Las cosas no estaban para nada bien en la hacienda. Ni siquiera había terminado el día y la tensión podía cortarse con el filo de una navaja. Don Luis deseaba tanto jalar las orejas de ambos hasta que hicieran las paces. O al menos las de Fernando.
El chico siempre había sido un testarudo, incluso en sus años de adolescencia le había causado uno que otro problema. Claro que no podía quejarse mucho, después de todo se había encariñado tanto con él, que moldeó al chico para hacer de él todo un hombre preparado.
Tal vez Carmen, su mujer, le había arrebatado la crianza de su hija. Pero con Fernando, la soledad no fue tan abrumadora. Ahora que tenía a los dos en casa, no podía sentirse más feliz y más completo. Excepto si ellos se hablasen de nuevo, eso sí que terminaría de hacerle el día.
Sin embargo, esa noche su hijo no lo acompañó a la mesa como siempre. Este se había excusado con una patética mentira sobre su cansancio por el agitado día. Puras memeces.
El muy ladino se la había pasado molestando a Magda toda la mañana, y apenas había terminado de hacer sus tareas de la tarde, sabía de sobra que Pedro lo había sustituido por el resto de la tarde.
Lo que Fernando no decía, sus ojos no lo ocultaban. No quería estar frente a Victoria, el muy rencoroso prefería saltarse la cena antes que estar con ella en la misma habitación. Había pasado como un rayo por el comedor, negándose a detenerse y hablar.
Victoria se ofuscó con él también. "Es un odioso" había dicho infinidades de veces, mientras enumeraba todas las cosas que le desagradaban de Fernando. La exquisita cena que Magda había preparado por su regreso, había pasado a segundo plano, al parecer el odio a Fernando fue más importante para ella.
Don Luis en serio no comprendía cómo esos dos habían sido uña y mugre de pequeños. Demonios, aún recordaba cuando su hija se metía en problemas, y cómo Fernando, siendo mayor que ella, se culpaba de todos los destrozos que ocasionaba Victoria.
Sólo esperaba que ese enojo fútil que se tenían, terminase de una buena vez. Hacía mucho que él hizo un plan de vida para ellos, y si el enojo de un estúpido malentendido los mantenía separados, sus ideales se irían al traste...
La noche era cálida. Nada comparado con el frío permanente de Chicago. Incluso el clima le recordaba de lo que se había perdido tantos años. Rodó en la cama de nuevo, su camisón se le había subido más arriba de sus muslos, haciendo que notase la fresca brisa del viento colándose por su ventana.
Victoria se levantó de la cama, entró al baño y seguido, bajo a la cocina para tomar agua. El insomnio podía más con ella. Se sentía cansada, había sido un exhaustivo viaje del extranjero hasta la hacienda. Y sin embargo, no podía conciliar el sueño.
Al entrar en la cocina observó que alguien había prendido la estufa y había puesto una pequeña olla a calentar. Miró hacia los lados, y de regreso al corredor pero no había nadie a la vista. Encogió sus hombros, y se acercó hasta poder ver el interior de la cacerola. Leche hirviendo.
–¿Qué haces?
Victoria dio un respingo, asustada al escuchar la repentina voz de Fernando. Él pareció haber salido de la oscuridad solo para asustarla, o al menos eso pensó.
Ella se giró de inmediato, topándose con la mirada recelosa de Fernando.
–¿T–tú estás calentando leche? –musitó jadeante, recuperando el aliento por el susto.
Fernando relajó las facciones de su rostro, incluso dejó de cruzarse de brazos. De pronto ya no estaba más a la defensiva, fue un alivio para Victoria.
ESTÁS LEYENDO
Indestructible 1: Segunda Oportunidad
RomantizmFernando es un hombre más. Pero guarda un pasado oscuro que no desea mostrar a nadie. Todo a quién quiere, termina herido o muerto. Su vida ha sido un declive hacia las tinieblas desde que ella se fue. Sin embargo, el destino le ha sonreído de nuevo...