suelo, le miró de nuevo — No creó que sea tan grave, ahora volvamos al concierto —

— ¿Seguro? ¿No crees que surjan rumores si te ven tosiendo pétalos? —

— No,no,no, no puedo toser mientras canto Jorge, no inventes—

Y así siguieron con el concierto, Ernesto olvidó por unos minutos los pétalos que sacaba cada vez que tosia pero al final de todo, tanto él como Jorge volvían a recordar lo sucedido y no había ser más consternado en el mundo de los muertos que Ernesto, haciendo el trato con Jorge ambos acordaron no decir nada hasta saber algo sobre su tan extraña enfermedad, ese era el primer nombre que se les ocurrió aunque era absurdo pues los esqueletos no se enfermaban o eso pensaban hasta ahora.

Regresando a casa con sus Chihuahuas enseguida se dispuso a descansar, arreglando un traje blanco para la fiesta de mañana deseando con cada hueso de su esqueleto que no fuera nada grave pues ya había pagado todo lo malo que había hecho, Héctor lo había perdonado ya todo está bien, entonces  ¿por qué los pétalos?

Ernesto se sumió en un dulce sueño, mientras descansaba los pétalos de Dalia cubrían su alma lentamente, haciendo que la misma se viera obligada a través del esqueleto a escupirlos, su alma se adornaba con sientos de miles de espinas y en el centro, justo en el centro se estaba grabando el nombre de su verdadero amor... El nombre de alguien muy cercano a él.

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Ernector. Amorcito MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora