Cap 23. Nadie nunca podrá quitarme tu amor

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Victoria había cogido del brazo a Carmen, y la arrastró escaleras arriba hasta el silencio de su habitación. Necesitaba discutir con ella sin que nadie más escuchase. Sabía que era una locura dejar a Fernando a solas con Mark, pero esperaba que ambos pudiesen comportarse con decencia unos minutos. Una vez en su habitación empujó a su madre al interior, azotando la puerta con frustración.

–¡Pero qué coño te pasa mamá! –inquirió furiosa–. Cómo te atreves a hablar con Mark a mis espaldas y sobre todo ¿por qué diablos lo has traído aquí? ¿Dime qué estás planeando?

La calma había abandonado a Victoria hace mucho. Su voz y mirada, llenas de furia hicieron retroceder a Carmen con aprensión. Alzó una perfecta ceja rubia, nunca había visto el carácter volátil de su hija. No se sentía intimidada por ella, solo curiosa de conocer una versión nueva en la paleta de colores de Victoria. Carmen se cruzó de brazos, suspirando con calma mientras sostenía su cabreada mirada.

–¿Y qué es lo que tramas tú? –inquirió despectiva–. ¿Crees que jamás sabría lo de Fernando? ¿Qué tan imbécil me crees, Victoria?

–Tú no lo pasas, y no me quedó de otra más que ocultarte su primer nombre.

–Por supuesto que no lo paso, es un criado. ¡Un trabajador del campo que no tiene ningún derecho a estar cerca de ti! –explotó con despotismo.

–Es mejor persona de lo que piensas. –lo defendió su hija.

–No me importan sus valores morales, Victoria. Ya se acabaron los juegos, obtuviste lo que tanto me negué que pasara... Te revolcaste con un pobre infeliz que no tiene donde caerse muerto, fin del cuento. Ahora, le pones punto final a esa estúpida aventura, regresarás a Chicago, y reanudarás tu compromiso con Mark.

Su madre la regañaba como si tuviese diez años. Victoria dio un paso atrás, mirándola como si esta hubiese perdido la cabeza. Ya no era una niña, ella era muy consciente de tomar sus propias decisiones sin su ayuda. Y si ahora deseaba estar con Fernando, no era por un capricho como Carmen pensaba. En serio lo amaba, y no comprendía por qué su madre se oponía con esmero.

–No puedes hacerte cargo de mi vida, mamá. –siseó incrédula.

–No lo hago, mi amor... –comentó su madre, dando un paso hacia ella mientras la miraba con pesar–. Victoria, siempre he querido lo mejor para ti. Y esto... no lo es.

Carmen había señalado toda su recamara, con esa expresión de asco como si pisar el suelo de la hacienda provocase nauseas en ella. Victoria sacudió su cabeza cuando vio que esta intentaba tomarla de la mano, haciendo que su madre se detuviese en seco.

–Ambas sabemos que eres capaz de tener una vida privilegiada lejos de este mugroso chiquero. Con un sinfín de lujos. Una vida en la que no necesites estresarte por trabajar, porque tu esposo será muy capaz de suplir todas tus necesidades. Mark te ofrece eso, hija...

–No es lo que quiero.

–No seas ridícula, Victoria. La carrera política de Mark está por despegar. Será alguien importante en Chicago, y tú serás igual de importante que él. ¿Qué crees que es lo que te espera con el infeliz de Fernando? Una vida simple en el campo. –Carmen arrugó su nariz con desprecio–. Ese imbécil necesitará que le ayudes a manejar este sitio, porque esta mugrosa hacienda requiere trabajo duro, Victoria. Olvídate de las salidas con tus amigas a restaurantes de lujo, de las ventajas de la ciudad, y ciertamente de la fina ropa...

–No tengo nada que perder.

Victoria se encogió de hombro, mirando a su madre con insolencia. Prefería mil veces la pacífica vida del campo, al disturbio de la ciudad. No recordaba sentirse tan bien desde que era una niña. Todas las comodidades que según su madre extrañaría, eran cosas banales que no le importaban, no tanto como a Carmen. Era como si hubiese descrito su vida y no la de Victoria.

Indestructible 1: Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora